Opinión | La Feliz Gobernación

La invasión de los ultracuerpos

Nunca se había llegado tan bajo en el Parlamento autonómico, y mira que en esta legislatura, entre consejeras trepatrans y un presidente de la Asamblea incalificable ya creíamos haber superado los límites del pasmo. Y hasta del terror

La invasión de los ultracuerpos.

La invasión de los ultracuerpos. / L.O.

Se levanta el telón, y se ve a ocho personajes en torno a una gran mesa en la sede de la Asamblea Regional. El propósito de la reunión consiste en decidir el nuevo reglamento interno del Grupo Mixto, a causa de la reciente ‘invasión’ de los cuatro integrantes del demediado Grupo Vox. Para que el espectador disponga de una guía acerca del desarrollo de la tragicomedia, conviene ilustrarlo previamente con el Dramatis Personae que antecede a toda obra, y sus circunstancias.

María Marín. Portavoz parlamentaria de Podemos

María Marín se dirige a López Miras

María Marín / IVÁN URQUIZAR

Durante los dos primeros años de la legislatura pudo desenvolverse a sus anchas, pues a pesar de que su partido no obtuvo los tres diputados precisos para conformar grupo propio, el Mixto pasaba por ser el de Podemos, ya que ella y su compañero Rafael Esteban eran sus únicos habitantes. La situación cambió tras la fracasada moción de censura cuando los diputados que seguían fieles a Ciudadanos, dos de seis, quedaron en minoría en su grupo y se pasaron al Mixto para intentar disponer en él de algún tipo de autonomía. A pesar de la equivalencia de fuerzas (dos y dos), Marín no renunció a sus privilegios de portavoz ni compartió con sus forzosos nuevos compañeros más que lo estrictamente obligado, un antecedente que ahora le reprochan cuando ella pretende mantener su liderazgo en el grupo.

En realidad, la operación que la ha desplazado no iba estrictamente contra ella: ha sido un diseño del presidente regional de Vox, José Ángel Antelo, cuyo objetivo era desactivar el protagonismo de los tres disidentes de su Grupo, un plan consensuado con el presidente del PP, Fernando López Miras, en una cita de la que hay constancia gráfica, pues se celebró a instancias de éste a la luz del día en la terraza de una cafetería murciana. López Miras aceptó la operación, previamente aprobada por Feijóo y Abascal, pues además de recuperar sus relaciones con Vox con la perspectiva de un posible pacto parlamentario o de Gobierno tras las próximas elecciones, conseguía, de paso, neutralizar las iniciativas e intervenciones de Podemos en la Asamblea que, gracias a las habilidades y recursos de Marín, adquirían generalmente un gran impacto mediático.

La portavoz de Podemos sabe ya a estas alturas que, una vez perdidos los mecanismos parlamentarios (así como los recursos económicos) de los que venía disfrutando, su voz va a quedar sumergida en el rito parlamentario. Pero no habrá mal que por bien no le venga. Ahora tiene la oportunidad de hacer ruido y de instrumentar acciones extraparlamentarias. Podemos, cuando es desplazado de las instituciones, se suele mostrar más activo y dinámico y a veces más ‘peligroso’ para el estatus. Aparte de que para Marín, personalmente, esta victimación reforzará, sin duda, sus opciones para la próxima lista electoral, bien la de su partido, bien la que éste pueda concertar con otras organizaciones de la izquierda. ¿Quién le va a disputar el liderazgo después de que López Miras la haya convertido en víctima propiciatoria?

Rafael Esteban. Diputado de Podemos

Rafael Esteban.

Rafael Esteban.

Ha venido ejerciendo su función a la sombra de María Marín, incluso con el riesgo de pasar por subalterno. Se le atribuye, con razón o sin ella, cierta simpatía con el errejonismo, lo que en Podemos, y sobre todo en Murcia, es pecado mortal, pero su labor ha sido siempre disciplinada, aunque pocos apuestan por su continuidad, pues tal vez no superaría un auto de fe de Javier Sánchez Serna, por increíble que parezca el líder de Podemos en Murcia.

Ana Martínez Vidal. Diputada (formal) de Ciudadanos

Ana Martínez Vidal. l.O.

Ana Martínez Vidal. / l.o.

Junto a su compañero Juanjo Molina conforma lo que queda de Ciudadanos, un partido que alcanzó seis diputados en las elecciones, tras que se le transfugaran cuatro en dirección al PP. Pero no está claro que la que fuera candidata a la presidencia de la Comunidad en la moción de censura tras haber sido portavoz del Gobierno del PP (es decir, su mayor propagandista) sea hoy una disciplinada diputada a su partido.

