Salud

Doctor Guau vuelve a sus orígenes en el Santa Lucía

El hospital Santa Lucía retoma tras la pandemia las terapias asistidas con perros para mejorar la recuperación de los niños que se encuentran ingresados y de los pacientes de Psiquiatría

Garra pasa por un túnel de agilidad bajo la atención de los niños hospitalizados y de Gabriel y Sara, de Fundación Centauro Quirón.

Garra pasa por un túnel de agilidad bajo la atención de los niños hospitalizados y de Gabriel y Sara, de Fundación Centauro Quirón. / Iván Urquizar

Adrián González

Adrián González

El Doctor Guau vuelve a sus orígenes, a su primera casa y a donde comenzó su proyecto. La terapia con perros y las actividades de intervenciones asistidas que se desarrollaban en el hospital Santa Lucía de Cartagena -y que la pandemia del coronavirus paralizó- ha vuelto a ponerse en marcha en el centro sanitario de referencia del Área II de Salud.

Desde el Servicio Murciano de Salud (SMS) recuerdan que el complejo hospitalario cartagenero «fue pionero a nivel regional en desarrollar esta iniciativa en su planta de Pediatría» y, con la covid, dejó de estar en vigor el acuerdo con la empresa que lo inició. Ahora es la Fundación Centauro Quirón, entidad que ayuda a la formación específica en terapias e intervenciones asistidas por animales así como en educación y adiestramiento animal, la que se encarga de prestar este servicio.

Una parte fundamental de este proyecto es el trabajo que desempeñan también los equipos de atención educativa hospitalaria y los profesionales que forman parte de las aulas hospitalarias. En este caso, los profesionales del Santa Lucía han actuado de intermediarios «desde un primer momento» para retomar el plan.

En el Virgen de la Arrixaca de Murcia retomaron esta actividad en abril del pasado año y de momento está funcionando de forma «muy satisfactoria» en el Aula Hospitalaria, indica Pedro Ferrer, gerente de la Fundación. Pero, además, en el nuevo acuerdo se incluye también la visita a los pacientes de la Unidad de Psiquiatría de los hospitales para que se puedan beneficiar igualmente de este tipo de intervenciones terapéuticas.

Garra rastrea con su hocico en busca de ‘premios’ escondidos por los niños en la alfombra olfativa.

Garra rastrea con su hocico en busca de ‘premios’ escondidos por los niños en la alfombra olfativa. / Iván Urquízar

Este programa ayuda a abordar la superación del trauma hospitalario así como los conflictos emocionales y físicos, creando «un territorio simbólico» a través de la relación con los perros, donde se generan fuerzas con las que los niños son capaces de enfrentarse a su realidad. También se estimula el desarrollo motriz, ya que se consigue la rehabilitación motora a través de juegos con perros, que sustituyen a los ejercicios realizados con aparatos, y la potenciación de los hábitos de salud y su importancia a través de actividades de higiene con los animales.

Hace unos días Garra llegó por primera vez al Santa Lucía, donde conoció a los niños que permanecen ingresados en el hospital. Esta perra, de unos tres años, fue abandonada y recogida hace dos en Alguazas por los miembros de la propia Fundación Centauro Quirón. Fue ‘bautizada’ con ese nombre tras ser encontrada «plagada de parásitos, de garrapatas», recuerda Pedro.

Ahora, Garra, que fue adoptada por una de las psicólogas que forman parte de la Fundación, es una de las principales protagonistas del equipo de terapia en hospitales. Acompañada de la psicóloga Sara Martín y del técnico educador Gabriel Almécija, los niños ingresados en el Santa Lucía ya han tenido la oportunidad de conocerla, interaccionar y jugar con ella.

Entre las actividades que realizan, los menores cortan salchichas y se las dan a la perra, comprueban cómo se desenvuelve rastreando ‘premios’ escondidos en la alfombra olfativa o cómo recorre un túnel de agilidad: «Aparte de venirle bien a la perra a nivel físico, los usuarios también trabajan la coordinación, la paciencia o la tolerancia a la frustración. Al final, no deja de ser una actividad llamativa, tanto para los más pequeños como para los más adultos», explica Gabriel.

En cuanto al trabajo con la alfombra olfativa, añade, «primero les explicamos a los niños la importancia del olfato en los perros, puesto que es el sentido por el que más información reciben. Y, mientras, ellos cortan y esconden premios, trabajando así la motricidad a distintos niveles».

Desde el punto de vista sanitario, todas estas actividades contribuyen a disminuir la ansiedad y el estrés del niño, a conocer de forma lúdica el protocolo de las intervenciones sanitarias, ya que los menores simulan curar a los perros; se mejoran los casos de depresión, se reduce la presión arterial, y, además, se aumenta la autoestima y se eleva el estado de ánimo.

«Trabajamos con un beneficio bidireccional -apunta Sara-, ya que a los niños esta actividad les ayuda a evadirse un poco de la realidad y del proceso que están viviendo dentro del hospital, pero los perros también salen beneficiados».

Aunque Garra ya está adoptada, «en todos los proyectos que solemos llevar a los centros contamos con perros que pueden ser adoptados. Y son los mismos pacientes los que los ‘entrenan’ y juegan con ellos para que no tengan problemas de conducta, obedezcan a todos los comandos y que socialicen», dice Sara.

«Para mí, solo viendo cómo cambian las caras con la llegada de Garra, ya me hace replantearme la importancia que tiene y lo que puede llegar a humanizar un perro en un entorno como es el hospitalario», asegura por su parte Gabriel.