Tribuna Libre

El futuro incierto de los gazatís

Desolación en Gaza tras los bombardeos de Israel.

Desolación en Gaza tras los bombardeos de Israel. / EFE

Eugenio García Gascón

En la segunda fase de la invasión terrestre de la Franja de Gaza, las tropas israelís están progresando a menor velocidad. De hecho, la primera fase, que se centraba en el norte, todavía no ha concluido, puesto que han quedado importantes bolsas de milicianos que plantan cara a los soldados israelís aplicando estrategias de guerrilla.

Una de las consecuencias de la primera fase fue la expulsión de cientos de miles de civiles que residían en las localidades del norte. El Ejército los conminó a un desplazamiento forzado hacia el sur de la Franja, asegurándoles que allí estarían más seguros y que se atenderían sus necesidades básicas, algo que no ha ocurrido.

La segunda fase de la guerra se está centrando precisamente en el sur, es decir, donde los israelís dijeron que los refugiados estarían seguros. En la ciudad sureña de Jan Yunis se está observando un fenómeno distinto a lo que se vio en el norte. Los israelís piden a la población que se desplace a lugares más al sur que califican de más seguros, pero los palestinos permanecen mayoritariamente en sus casas porque desconfían de las directrices del Ejército.

Algunos palestinos del norte que optaron por no desplazarse al sur con el primer avance de las tropas israelíes explican su decisión diciendo que temen que quienes se vayan no puedan regresar a sus casas, o a las ruinas que han quedado de sus casas. No es algo nuevo. Unos 750.000 palestinos fueron expulsados en la guerra de 1948, cuando se estableció el Estado judío, y ellos y sus descendientes siguen sin poder regresar a sus pueblos 75 años después.

Muchos palestinos piensan que puede repetirse aquella gran tragedia que denominan Nakba. Israel estaría encantada de expulsar de Gaza y para siempre a la mayor parte posible de la población, unos 2,3 millones de personas, y el lugar natural para realizar la expulsión es Egipto. Varios ministros israelís se han expresado en esa dirección abiertamente y el resto del Gobierno de Benjamín Netanyahu no rechaza la opción explícitamente.

En las últimas semanas han circulado informaciones en el sentido de que Occidente, y en particular Estados Unidos, ha ofrecido al Egipto de Abdelfatah El-Sisi sustanciosos beneficios económicos a cambio de abrir a los desplazados la frontera con Gaza. De esta manera, cientos de miles de palestinos acosados por las bombas abandonarían la Franja y ya no volverían. Un ministro israelí, Bezalel Smotrich, ha dicho que la única solución humanitaria del problema palestino pasa porque los países occidentales acojan para siempre a la población de Gaza.

Acorralados

Las condiciones extremas que Israel está creando con los bombardeos sistemáticos y la aglomeración de palestinos en la frontera con Egipto apuntan en esa dirección. Netanyahu está estableciendo una situación favorable a que los desplazados, muchos de los cuales ya son refugiados de la guerra de 1948, pongan dirección más hacia el sur, hacia Egipto. De momento, los egipcios no han abierto la frontera, pero si en algún momento las circunstancias cambian y ceden a la presión, Egipto se convertirá en el punto de destino de los refugiados.

En el fondo, Israel conduce una política en esa dirección también en Cisjordania, donde incrementa a diario el número de colonos judíos y acorrala más y más a los palestinos en sus ciudades y pueblos, esperando que más adelante se presente la ocasión de expulsarlos. En Gaza, las circunstancias brindan ahora una oportunidad particularmente positiva para la expulsión de la población gazatí, y los israelíes la están favoreciendo al empujar a los palestinos hacia Egipto.

Pronto veremos si los bombardeos indiscriminados dan la razón a los israelíes. Quizás es eso lo que hace guardar silencio a Netanyahu en relación con el futuro de Gaza. Ciertamente, la ocupación israelí de los territorios palestinos es un gran problema, pero el primer ministro se niega a hablar de las posibles soluciones, como si aguardara que Occidente, y a la cabeza Estados Unidos, resuelvan un problema que Israel no tiene ninguna intención de resolver aplicando las resoluciones de la ONU.  

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