Semana Santa Cartagena

Aplausos, lluvia y lágrimas en el Domingo de Ramos de Cartagena

Los californios viven un chaparrón de emociones tras la suspensión de la procesión popularmente conocida como ‘la Burrica’ por la tormenta

Andrés Torres

Andrés Torres

Frustración, por todo el trabajo acumulado durante meses y tantos fines de semana sacrificados para ensayar. Pena, por no poder demostrar todo lo aprendido en esos ensayos ni disfrutar del momento más esperado del año. Orgullo, de padres y madres, de abuelos y tíos que veían a los pequeños avanzar contra la lluvia, sin perder el paso ni la formación. Rabia e impotencia ante la caída de una tromba de agua en el peor momento y que lo trunca todo tras meses sin llover.

Miles de pequeños se refugiaron donde pudieron para protegerse del chaparrón y del tremendo disgusto

El cielo se mostró amenazante todo el día, todos se temían lo peor, pero la lluvia decidió esperar hasta las siete de la tarde, Justo cuando toda la cantera california se encontraba en la calle. Los tres tercios del San Juan acababan de salir de Santa María cuando la borrasca empezó a descargar. La cabeza de la procesión ya asomaba por el lado contrario de la calle del Aire. Los primeros tercios lograron recogerse prácticamente secos, pero el resto se vieron obligados a desafiar a la lluvia. El agua se mezclaba con las lágrimas de las hebreas y hebreos que se resistían a dejar de seguir al ritmo del tambor, con los calcetines mojados y las túnicas y las capas caladas. Hasta que la razón se impuso al deseo y se suspendió la procesión. Miles de pequeños se refugiaron donde pudieron para protegerse del chaparrón y del tremendo disgusto.

Los tercios del Discípulo Amado, el Juicio de Jesús y del San Juan, que cerraban el cortejo se cobijaron en los soportales de la plaza Juan XXIII. Allí, entre más lágrimas, más aplausos y más vivas, terminó la procesión, mientras Cartagena seguía llorando sin parar. Allí, una solitaria palma abandonada buscaba un hebreo que se aferrara a ella para marcar el paso.