Opinión | El prisma

¿Es España un país corrupto? / Nuestro hijo de puta es mejor

Se puede dar por seguro que los contribuyentes/votantes no tienen seguridad de que haya habido arrepentimiento de quienes fueron pillados con las manos en la masa y consecuentemente penados. Eso contribuye al sentir general de que la corrupción es inherente a la política española

El exministro José Luis Ábalos.

El exministro José Luis Ábalos. / Eduardo Parra / EFE

Los índices y listas sobre corrupción y transparencia muestran que España está estancada, con unos índices mediocres (alrededor del 60 sobre el óptimo 100) en comparación con lo del denominado ‘mundo desarrollado’. 

Esa es la mala noticia. La buena, muy engañosa, es que en ese entorno industrializado la media es muy superior a la que muestran la mayoría de estados de África, América, Asia...

Estos datos de referencia aportan poco, en realidad, al debate sobre la existencia de corrupción a cuenta del caso Koldo, o Ábalos, llámese como sea. Si bien otros índices revelan que la preocupación ciudadana por esa lacra es poca, o muy poca, no hay que perder de vista que la sensación general es que los tejemanejes oficiales u oficiosos que terminan desembocando en los juzgados, son algo que hay que asumir como inherentes al sistema.

Es esa una percepción solo admisible o admitida en la Europa del Sur. En la del Norte, las reacciones y los mecanismos para sacar a los sospechosos de corruptos del engranaje del poder son inmediatas y, en muchos casos, radicales. Es difícil de imaginar que en un estado nórdico, por ejemplo, el diputado Ábalos hubiera tardado tantos días en pasar al grupo mixto. Pero también resultaría allí inimaginable que su propio partido no lo hubiera defenestrado nada más conocer el escándalo, sin tantas dudas y rodeos.

Hay precedentes, que es lo malo. Porque, después de los años que lleva lo de la Gürtel o lo de Caja Madrid –por ejemplo– dando vueltas por los juzgados, ¿cómo es que el partido principal de la oposición se rasga ahora con tanta fuerza las vestiduras? O, mirando al otro lado, se siente la misma desazón con lo de los ERE andaluces.

Se puede dar por seguro que los contribuyentes/votantes no tienen seguridad de que haya habido arrepentimiento de quienes fueron pillados con las manos en la masa y consecuentemente penados. Eso contribuye al sentir general de que la corrupción es inherente a la política española, dándole la razón al conservador decimonónico británico Lord Acton: «El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente».

Al fin y al cabo, la política va de cómo llegar al poder. Un ‘verdadero o falso’ sobre la frase del diputado de ‘Su Graciosa Majestad’ arrojaría en España un apabullante resultado a favor de la primera opción. Lo que no es motivo para inferir automáticamente que todos los políticos son corruptos, pues eso sería caer en la trampa dialéctica filofascista para desacreditar el sistema democrático y abrir el camino a soluciones totalitarias.

El enconamiento y crispación actual en España hace que las diatribas incluyan cualquier pretexto para defender al conmilitón y atacar al contrario, hayan hecho uno y otro lo que hayan hecho. Hay doble, triple y hasta cuádruple rasero. Así, la frase de Lord Acton se completa por esa otra atribuida al presidente Franklin Delano Roosevelt sobre el dictador nicaragüense Anastasio Somoza: «Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». La innovadora política española trenza ambas sentencias, subsumiéndolas en una: «Nuestro hijo de puta es mejor que el de ellos». O sea que prietas las filas y a tirar dardos al otro lado, que ya escampará.

Así va la cosa.

Suscríbete para seguir leyendo