El cuento de los martes

Beto en... ‘La expedición. Segunda parte’

L.O.

«A ver, mastuerzos, ¿alguno de vosotros se acuerda de lo que me prometisteis hace unos meses?», dijo María con los brazos en jarras. Y de repente el gesto de todos cambió, como si se les hubiera iluminado una bombilla, y María soltó un suspiro y dijo: «Siempre igual, eh». Uno por uno le fueron pidiendo perdón, y se los veía realmente arrepentidos, pensó María.

Finalmente decidieron que sería el día siguiente, martes, cuando por fin se reunieran en la base para organizar la expedición científica al campo que le habían prometido a María hacía unos meses, justo antes de que la propuesta improvisada de Beto acabara imponiéndose, como siempre.

Aquella noche María no pudo pegar ojo, y Beto tampoco. Si bien al principio aquella idea tampoco le había entusiasmado en exceso, si bien la había aceptado tan solo para complacer a María, ya que sabía que hasta ahora siempre habían hecho lo que él había querido, y en el fondo se sentía mal por ello, poco a poco la idea había ido calando en él, sobre todo ahora que al fin parecía estar materializándose y volviéndose real.

Así que decidió que al día siguiente, para demostrar su interés y su voluntad por que la idea fuera lo más exitosa posible, acudiría a la reunión con todos los enseres que le parecían necesarios para llevar a cabo la expedición. Y así lo hizo. Para sorpresa de todos, que pensaban que Beto simplemente se estaba dejando llevar para que María estuviera contenta, en cuanto llegó abrió la mochilla que traía a cuestas y, poniéndola bocabajo sobre la mesita de la estancia principal de base, dejó caer todo lo que llevaba dentro. Nadie sabía de dónde podía haber sacado Beto todo aquello, pero no podían dudar de sus propios ojos: todos aquellos objetos, que más parecían propios de un explorador que de un niño de colegio, de verdad se encontraban ante ellos. Una brújula, por ejemplo, y un mapa físico de la Región en el que Beto había ido apuntando los principales puntos en los que debían investigar. También había traído pinzas para coger insectos, una serie de botes de plástico con adujeritos diminutos para meterlos y bolsitas en las que guardar los ejemplares de las distintas plantas que fueran recolectando durante la expedición. Por último, también había llevado un espray antimosquitos y crema solar, esta última especialmente para Hugo, que solía quemarse cada vez que le daba el sol más de diez minutos y se volvía rojo, rojo como una gamba.

«¿Qué os parece?», preguntó Beto con una sonrisa de oreja a oreja cuando comprobó que su alarde de previsión había causado la impresión que buscaba, «¿creéis que con esto tendremos suficiente?».

María, que, como Hugo y Juanfra, se había quedado boquiabierta cuando de la mochila de Beto habían empezado a salir objetos, uno tras otro, como si fueran infinitos, de repente se había sentido ofendida por la pregunta de Beto, y sobre todo por esa sonrisa de oreja a oreja que en su compañero no quería decir otra cosa que: «¿Veis? Soy el más listo de todos», y, sin poder contener su enfado, dijo: «Sí, Beto, creo que con esto tendremos suficiente, gracias por tu ayuda», en un tono que no dejaba ninguna duda y que sorprendió al resto de sus compañeros, que esperaban que reaccionara con agradecimiento al acto de Beto, que solo pudo contestar al exabrupto de María con una pregunta: «¿Qué te pasa?». Esto cabreó todavía más a María, que, tras hacer señalar el montón de objetos que se encontraba sobre la mesita, soltó un bufido y salió corriendo de la base.

Sorprendidos, Beto, Juanfra y Hugo se rieron nerviosamente. «Habrá ido al baño», pensaron. Pero, a medida que fueron pasando los minutos, la preocupación se fue apoderando de los tres, hasta que, transcurrido apenas un cuarto de hora, decidieron ir a buscar a María. Recorrieron de punta a punta la casa de Hugo, miraron hasta en el rincón más recóndito del garaje y de la terraza y no encontraron a María por ninguna parte. Hasta que llegaron al salón y se encontraron con el padre de Hugo sentado en el sofá, viendo un partido de fútbol en la tele, que les dijo: «Si buscáis a María, me ha dicho que no quiere saber nada más de vosotros y se ha ido. ¿Se puede saber qué le habéis hecho?».

Y así acabó la primera reunión de preparación de la expedición que tanto había esperado María.