Horizonte de sucesos

Un diario secreto

Pedro Pujante

El polifacético Fernando Arrabal es un género en sí mismo, una fuerza de la naturaleza que a pesar de haber sobrepasado la línea roja de los noventa aparenta la vitalidad y el entusiasmo de un escritor joven. De sobra es conocida su obra teatral, su paso por el surrealismo y la fundación del Movimiento Pánico junto a Jodorowsky y Topor, además de poseer una extensa obra, que abarca todos los géneros, avalada por los más prestigiosos galardones.

Su última novela, titulada Un gozo para siempre, es un viaje a través del tiempo, de la cultura y de la memoria, una especie de diario secreto y exhibicionista, íntimo y compartido, en el que confiesa acontecimientos tan privados como de dominio público. Los que nada conocen de este autor se sorprenderán al descubrir algunos episodios de su infancia, de su paso por prisión y de su aversión por Franco o de sus relaciones con grandes figuras de la cultura del siglo XX. Arrabal lo cuenta desde la madurez pero al mismo tiempo con la mirada encendida por una suerte de ilusión infantil, poseída por la llama de la inocencia. Quizá, tenemos la impresión, la novela no solo entremezcla ficción y realidad a partes desiguales, sino que también hay una evidente sublimación autobiográfica.

El relato comienza con un regreso a España, Ciudad Rodrigo, desde París, ciudad en la que vive desde hace décadas, movido por una carta de su maestra de parvularios. Hay, así, un viaje iniciático que también funciona como un éxodo por los recuerdos, una Anábasis gozosa y repleta de anécdotas. Es este un relato feliz, a pesar de la amargura de algunos de los hechos que se narran, porque el autor vive instalado en el gozo, en una forma de vida que se entremezcla con el arte, sin que tengamos muy claro dónde empieza el hombre y dónde acaba el artista total. En la narración arrabaliana, además, no sabemos nunca el tono exacto de su prosa, porque está atravesada por un sentido del humor inteligente y tan natural como su propio tono de voz. Lo que sí intuimos es un deleite y un deseo ulisíaco de regreso a los orígenes, de rememorar el pasado sin precisión, en busca de claves para entender su presente, de relatar con trazo grueso una vida de lo más intensa que, no sabemos cómo, Arrabal logra condensar en poco más de un centenar de páginas. Además de las pinceladas autobiográficas y las experiencias extraídas del mundo cultural, Arrabal nos deleita con un humor fuera de lo común, que es capaz de transcender el mero relato para regalarnos una novela epifánica cargada de erotismo, referencias y símbolos: el amor edípico por la madre Mercedes, el viaje iniciático del artista, la rescritura apócrifa de la Historia y la retrospectiva artístico-vital de uno de los grandes adalides de la cultura del siglo XX.

En los recuerdos de Arrabal encontramos a Breton, Duchamp, Dalí, Beckett, Kundera, Cioran, Warhol… pero sobre todo encontramos al Fernando Arrabal hombre, agarrado a un presente luminoso, poético y trasmutado por la imaginación. Un presente lleno de vida y gozoso para siempre.