La Feliz Gobernación

La Justicia no es para los políticos

Ángel Montiel

Ángel Montiel

El juzgado de instrucción que investigaba la pieza separada del ‘caso Auditorio de Puerto Lumbreras’ ha decidido archivar las diligencias por carecer de medios para seguir el rastro de la subvención de seis millones de euros de la Comunidad autónoma destinados a su construcción, que quedó inconclusa. La instancia judicial es consciente de que hubo desviación de esos fondos a otras partidas, pero los apuntes contables son tan laberínticos que parece imposible seguirlos hasta datar su destino. 

La noticia es espeluznante. Un posible delito queda impune porque la Justicia carece de recursos para investigarlo a fondo. Esto, en un caso tan aparentemente sencillo como conocer el real destino de una subvención administrativa. Cabe sospechar qué ocurrirá con operaciones perfectamente organizadas por abogados expertos en ingeniería financiera que camuflan el dinero en empresas instrumentales superpuestas, fondos opacos y otros subterfugios expresamente concebidos para burlar la legalidad. 

Noticias como esta no deberían ser verdad, pues el mensaje que recibimos los ciudadanos es que estamos desamparados ante el abuso de los poderes públicos porque estos mismos se encargan de desasistir a las instituciones independientes que han de controlar la existencia de tales abusos. Un sistema judicial que carece de medios para investigar los desmanes políticos no garantiza la Justicia más que contra los robagallinas. 

No es ya sólo la politización de la Justicia al más alto nivel de su gobierno, sino también la precariedad con que funcionan los juzgados a cuyos titulares no se les puede influir ni engatusar con prebendas. Entre unas cosas y otras, el poder político tiene condicionada a la Justicia para que actúe a su favor, diferenciando de hecho a esa clase del resto de los mortales. 

Y si finalmente, contra viento y marea, prevalece el sistema judicial, queda para los políticos el recurso al indulto (caso Eres andaluces) y hasta la amnistía, pasando por despenalizar la malversación. Todo esto tiene un nombre: mafia. 

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