Se ha distinguido por exigir la ‘refundación’ de Ciudadanos, lo que para entendernos significa la sustitución de Inés Arrimadas, precisamente quien la designó a dedo coordinadora regional de su partido en Murcia. Cuando se trató de elegir, en el ámbito nacional, entre Arrimadas e Igea, apostó, claro, por Arrimadas, pero no se atrevió a someterse a los votos de los militantes, como habría correspondido, para integrar «los 14 de Arrimadas» que representaron a Murcia a su favor. Esa lista la lideró en votos con gran suficiencia María José Ros, entonces directora general de su consejería en el Gobierno del PP (apareció como una especie de alter ego para la galería) y hoy coordinadora regional de Ciudadanos a la que los dos diputados residuales de ese partido en la Asamblea hacen poco caso; de hecho, ni siquiera han transferido recursos para el partido desde la Asamblea ni cabe sospechar que la reciente propuesta de que Martínez Vidal y Molina sean candidatos a los cargos vacantes tras la disolución del Grupo de Vox haya sido consultada con la dirección regional.

Martínez Vidal ha llegado a asegurar que no abandona su escaño porque quien la sustituiría sería también un tránsfuga de Cs, un pretexto como otro cualquiera para justificar su continuidad hasta el final, ya casi en la misma condición que sus excompañeros fugados, pues parece representarse a sí misma más que a la estructura orgánica de su partido. Las claves de su futuro político podrían estar relacionadas con las ideas esbozadas por su compañero sentimental, Jerónimo Moya, alcalde de Cehegín, que en una entrevista en este periódico parecía concebir un proyecto independiente al margen de Cs, de manera que no sería extraño verla en el futuro como concejala de esa localidad.

Juanjo Molina. Diputado (formal) de Cs

El diputado Juanjo Molina tras la Junta de Portavoces en la Asamblea

El diputado Juanjo Molina

Los cambalaches de la moción de censura lo dejaron colgado de la brocha cuando aspiraba a una consejería, la de Educación preferentemente, bien en la etapa del pacto PP-Cs o bien si hubiera salido la solución PSOE-Cs. La prueba de que su coincidencia política con Martínez Vidal es de circunstancias la constituye el que en el último debate sobre el Estado de la Región se repartió el tiempo de intervención con ella. Si la voz de Cs es una ¿a cuento de qué viene que intervengan sus dos diputados en un mismo debate, como si fueran representantes de facciones distintas?

Por otro lado, la calificación de ‘diputados formales’ para ambos, Molina y Martínez Vidal, se debe al hecho de que técnicamente ambos son tránsfugas (repito, técnicamente), pues tránsfuga es aquel que, como en sus respectivos casos, abandona el grupo parlamentario por el que fue elegido para pasarse al Mixto. Pero aunque esta percepción sea injusta desde el punto de vista político, lo cierto es que tanto uno como otra parecen tener la misma relación con Ciudadanos que los que renunciaron a la militancia para guarecerse con altos cargos en el halda del PP.

En cualquier caso, en vez de hacer una propuesta tan infructuosa como proponerse ellos para portavoz del Grupo Mixto y miembro de la Mesa podrían haber recurrido al espíritu inicial de Cs y sugerir algo más propositivo, como que en los ocho meses que quedan de legislatura, cada uno de los ocho (menos la consejera Campuzano, que como tal es incompatible) actúe de portavoz tras un sorteo con la bolita mágica o por el orden alfabético. A la vista de la situación es lo único razonable, pero no lo suficiente para lo que queda de Cs, que una vez más desaprovecha una ocasión para diferenciarse. «Y si no, pa’ mí». Menuda alternativa.

Mabel Campuzano. Consejera de Educación, exVox, pero no en línea con los otros dos diputados exVox

Mabel Campuzano, diputada en la Asamblea Regional.

Mabel Campuzano, diputada en la Asamblea Regional. / Juan Carlos Caval

Sobre su culo han caído todas las patadas que debería haber sufrido el de López Miras si los desavisados o los protectores del presidente no hubieran sabido o querido saber desde el principio que la decisión de la totanera de pasarse al Grupo Mixto se produjo por indicación del mismo jefe del Ejecutivo. ¿Cabe suponer que Campuzano pudiera haber tomado esa decisión por su propia cuenta? En el pacto Antelo/López Miras, este último se había de encargar de indicar a la consejera que completara la operación que debía iniciar el diputado genuino de Vox, Pascual Salvador.

Para ella no cambian mucho las cosas, pues tiene la suerte de sentarse en la Asamblea en los bancos del Gobierno, de modo que no tiene que compartir escaño en el Grupo Mixto, donde se sientan Vox, partido al que ya no soporta, y los exVox, a los que soporta menos. Su lealtad es exclusiva al presidente del Gobierno, aunque debiera estar prevenida ante la posibilidad de ser destituida cuando se amansen las aguas, pues López Miras quizá podría incurrir en la tentación de ofrecer más prendas a Vox, según observe el vaivén de las encuestas y la necesidad que pueda tener de los abascales. Si incumplió sus compromisos escritos con Patricia Fernández, sangre de su propio partido, ¿quién garantiza que los mantendrá con Campuzano, que es palomita suelta? Se puede intuir que bastaría que Antelo pusiera el pulgar hacia abajo para que López Miras tomara nota. Pero de momento, bastante hay con lo que hay.

Pascual Salvador. Diputado de Vox

Pascual Salvador, diputado de Vox en la Asamblea.

