Personajes del Cortejo

Pedro Boceta: “La Virgen de la Amargura es la reina de la carrera el Viernes Santo”

Integra el grupo de personas que se encarga del montaje del palio del trono declarado, como el manto, Bic

El mayordomo blanco, Pedro Boceta De Luz, en la Capilla del Rosario ante el trono de la Santísima Virgen de la Amargura.

El mayordomo blanco, Pedro Boceta De Luz, en la Capilla del Rosario ante el trono de la Santísima Virgen de la Amargura. / L. O.

En unas horas la Santísima Virgen de la Amargura abandonará la Capilla del Rosario y recorrerá la ciudad. Irá en ‘volandas’ como suelen decir los que la portan a hombros. Entre ellos, Pedro Boceta De Luz, para quien este año será nuevamente muy especial. “Desde el año pasado vivo este instante con mayor ilusión si cabe, porque los comparto con mi hijo Pedro Boceta Salas. El año pasado se estrenaba debajo de los varales. No vamos juntos, pero sí muy cerca, en el mismo varal. Con eso me basta. Miro hacia lo más alto y esta Ella, la Virgen de la Amargura, y a poca distancia, siento a mi hijo. No se puede pedir más”.

Porta a la Amargura a hombros desde que su trono va en andas. Y asegura tajante que “que hay mil motivos para llevarla, para ser blanco”. Es mayordomo del Paso Blanco desde que nació, pero curiosamente sus padres no son lorquinos, a pesar de que vivían este color con mucha intensidad. “Los dos son de fuera, pero eran blancos, muy blancos. Mis primeros recuerdos en el Paso Blanco son con mi padre. Siempre iba con él. Desde que nací soy blanco. Y unos meses después, cuando aún no andaba, ya vestía la túnica de hebreo en brazos de mi padre. El Paso Blanco tiene la capacidad de contagiar, de transmitir, la pasión por su color, por la Virgen de la Amargura, incluso a los que no son lorquinos. Y eso ocurrió con mis padres”.

Su madre, María Isabel De Luz, a sus noventa años, es una fiel devota de la Virgen de la Amargura a la que ve desfilar cada año desde su casa en la avenida de Juan Carlos I. “Es un momento muy emotivo para ella, para todos, porque es el único día en que se puede ver desfilar a la Santísima Virgen de la Amargura. Es algo muy especial”. Y recuerda que en septiembre la Virgen salía a la calle de forma excepcional. “El año pasado tuvimos la oportunidad de disfrutarla doblemente, con motivo de su vigésimo quinto aniversario de la Coronación Canónica. Fue algo muy especial, porque se la pudo ver desfilar en su trono de una manera distinta, sin palio. De nuevo, recorrió el casco antiguo hasta la Plaza de España, conmemorando la efemérides que también tuvo como escenario ese lugar”, rememora.

La Virgen de la Amargura es la reina de la carrera el Viernes Santo”, afirma tajante, mientras advierte de la importancia que cobra año tras año la secundaria. “Hay mucha gente que no tiene silla en los palcos y que ve la procesión por la calle Santo Domingo, Lope Gisbert, Floridablanca… El fervor cuando llevamos a la Amargura por la carrera secundaria es increíble. Traspasa los colores. Al paso del trono ves pañuelos blancos, azules, encarnados… alzarse hasta lo más alto”. Insiste en la importancia del transitar por la secundaria de tronos, carros y caballerías. “Hay gente mayor que vive por esas zonas y a los que les llevamos a la Virgen hasta su ventana o balcón, pero también muchos otros que no pueden acceder hasta los palcos por dificultades de movimientos y la secundaria es su oportunidad de estar muy cerca de la Virgen. La carrera secundaria tiene un halo diferente a la avenida. La gente se acerca a los mayordomos, a los costaleros… comparten esos instantes tan íntimos que desde los palcos se ven tan lejanos”.

Y uno de los instantes más íntimos para los costaleros de la Virgen de la Amargura es cuando restan unos minutos para que las puertas de la Capilla del Rosario se abran y la titular del Paso Blanco se eche en los brazos de los blancos. “Son momentos de cierto bullicio. Estandartes que van de un lado para otro, costaleros, mayordomos… De repente todo se para y lo único que importa es ese diálogo que mantenemos con la Virgen de la Amargura a través del rezo de la Salve. Le pides que todo salga bien, que vuelva a reinar en la carrera… te acuerdas de gente que ya no está y de los que quieres. En esos instantes la emoción te embarga. Es una nueva salida, todo está por llegar y quieres que salga lo mejor posible”.

Las puertas de la Capilla del Rosario se abren de par en par y con el trono de la Amargura a hombros se echan a la calle. “Una multitud de gente la vitorea, pero de repente, cuando vamos a cruzar el arco de la puerta se hace el silencio. Y cuando logramos salvarla el silencio se rompe y ya son constantes los vítores ensalzando a la Virgen de la Amargura. Y de todos lados le lanzan claveles”, relata.

