Las Calores

Yo, pecador

Imagen generada con Midjourney, programa de Inteligencia Artificial.

Imagen generada con Midjourney, programa de Inteligencia Artificial. / Enrique Olcina

Enrique Olcina

Enrique Olcina

Estaba en el arrobo del momento de recibir la Eucaristía en la misa multitudinaria oficiada por el Papa en el encuentro de la Juventud. Había decidido ser mejor persona tras entonar el ‘yo pecador’, dándose golpes en el pecho, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa, y la brisa lisboeta casi elevaba su espíritu al fuego de la tienda de Jesús, Moisés y Elías de la lectura. Notó la fuerza de la transubstanciación cuando la hostia estuvo en su boca. Dudaba si en la confesión lo había dicho todo, la carne es débil y un beso a oscuras buscando tocar por debajo de la camisa no es realmente un pecado mortal. Sí había hecho mención de pasada a ‘la carne’ y, en ese entendimiento, el confesor le había recomendado templanza y observación de la santidad del cuerpo, y el matrimonio como remedio a la concupiscencia. Lo que sí se le olvidó completamente era que había cantado un himno de odio y guerra que había servido para hacer a los débiles eso que habían hecho a Jesús hace más de dos mil años, con la excusa, precisamente, de Jesús. Pero es que cantar el Cara al Sol no era pecado.

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