Opinión | La Feliz Gobernación

Y parió un ratón

En un año de legislatura, el Gobierno de coalición progresista no ha conseguido avanzar en políticas sociales. Había otras prioridades, como la amnistía y las sobrevenidas comisiones para despachar la corrupción. Cambio de tercio, pues. Pedro Sánchez lo señala con tres palabras: Punto y aparte. Significa que va a sacudirse las dificultades de su precariedad parlamentaria con ‘medidas regeneracionistas’. Buena música y peligrosa letra en su boca, pues regenerar la política empieza por desprenderla de personalismos, y esto, la exaltación del liderazgo providencial, es lo que ha reforzado con la aparente pájara de cinco días, de la que ha resultado el parto de los montes. Parió un ratón.

Atémonos los machos, sin embargo. Vienen leyes para desactivar la independencia de la Justicia y para poner mordaza a los medios de comunicación. La regeneración política no alcanzará a la política, sino a los contrapoderes democráticos del poder político. Y todo por Begoña. Sugiere Sánchez que hay quienes quieren devolver la mujer a la cocina, cuando lo que convendría es sacar a las mujeres de los presidentes de las cocinas donde se cuecen los negocios de empresas que mantienen relaciones con el Gobierno. Sobre esto, ni media explicación.

Por si faltara algún tic autoritario, Sánchez advierte sobre un movimiento mundial hacia la extrema derecha que recuerda las apelaciones de Franco a la conjura judeomasónica internacional. La decisión del lunes le vino inspirada, dijo, por las manifestaciones de su ‘querido partido’ ante la Plaza de Oriente (¿o eran en Ferraz?), animadas por los coros y danzas de María Jesús Montero. Eternos recursos.

Lo que viene es la conversión de todas las instituciones del Estado y los espacios libres de la sociedad en un Modelo CIS de Tezanos, que ha enseñado la patita al incluir una pregunta acerca de la Justicia en el sondeo exprés sobre el impacto del retiro espiritual de Sánchez. Todo al servicio de la democracia, entendida al modo de Luis XIV: la democracia soy yo. Y, por supuesto, la traducción de toda crítica como ataque.

Entre los que proclaman que España se rompe y los que vaticinan que se rompe la democracia, la única respuesta sensata consiste en escapar de sus solemnidades. Tanta estulticia escénica no merece ni la perra gorda. Qué cansino.

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