En ese recorrido por la carrera secundaria hay un gran flujo de gente. “El trono no va solo en ningún momento. Cada vez son más los que le acompañan hasta llegar a la carrera principal y, luego, hacen lo propio en Floridablanca. Desde la Capilla del Rosario a la Plaza del Óvalo es una locura de gente, que se vuelve a repetir en el tramo final, tras pasar la carrera principal”.

Pero antes de llegar al Viernes Santo hay un largo proceso del que él también es partícipe. “Una semana antes se monta el trono. Me parece increíble poder integrar ese grupo del entorno de la Virgen junto a sus camareras. Colocamos el palio con sumo cuidado, porque se trata de piezas declaradas Bien de Interés Cultural. Lo hacemos con guantes y con mucha precisión, porque el palio durante la procesión se mueve y todo tiene que estar perfecto para que no haya ningún contratiempo. Tenemos el conjunto de textiles bordados más importante de todo el país. Los cuatro paños del palio de Nuestra Señora la Virgen de la Amargura y su manto tienen el máximo reconocimiento, lo que es un orgullo como blanco”.

Tras el montaje del trono se hace la entronización de la Amargura. “Sientes una emoción tremenda, porque te das cuenta que llega la Semana Santa y que todo un año de trabajo se verá reflejado en unos días repletos de intensidad. Al día siguiente de montar el trono la Virgen abandona su capilla y es entronizada. En esos instantes me acuerdo de mi padre, Vicente Boceta. No recuerdo cuántas veces habré vivido estos momentos con él. Siempre acudía y pasaba la madrugada del Viernes Santo junto a la Virgen de la Amargura”.

Y recuerda las palabras que en ese preciso momento manifestaba el consiliario del Paso Blanco, Eduardo Sánchez Carrasco. “Dijo algo que me pareció muy fundamental. Hacía referencia al importante número de niños y jóvenes que había en ese momento en la Capilla del Rosario. Destacaba la importancia, por lo que supone de continuidad para el Paso Blanco. Rezábamos la Salve a la Virgen. Una Salve emotiva porque son unos instantes muy íntimos”.

Significaba la importancia de permitir que los niños, los jóvenes, se sumen a la cofradía. “Mi hijo está conmigo en el trono y mi hija, Marta, ayuda en la nave maquillando a muchos de los personajes que integran el cortejo del Paso Blanco y sale de mayordomo. Nuestro trabajo como mayordomo no cesa cuando termina la carrera. Muchas veces, estoy ayudando en distintas tareas hasta unos minutos antes de ponerme la túnica de mayordomo o meterme debajo del varal. Me siento muy orgulloso de haber podido contribuir a la continuidad del Paso Blanco”.

Y aportaba que las secciones juveniles de las cofradías se han convertido en un lugar de referencia para cientos de lorquinos. “Participan no solo de la Semana Santa y su montaje y organización, sino de otros acontecimientos que tienen lugar a lo largo de todo el año. La ‘Procesión de Papel’, la Navidad… El Encuentro de Jóvenes de Hermandades y Cofradías que tendrá lugar el próximo octubre y conferencias, exposiciones y hasta acontecimientos deportivos como la segunda edición de la carrera por montaña ‘muBBla’. Tienen más importancia de la que quizás se les está dando a estas secciones juveniles que son el futuro de las cofradías y que posibilitan un lugar con un ambiente muy familiar a los que no tienen dónde ir. La sección juvenil es de gran importancia. Cada vez que necesitamos algo los llamamos y aparece un ejército. Son muy trabajadores, pero también se pegan sus juergas”, ríe.

En casa hay otra blanca, su mujer, María del Carmen Salas Román. “Puedo dedicarme al Paso Blanco porque tengo a mi lado una blanca maravillosa que no sale en procesión, pero que se encarga de todo, esos días. Nos lleva, nos trae, se encarga del avituallamiento, de vestirnos de mayordomo… Ese trabajo que hace, en la sombra, es imprescindible para que podamos estar donde estamos estos días de Semana Santa”.

Y se despedía emocionado con la cercanía de la salida de la Virgen de la Amargura. “En los instantes previos parece que el tiempo se detiene y que nunca va a llegar ese momento de cruzar la puerta de la Capilla del Rosario y echarnos a la calle. Y cuando llega, se hace tan corto que parece que pasa en un instante. Lo volveré a vivir con pasión, con devoción… echando la vista de cuando en cuando hacia arriba, para verla a Ella, pero también para atrás, para ver a quien tengo la suerte de que me acompañe. La llegada está repleta de emoción. Las lágrimas nublan los ojos que no pueden fijarse en nada más que en ella, en la que lo ilumina todo. Y, entonces, el cielo llora pétalos mientras se recoge en su capilla”, concluye.