Negociaciones tras el 23J

¿Quién se sentará en la silla soberanista de la mesa del Congreso?

Estar en la Mesa supone tener acceso a información reservada, influencia en la agenda y el calendario legislativo, pero no es un cargo exento de contradicciones para los partidos independentistas

El Congreso de los Diputados, durante un pleno en la pasada legislatura.

El Congreso de los Diputados, durante un pleno en la pasada legislatura. / E. PARRA / EUROPA PRESS

Sara González / Miguel Ángel Rodríguez

La semana arranca con el jueves señalado en rojo en el calendario e incógnitas por despejar. La primera, si el PSOE se saldrá con la suya y amarrará una mayoría progresista en la Mesa del Congreso, para la que necesita un primer acuerdo con Junts. La segunda, en el caso de que así sea, quién se sentará en la silla soberanista que los socialistas están dispuestos a ceder a cambio de ese apoyo, si es que al final hay quien se quiera sentar. Porque, de partida, ERC, Bildu y el BNG ya han dicho que no les interesa, mientras que Junts y el PNV se mantienen herméticos, aunque fuentes conocedoras de las negociaciones sostienen que son estos últimos los que más encajarían en este puesto.

Estar en la Mesa supone tener acceso a información reservada, así como influencia en la agenda y el calendario legislativo, pero no es un cargo exento de contradicciones para los partidos independentistas en términos de representación estatal. Es precisamente por ello que puede acabar siendo un ofrecimiento más espinoso que goloso para los soberanistas. De ahí que haya quien considere que son los nacionalistas vascos los que están "más preparados" para poder ostentar esa responsabilidad, si es que así lo quieren. Entre otros motivos, porque ya han desempeñado esa función en otras legislaturas.

Lo "más lógico" si se tiene en cuenta el contexto de la investidura, dicen dichas fuentes, es que ni ERC ni Junts se queden con esa silla. Si una cosa está intentando el PSOE es que la competencia entre los dos partidos catalanes no se imponga en las negociaciones. Que uno de los dos estuviera en la Mesa ya sería una diferencia de trato respecto el otro. Los socialistas creen que el frente común entre ambos partidos independentistas es más favorable a que la interlocución llegue a buen puerto si no se prima la rivalidad entre uno y otro. Por ahora, les han garantizado a los dos por igual que facilitarán que tengan grupo propio pese a no cumplir con las condiciones.

El silencio del PNV y de Junts

Sin embargo, mientras los republicanos ya han dejado caer que ese puesto no va con ellos, los posconvergentes no han dicho ni esta boca es mía. La votación de la Mesa del Congreso es una prueba del algodón para la mayoría que Sánchez necesita para la investidura. Que prospere, será un primer paso para lograrlo. Que fracase, un serio aviso que dejaría la presidencia en manos del PP y que acercaría el escenario de la repetición electoral.

El PNV está entre dos aguas en esta señalada fecha. Los populares también intentan seducirles ofreciéndole esa silla en la mesa. El PSOE confía en el 'no' a Alberto Núñez Feijóo reiterado por los de Andoni Ortuzar. Los antecedentes históricos hacen preveer un acuerdo de los jeltzales con los socialistas. En 1993, cuando fue elegido Félix Pons como presidente del Congreso, el PSOE cedió un asiento al PNV. Lo mismo hizo en 2008, pese a que la formación vasca no respaldó al cadidato socialista a presidir la Cámara, José Bono. Y en 2019, también sin necesidad aritmética, le dieron un asiento en la Mesa del Senado.

Ahora, que los jeltzales finalmente sellaran una alianza en la Mesa con los socialistas sería la fórmula para mantenerles en el llamado bloque progresista, pese a que tampoco garantiza que, en un momento dado, no se desmarquen si así lo creen oportuno. No obstante, aunque este movimiento les permitiría ser decisivos en cada votación del órgano que lleva la batuta en la Cámara baja, el PNV podría rechazar este ofrecimiento ante la cercanía de las elecciones vascas y su lucha con EH Bildu, una formación que defiende de manera tajante que van al Congreso de los Diputados como "embajadores" de otro país y que, por tanto, no participan de sus instituciones.

Con todo esto, hay otro escenario que no cabe descartar dadas las dificultades de cada uno de los actores por justificar lo que pacta con el PSOE: que finalmente en esa silla cedida a los soberanistas no se acabe sentando ninguno de ellos porque a nadie le compense un peso institucional que cree que les puede reportar más dolores de cabeza que ventajas.