Opinión | Pasado de rosca

Lucha en el lodo

Toda esa mediocridad, ramplonería y ansia por sacar tajada es la realidad ruin que va aflorando desde que cada partido pone todo su empeño en aventar y pregonar las miserias del rival

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. / EFE / Sergio Pérez

Que los partidos mayoritarios buscan, sobre y ante todo, conservar o acceder al poder está quedando más que claro en los últimos tiempos. Que la estrategia que usan, preferentemente, es denigrar al rival como método para crear desafección entre sus votantes, y atraerlos así a depositar la papeleta de su partido en las urnas, también. Secundariamente, también vale desacreditar al oponente para urdir una moción de censura que cuente con el suficiente respaldo como para triunfar.

Nada de ilusionar al potencial votante con proyectos innovadores que impulsen al país un salto adelante a través de su modernización, mejora de la productividad e incorporación de nuevas tecnologías; o con políticas ambiciosas que mejoren la vida de la gente como una sanidad sin listas de espera o una Administración diligente y puesta al servicio del ciudadano. No. Lo importante es denunciar al «partido más corrupto de la historia de la democracia». O el ‘tú más’: «qué me vas a enseñar tú, que viajabas en barco y celebrabas fiestas con capos gallegos.»

Es muy triste escuchar una tras otra las intervenciones de ese jaez en el Parlamento, sin aportar un ápice de positividad, sin ningún contenido provechoso o útil para algo que no sea lo antedicho. Lo malo es que, una vez instalados en esa dinámica, la estrategia de la salpicadura atrapa a los contendientes y se crea un círculo vicioso del que es difícil salir. El PP siente que no debió perder las últimas elecciones y, sin paciencia para nutrir una mayoría que pudiera salir de las urnas en una próxima convocatoria, ha optado por atacar de forma inmisericorde al actual Ejecutivo, negándole la legitimidad y subiendo el listón del improperio en la pueril actitud del que sacudiendo el tronco de un árbol sueña con derribarlo.

El PSOE, por su parte, por un lado se ha visto arrastrado, o se ha dejado arrastrar, al terreno del rival y adopta la misma táctica, especialmente cuando ha olido sangre en las actividades de la pareja de la inefable Isabel Díaz Ayuso, IDA, para los amigos.

Hay motivo de preocupación, porque este pugilato de descalificaciones gruesas amenaza con recorrer lo que falta de legislatura, dure esta lo que dure, con la consiguiente falta de iniciativas que beneficien a la ciudadanía. Y es que no les queda tiempo para dedicarse a otra cosa que no sea ejercer de sabuesos de las actividades ilícitas del oponente. Nos esperan jornadas de discursos parlamentarios de vuelo rasante, e incluso subterráneo.

Lo peor es que hay motivos para la descalificación. ¿De dónde coño habrá salido el tal Koldo? Todo apunta a que de una ópera bufa. ¿Y su santo patrono protector, el no menos inefable exministro Ábalos? Y la donosura y el gracejo de la flamante presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, la España de las Españas, ¿no le han dado para más que para echarse un novio aprovechátegui y macarra, con un pisazo en el que no encontrarse no ya con la ex, sino con la propia, y maserati a la puerta?

¿Por qué nuestros políticos no buscan como asesores a doctores ingenieros o a catedráticos de historia, derecho, economía o filosofía? ¿Por qué no se echan novios, novias, novies de altos vuelos intelectuales y alta exigencia moral y dan mando en plaza a Koldos o a «Luis sé fuerte», contratan Villarejos y se encaman con tipos que tienen un jaguar escondido en el garaje o un maserati a la vista de todos?

Realmente si juzgásemos a nuestros políticos actuales por el nivel que exhiben quienes los rodean, no nos quedaría otra que deprimirnos mientras recitamos el lema que Dante ponía a la entrada del infierno: «lasciate ogni speranza». Y lo que resulta nocivo es que toda esa mediocridad, ramplonería y ansia por sacar tajada es la realidad ruin que va aflorando desde que cada partido pone todo su empeño en aventar y pregonar las miserias del rival. Parece que no se dan cuenta de que no hay forma de contender en el lodo sin embadurnarse. 

Es así como hacen su agosto los antisistema de toda laya. Está pasando en Europa y pronto puede pasar aquí. Tiempo al tiempo.

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