Pascual Salvador, diputado de Vox en la Asamblea. / Iván Urquízar

Tuvo que recibir una llamada de Madrid para quedar convencido de que la operación ‘disolución del Grupo Vox’ iba en serio y de que él era una pieza esencial. A pesar de que el diseño era de su propio partido, no se decidía a dar el paso, y esto pese a la intercesión de la consejera Mabel Campuzano, quien mantiene buenas relaciones personales con él. Lo llamaba y le decía: «¿Vamos?», porque al principio iban a pasarse juntos, a la vez. O sea, que no se pretendía disimular la acción coordinada, como después, cuando López Miras dijo haberse enterado por la prensa de lo que había hecho su consejera.

Pero Salvador necesitaba un empujón. Y se lo dieron vía Madrid. Y justo en ese momento, cuando el de Vox se pasó al Mixto y Campuzano debiera haberlo seguido de inmediato, se produjo un pequeño parón: la consejera estaba en un hospital por asuntos familiares y no podía presentar su petición a la Asamblea desde allí porque no sabe manejar su firma electrónica. Un inconveniente que, por casualidad, le vino bien a López Miras, quien esa mañana tenía una entrevista en el programa de Susana Griso, y dio indicaciones para que Campuzano no anunciara su pase al Grupo Mixto hasta que no concluyera el programa de televisión, a fin de que la periodista no le preguntara por el asunto.

Todas estas incidencias, que sobre el plan inicial significaban una descoordinación, resultaron gloria bendita para San Esteban, pues a partir de ellas podían vender la pamplina de que Campuzano había actuado por su cuenta, y López Miras esconderse en un «a mí plin, yo duermo en Pikolín».

Pascual Salvador es un caso raro. Era el líder regional de Vox cuando las elecciones, y encabezó la candidatura autonómica. Al poco, lo destituyeron sin aparente motivo y crearon una gestora y, sin embargo, ha sido el único diputado leal al partido tras la disidencia de sus otros tres compañeros de grupo. Parece ser que, a pesar de todas esas calamidades, no se ha enemistado con nadie. Un santo varón, que diría Tip, en este contexto.

Juan José Liarte. Diputado exVox

Juan José Liarte, este miércoles, durante el Debate del estado de la Región

Juan José Liarte / Iván J. Urquízar

El cerebro de la disidencia en Vox. Es curioso que perteneciendo a un partido que no cree en las autonomías se rebelara tan de inmediato contra quienes desde el aparato central de Vox pretendían imponer unas normas desde arriba acerca de la administración de los recursos del Grupo autonómico y el dirigismo sobre sus actuaciones. Liarte ha acabado siendo, tal vez a su pesar, el Antonete Gálvez de Vox.

Ideológicamente no resulta pensable que exista mucha diferencia con Abascal, sino simplemente que a él le gusta mandar en su territorio. Como Puigdemont en el suyo, más o menos. López Miras, a quien admira declaradamente por su posición antiabortista, lo ha dejado de diputado raso, sin los grandes recursos del Grupo parlamentario. Se fue de Vox porque le querían quitar las perras, y ahora llega López Miras y hace lo mismo. Sin embargo, en esta ocasión no parece enfadado. Será, es legítimo pensar, que le darán algo a cambio.

Francisco Carrera. Diputado exVox

Francisco Carrera, este lunes en la Asamblea Regional.

Francisco Carrera / Loyola Pérez de Villegas

Lo primero que hizo cuando accedió al poder institucional en Vox fue colocar a un hijo suyo de asesor del Grupo municipal de su partido en el ayuntamiento de Murcia con un sueldo que es probable que el chaval no vuelva a cobrar a lo largo de su vida en cualquier otra actividad. Ahora es, por la lotería del orden alfabético de su apellido, el portavoz provisional del Grupo Mixto en la Asamblea Regional. Lo digo todo y no digo nada.

Deus ex machina

Visto el reparto, es dudoso que la tragicomedia concluya con un final feliz. No es bueno dar ideas, pero imaginemos que el PSOE, que tiene diecisiete diputados, enviara cinco al Grupo Mixto, entre ellos a Antonia Abenza, que dispone de un apellido inapelable para hacerse con la portavocía de los mixtos por el orden alfabético. No lo disfrutaremos, pero ya puestos a vivir experiencias extraordinarias, sería digno de ver.

Sin necesidad de recurrir a Romanones («Haga usted las leyes y yo haré los reglamentos»), lo cierto es que lo que acaba de ocurrir en el Parlamento murciano es, en apariencia y sobre la letra, un suceso legislativa y administrativamente inevitable.

Pero políticamente es impresentable que se apaguen las voces no solo de Podemos, sino también de Ciudadanos y de Vox, detrás de las que hay miles de murcianos. Nunca se había llegado tan bajo en el Parlamento autonómico, y mira que en esta legislatura, entre vicepresidentas y consejeras trepatrans y un presidente de la Asamblea incalificable ya creíamos haber superado los límites del pasmo. Y hasta del terror. ¿No fue también Romanones quien dijo aquello de «vaya tropa»? ¿O fue Rajoy?

Suscríbete para seguir leyendo