Semana Santa en Lorca

Abril de 1905

No siempre bien entendidos, los Desfiles Bíblicos Pasionales tienen en su haber capítulos históricos de crítica y de feroz defensa por parte de los lorquinos

Página del periódico nacional ‘El País’ en la que se publicó la rectificación y disculpas al pueblo de Lorca.

Página del periódico nacional ‘El País’ en la que se publicó la rectificación y disculpas al pueblo de Lorca. / L.O.

Tere Martínez

La historia de los Desfiles Bíblico Pasionales de Lorca es compleja. Sus orígenes, su evolución, sus peculiaridades, su resistencia a las imposiciones administrativas y clericales, e incluso la justificación contextual de algunos de los grupos que procesionan, no siempre fueron bien entendidos, bien encajados. Con el debate más que superado, siempre es enriquecedor echar la vista atrás para repasar alguna de las controversias más sonadas.

El comienzo del siglo XX está considerado en la línea del tiempo de los Desfiles como la consolidación del modelo de representación estrenado a finales del siglo anterior con carrozas tipo diorama, grupos escenificando pasajes del Antiguo Testamento, la incorporación del caballo y una mayor utilización del bordado en las vestimentas de los figurantes. Son años en los que se empieza a apostar por la promoción exterior de la fiesta.

En este contexto, los lorquinos se levantan a finales del mes de abril de 1905 con un artículo en el periódico nacional El País -no es la cabecera actual- titulado Semana Santa en Lorca y firmado por «un lorquino carlista» en el que, entre otras cosas, apunta que Lorca «es una de las ciudades que se distinguen por el gran número de personas de gran talento, cultura y buen sentido, que son capaces de vestirse de soldados romanos, centuriones, apóstoles, sayones, personajes bíblicos y otros piadosos mamarrachos, y no solo son capaces de tan heroica acción, sino que la tienen a gala en su inmensa cultura y creen que se lucen y pavonean, y lo que es más admirable, se gastan el dinero en gordo». La crónica continúa describiendo una de las procesiones y la visita del autor a los talleres de bordados con párrafos descriptivos incluyendo alguna sátira y comentarios de mal gusto hacia las mujeres lorquinas.

Cabecera del periódico local ‘El Obrero’ de abril de 1905, respondiendo al artículo publicado en ‘El País’

Cabecera del periódico local ‘El Obrero’ de abril de 1905, respondiendo al artículo publicado en ‘El País’ / L.O.

El mencionado texto generó ampollas tanto en las cofradías como en la administración y la prensa local. El periódico lorquino El Obrero publica en su edición semanal un artículo de respuesta que dice escribir «en nombre propio y en el de Lorca entera». Tras explicar que la sátira ha sido «durísima» argumenta respetar la libertad de opinión pero matiza que «nadie tiene derecho a llenar de groseros ultrajes a nuestro pueblo y menos aún a lanzar invectivas anónimas y soeces contra las lorquinas, por el solo hecho de que en Lorca tenemos el antojo, o el capricho, o la voluntad de celebrar en Semana Santa procesiones más o menos originales, más o menos fastuosas, más o menos artísticas, más o menos loables y merecedoras de ser vistas». Relata además como fueron las reacciones en los diferentes sectores de la sociedad lorquina: «La protesta fue general, espontánea y vigorosa».

La estela de la polémica fue larga y el propio periódico El Obrero, días después de su feroz defensa de la Semana Santa lorquina, se hacía eco de la carta del corresponsal de la publicación republicana Germinal, Raimundo Salinas, en la que se buscaba rebajar la ofensa causada por el polémico artículo. «Por seguro damos que el querido colega madrileño había publicado el trabajo de colaboración, origen de la protesta de los lorquinos, sin sospechar siquiera que pudiera tener su publicación el alcance de un agravio hacia el pueblo de Lorca».

Pero sí lo tuvo, hasta el punto de que las autoridades de la época escribieron una carta «redactada en una reunión de carácter popular en las salas consistoriales, y leída desde el balcón de la casa del Ayuntamiento, con aplauso general (…). De esperar es que El País de Madrid rectifique debidamente cuánto significar pueda ofensa para el honor de estos vecinos».

Y así fue, el 29 de abril de 1905, el periódico local publicaba Satisfacción cumplida, un artículo en el que recogía la rectificación realizada por el periódico El País bajo el título A nuestros lectores de Lorca y firmado por José Ferrándiz. Alude éste a un problema de mala organización el hecho de que saliera publicado el fatídico artículo. La paz quedaba firmada en un párrafo: «Que conste, y de culparse a alguien que sea, y no de malevolencia, sino de irremediable descuido, a este paisanico admirador constante de Lorca».

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