Especial Día Mundial del Agua

El agua, un recurso preciado que debemos salvaguardar

Uno de los mayores desafíos fijados para el siglo XXI consiste en impulsar una administración más sostenible del agua como recurso imprescindible y finito

Superficies de nuevos regadíos sobre antiguas tierras de huerta tradicional.

Superficies de nuevos regadíos sobre antiguas tierras de huerta tradicional. / R. G. M.

Ramón García Marín

Cada 22 de marzo, Naciones Unidas celebra el Día Mundial del Agua. El lema de este año es ‘La importancia del agua’, y el objetivo concienciar acerca de la crisis mundial del agua y la necesidad de buscar medidas para abordarla de manera que alcancemos el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6: Agua y saneamiento para todos antes de 2030. El foco de atención en este día se centra en las aguas subterráneas, unas aguas ‘invisibles’ pero con efectos muy perceptibles sobre el territorio, y con consecuencias socioeconómicas y ambientales patentes o manifiestas. Igualmente, estamos inmersos en el Decenio Internacional para la Acción «Agua para el Desarrollo Sostenible» (2018-2028), lo que reafirma que las mejoras en la gestión hídrica y de saneamiento son claves en la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental.

El agua es un elemento de la naturaleza fundamental, fuente de vida, generadora de multitud de paisajes y de la historia cultural y económica de la Región de Murcia. Pero también es un recurso limitado en nuestra zona, sometido a una intensa presión por la sobreexplotación y la contaminación. Uno de los mayores desafíos del siglo XXI, especialmente en territorios semiáridos como el nuestro, consiste en impulsar una administración más sostenible del agua como recurso imprescindible y finito. La gestión inteligente de la escasez de agua durante periodos de sequía se establece hoy como un reto considerable, sobre todo si atendemos a las previsiones de cambio climático anunciadas recientemente por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), posicionándose el sureste peninsular español como una de las zonas más vulnerables del planeta.

«El agua es un elemento natural fundamental, generadora de multitud de paisajes y de la historia cultural y económica de la Región. También es un recurso limitado en nuestra zona, sometido a una intensa presión por la sobreexplotación y la contaminación»

En muchos lugares de la Región de Murcia, la compleja relación agua-territorio genera una crisis permanente de disponibilidad del recurso hídrico, y en ocasiones no tanto por su escasez física, sino por la gestión de este preciado elemento. En este sentido, la Demarcación Hidrográfica del Río Segura (DHS) puede considerarse como un sistema complejo integrado por una oferta variable de recursos hídricos y una demanda creciente de agua para múltiples usos. Esta cuenca hidrográfica constituye, sin duda, un territorio hidrosocial singular, donde los conflictos socioeconómicos y políticos por el uso del agua se han convertido en hechos cotidianos.

Tras los procesos de cambio de usos del suelo acaecidos en las últimas décadas, se ha observado un aumento de la demanda total de agua, principalmente en zonas donde la presión humana y la superficie de regadío han aumentado, provocando situaciones de déficit y sequía hidrológica. El límite o umbral de la oferta natural de recursos hídricos existentes, además de las aportaciones del Trasvase Tajo-Segura, la depuración y la desalinización, ha sido rebasado ​​por las demandas, provocando una crisis hídrica estructural con tendencia insostenible. En numerosas ocasiones se recurre a la extracción desmedida y excesiva de recursos hipogeos, cuya secuela más perjudicial es su agotamiento y salinización. Ante el complejo escenario futuro que se presenta en las zonas de regadío más dinámicas (Campo de Cartagena, Valle del Guadalentín, Vega Alta del Segura y litoral sur de la Región de Murcia), numerosas empresas (agronegocios) llevan unos años arrendando y comprando tierras en las comarcas del interior (Noroeste y Altiplano de Jumilla-Yecla) para desarrollar su actividad con aguas subterráneas exclusivamente. Las consecuencias no se han hecho esperar: muchas de las surgencias naturales (fuentes y manantiales) se han secado o han visto disminuidos sus caudales. La escorrentía superficial que ha sido aprovechada por los regadíos tradicionales desde hace siglos se ha visto muy reducida, lo que ha provocado escasez de agua para estas explotaciones y una nueva guerra del agua entre los diferentes usuarios. Esta nueva agricultura de ciclo manipulado se desarrolla por el uso intensivo de fertilizantes y otros productos fitosanitarios, que están contaminando suelos, aguas subterráneas y subálveas de circulación ‘hipodérmica’.

Superficies de nuevos regadíos sobre antiguas tierras de piedemontes

Superficies de nuevos regadíos sobre antiguas tierras de piedemontes / R. G. M.

Hay que señalar también que en los últimos años ha surgido un nuevo concepto de sequía: la ‘sequía mediática’, que acaba induciendo una especie de sequía psicológico-social en la sociedad. En el desarrollo de este concepto intervienen, entre otros, factores políticos y disputas partidistas, e intereses de determinados grupos cuya actividad está estrictamente relacionada con el aprovechamiento de los recursos hídricos. Todos estos ingredientes se conjugan en un ‘caldo de cultivo social’ en el que predomina el desconocimiento y el desinterés por parte de la sociedad, en gran medida por la falta de información y la poca conciencia cultural sobre temas ambientales. Se genera así un discurso, casi permanente, para seguir solicitando la construcción de infraestructuras con el fin de incrementar la oferta de recursos hídricos.

Esta política deriva en un aumento del consumo total de agua, sobre todo en actividades fundamentales como la agricultura (ampliando la superficie regada), cuando deberíamos procurar la disminución de su uso indiscriminado. La Directiva Europea del Agua ya estableció las bases para generar una planificación sostenible de los recursos hídricos, apostando por la calidad del agua y la gestión de la demanda. En este sentido, convendría conseguir los siguientes objetivos: Determinar el efecto combinado de posibles futuros cambios en los usos del suelo y escenarios climáticos sobre los recursos hídricos disponibles; y difundir de forma conveniente y ecuánime, a la sociedad en general, los resultados obtenidos con el propósito anterior. En definitiva, debemos tratar de generar una mejor cultura ambiental relacionada con el indispensable recurso agua, que debe de concebirse como una vía de sensibilización y concienciación ciudadana que permita ampliar su participación en la elaboración y aplicación de programas, proyectos y actividades encaminadas a garantizar su uso sostenible, con el fin de proteger y recuperar su calidad.