Opinión | Luces de la ciudad

Decisiones

Según algunos estudios, las personas tomamos alrededor de 35.000 decisiones al día, ¡qué estrés! Menos mal que la mayoría, el 99,74%, las hacemos de manera automática, es decir, sin ser conscientes de ello

Cuando voy de compras, algo que suele ocurrir con poca frecuencia y casi obligado por la voz de mi conciencia, que insiste una y otra vez en la necesidad de renovar parte del vestuario; suelo comprarme, a pesar de mi afiliación cromática al Paso Blanco y al Real Madrid, todas las camisas en tonos azules, principalmente azul marino. No exactamente iguales, pero sí parecidas, algo que me ha llevado a pensar si en alguna ocasión alguien se habrá preguntado: «¿es que este tío no se cambia de camisa nunca?». 

Es evidente que no se trata de llevar la misma ropa todos los días, sino, según los gustos de cada cual, utilizar un patrón de vestimenta que te simplifique la toma de decisiones diarias y te ahorre tiempo. Dicen que de media cada persona tardamos 17 minutos en decidir que ropa nos ponemos, aunque los hombres pensemos que solo utilizamos 6 y las mujeres crean que 9. En mi caso, es bien sencillo y rápido, o me pongo la camisa azul marino o la camisa azul marino.

Reconozco que sentí cierto alivio al conocer que es una práctica más habitual de lo que yo creía, y que, según se explica en un artículo leído recientemente de Rubén Andrés, incluso personajes de la relevancia de Steve Jobs, Barack Obama, Christopher Nolan, Albert Einstein o Mark Zuckerberg ya decidieron, en su momento, optar también por esta opción, es decir, por un patrón de vestuario para toda la semana, y no precisamente por una cuestión de estética, sino de productividad. De esta forma, eliminan de la ecuación decisiones intrascendentes y dedican toda su atención a las que de verdad importan. Zuckerberg llegó a decir en una entrevista que sentía que no estaba haciendo su trabajo si gastaba parte de su energía en cosas frívolas de su vida.

Y es que, según algunos estudios, las personas tomamos alrededor de 35.000 decisiones al día, ¡qué estrés! Menos mal que la mayoría, el 99,74%, las hacemos de manera automática, es decir, sin ser conscientes de ello. Aun así, todavía tenemos que enfrentarnos a diario a unas 100 decisiones reales en las que malgastamos tiempo y energía. Algunas, sin embargo, carecen de importancia más allá del día a día, como precisamente ¿qué me pongo hoy?, o ¿qué voy a comer hoy?, o ¿qué serie voy a ver hoy? Mientras que otras, más complejas, decisiones sentimentales, laborales, económicas… nos obligan a elegir, generalmente y aunque no estemos del todo seguros, entre dos opciones totalmente opuestas que pueden ser trascendentales en el devenir de nuestro futuro.

Y es concretamente en estas decisiones donde entran en acción nuestras emociones y donde es inevitable una disputa entre el corazón y la mente, entre la intuición y la lógica, cuando el miedo a equivocarnos sobrevuela nuestras cabezas. Sin embargo, estamos obligados a correr ese riesgo, a lidiar con los distintos factores que entran en juego en una decisión importante, a valorar y afrontar las consecuencias de un error en nuestra elección, a no dejarnos arrastrar por las opiniones de terceras personas, ni a sucumbir ante esa sensación de duda crónica que nos impida avanzar.

Centrémonos, pues, en lo que decía Zuckerberg y dediquemos nuestra energía a lo importante. Simplifiquemos las decisiones banales y confiemos en ese gran poder de la intuición que deje a la margarita con todas sus hojas. Asumamos con naturalidad que nosotros somos nosotros y nuestras decisiones, y que, a pesar de lo que cuesta a veces elegir, e incluso, más allá del resultado de esta elección, poder tomar nuestras propias decisiones es todo un privilegio.

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