Lo veo así

Rafa Nadal, deportista y santo

Rafael Nadal nunca ha pretendido ser un héroe, y sí un gran deportista, que lo es

Rafa Nadal

Rafa Nadal / DIEGO FEDELE / EFE

Pity Alarcón

Pity Alarcón

El tenista Rafael Nadal se ha convertido en embajador de la Federación de Tenis de Arabia Saudí, como en su momento se convirtieron en embajadores del futbol de ese país, entre otros, Pep Guardiola o el actual entrenador del Barcelona, Xavi Hernández. Pero, extrañamente, esos nombramientos no produjeron el rechazo que sí ha ocasionado el del tenista, al que, al parecer, le pagarán unos quinientos millones de euros por ser embajador, pero también por desarrollar nuevas academias con su nombre y «aumentar el interés por el tenis entre la población joven», poniéndose en marcha «planes para desarrollar una nueva Rafa Nadal Academy que sirva como centro de excelencia» en Oriente Próximo, lo que obligará a Nadal a «pasar un tiempo en Arabia Saudí cada año para ayudar a fomentar y planificar el desarrollo de niños y niñas en el deporte».

Tengo la costumbre de oír todas las tertulias de radio y de televisión que puedo. Y leo todos los diarios que puedo. Y asombrada estoy con las clases de coherencia personal, dignidad, honradez, respetabilidad, nobleza y todos los adjetivos calificativos que ustedes quieran, que todos esos y esas tertulianas, todos esos y esas opinadoras, se permiten verter sobre la figura de Rafael Nadal, del que parece que no solo esperaban de él que fuese un extraordinario deportista, que lo es. Al parecer, muchos ciudadanos y ciudadanas lo tienen también por un superhéroe inmaculado de cualquier tentación terrenal. Un Santo, en definitiva, sin debilidades mundanas: tan mundanas como esos quinientos millones de nada.

Y esta sí que es una gran responsabilidad, para Nadal y para cualquier ser humano, porque yo tengo la sensación de que Rafael Nadal nunca ha pretendido ser un héroe, y sí un gran deportista, que lo es. Un deportista que siempre se caracterizó por su deseo de ganar, por su nobleza en la pista y su respeto hacia el contrincante, que es lo que hay que pedirle a alguien como él. Exigirle que, además, se convierta en paladín de los derechos humanos, siendo un ejemplo para la sociedad del mundo mundial, es un pelín desmesurado y un tanto hipócrita por parte de todos esos, y esas, que se están mesando los cabellos ante tamaño ‘escándalo’.

Rafa Nadal es, solamente, el último de los deportistas que han sido ‘seducidos’ por el dinero saudí. Uno más, porque no podemos olvidarnos de otro español, Jon Rahm, que firmó por el circuito saudí de golf a cambio de 550 millones de euros. Pero no solo son estos, la lista sería interminable, y no entiendo la razón de tanta crítica, porque, leyendo y oyendo las descalificaciones hacia él, da la sensación de que Rafa Nadal ha roto todas las barreras, cuando en los últimos años, Arabia, gracias a su dinero, ha conseguido: hacerse con la Fórmula 1; comprar las Supercopas de fútbol española e italiana; fichar a estrellas del futbol como Cristiano Ronaldo, Benzema o Neymar; crear su propio circuito de golf; hacerse con la organización de los Juegos Asiáticos de Invierno 2029 y consiguiendo la organización del Mundial de fútbol 2034, pese a tener una nula tradición deportiva. Y todo esto lo pueden hacer porque tienen el dinero por castigo. Que se acepten todas estas cosas con normalidad, con una gran naturalidad, y que el nombramiento de Nadal como embajador de tenis produzca tanto ruido es de un gran cinismo (me pregunto cuantos dirían que no).

Que Arabia Saudí se encuentra entre los países que viola más derechos humanos es verdad, como es verdad que está entre los dos o tres primeros con más condenas a muerte al año, a más de la falta de la libertad de expresión y la falta de derechos de las mujeres. Todo esto es verdad, pero, ¿en cuantos territorios musulmanes no está ocurriendo esto, exactamente igual, y el silencio es absoluto? ¿en cuantos estados ‘civilizados’ no son recibidos estos dirigentes a bombo y platillo? 

Pura hipocresía.

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