A pijo sacao

Una boda en Oviedo

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Redacto esto sentado en la habitación de un hotel en Oviedo, con el cielo encapotado amenazando lluvia y una temperatura en la parte baja de la veintena de grados. El motivo que me ha traído hasta aquí no es otro que la boda del hijo de un gran amigo, al que conocí hace muchos años, compartiendo residencia en un colegio mayor para numerarios del Opus Dei en Pamplona. También ha venido a la boda otro amigo que conocí en las mismas circunstancias. Aquellos dos años que compartimos los tres, primero en el colegio mayor Aralar como residentes y después en un piso que alquilamos conjuntamente en la Avenida Pio XII de Pamplona, constituyen un recuerdo imborrable y fueron el fundamento para una relación tan consistente que, cinco décadas después y vidas alejadas geográficamente no han podido atenuar.

La boda se celebró en la catedral con gran ceremonia y con un alto número de asistentes, algo coherente con el afecto que despierta en mucha gente la personalidad de mi amigo, de su hijo, el novio, y de su nueva nuera, la novia. Por no faltar, no faltó ni siquiera el controvertido vicepresidente de la Junta de Castilla León, ilustre militante de Vox, por más señas, y amigo íntimo del novio. Solo apostillar que el personaje gana mucho en la distancia corta. 

Me alegro mucho de haber coincidido con mis amigos una vez más, y me alegro de haber escapado de los calores murcianos, al menos por unos días. La boda se celebró en un espléndido local, emplazado entre el espesor de la montaña asturiana, en el que casi nos perdemos. 

Por otra parte, Oviedo, que no conocía, es una ciudad del norte bonita y visitable donde las haya. Y tiene la enorme ventaja, como destino turístico para los murcianos, de su frecuente conexión aérea directa con nuestra Región. Comer espléndidamente y gozar paseando bajo una temperatura suave por una espléndida urbe: todo un lujo en pleno agosto.

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