Opinión | El prisma

¿Por qué Murcia y Cartagena siguen siendo ciudades con récord de contaminación? / Se llama desidia

Extraña que, en una Región tan católicamente pía y dada a la religiosidad más ‘ostentórea’, nadie haya propuesto aún una rogativa para que el viento de levante, o cualquier otro, acuda en ayuda de nuestros sufridos tractos respiratorios

Si en algo somos primeros, por fin, es en mala calidad del aire. Lo sabemos desde que el día cuarto del año 2024, este diario publicó que la Región de Murcia es la de peor calidad de eso que respiramos en toda España. Las malas noticias se suceden desde entonces y todo sigue igual. La última fue portada también de este diario el miércoles: la contaminación y los microplásticos en el aire pueden favorecer más casos de cáncer de pulmón en edades cada vez más tempranas en Murcia, Cartagena, Alcantarilla y Lorca, según la Agencia Europea de Medio Ambiente.

En esos tres meses, se ha registrado una actividad inauguradora inusual, incluso para los parámetros, ciertamente exagerados, que tienen nuestros prebostes en lo que se refiere a anuncios de realizaciones –que rara vez se concretan– e inauguraciones o primeras piedras –que con frecuencia quedan en eso–.

Toda una ristra de nuevos medidores de calidad del aire ha sido convenientemente publicitada. Hay que calificar de encomiable tanta fiebre anuncio-inauguradora de estaciones medidoras (como también lo ha sido, por cierto, que la calidad del agua que llega al Mar Menor por la rambla del Albujón será medida cada cinco minutos, aunque esa es otra historia). Sería muchísimo más loable si, además de esos nuevos artilugios, se anunciaran medidas efectivas para reducir la suciedad de eso que ahora respiramos, en otro tiempo llamado ‘aire’.

Parece, y me gustaría equivocarme, por el bien de todos los respiradores regionales, que la cosa no pasa de ahí: dispositivos recién salidos de fábrica para medir más y mejor. No hay noticia de que se adopten o siquiera se estudien medidas radicales –no caben otras, dada la espeluznante situación– para disminuir de una vez la suciedad que nos entra por las narices directamente a los pulmones.

En el tiempo transcurrido de entre los informes citados, los ciudadanos han tenido que rezar para que esa asquerosa ponzoña, compañera nuestra de cada día, se pusiera en movimiento y se diluyera. Vamos, para que el dios Eolo nos regalara con su fuerza la posibilidad de respirar algo mejor, aunque fuera solo unos días.

Extraña que, en una Región tan católicamente pía y dada a la religiosidad más ‘ostentórea’, nadie haya propuesto aún una rogativa para que el viento de levante, o cualquier otro, acuda en ayuda de nuestros sufridos tractos respiratorios. Quizá haya que introducir subrepticiamente en el santoral a San Eolo para que un comité ad hoc de devotos se dirija al obispo Lorca Planes para que autorice la imploración pública.

La cosa viene de lejos. De tan lejos como cuando en los setenta, ochenta y noventa del siglo pasado había que desalojar los centros educativos cartageneros próximos a la tristemente recordada Potasas y Derivados. Los terrenos donde se ubicaban esa y otras factorías igualmente enmugrecientes siguen contaminados, imposibles de aprovechar para el desarrollo urbano de la ‘trimilenaria’.

Desde entonces, paralela y progresivamente, la capital de la Región ha sufrido un deterioro imparable de su calidad del aire (y de vida) gracias a un desarrollismo urbano basado en el uso del coche privado y el abandono del transporte público, además de que solo muy recientemente se ha puesto un cierto control a las quemas agrícolas. En Cieza saben algo de esto último también. La cada vez más frecuente llegada de polvo sahariano agrava el problema originado localmente.

El resultado, especialmente en Cartagena y Murcia, es un aire no solo irrespirable sino también infumable. Como lo es en ambas urbes la gestión municipal, incapaz de evitar el deterioro de la calidad de vida, que fue envidiable en un pretérito cada vez más lejano. Eso es desidia, y lo demás son tonterías. Pero habrá que aplaudir fervorosamente a nuestros gerifaltes, porque somos primeros de toda España. En mala calidad del aire, sí, pero campeones al fin y al cabo.

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