Opinión | En su rincón

Miguel Ángel Hernández, escribir es vivir

"Hubo quien creyó que yo iba para cura porque tocaba el órgano en la iglesia y fui monaguillo"

Miguel Ángel Hernández, fotografiado en Murcia.

Miguel Ángel Hernández, fotografiado en Murcia. / Javier Lorente

Es una de las mejores cabezas pensantes de nuestra Región. Miguel Ángel Hernández Navarro, reconocido profesor de Historia del Arte y muy leído y aclamado escritor, tanto de sesudos artículos y libros de crítica del arte, como de grandes novelas (Intento de Escapada, El dolor de los demás, Instante del peligro, Anoxia). Lo conozco y admiro desde aquellos tiempos de los Cursos de Arte Contemporáneo del Cendeac. Ejerce de profesor de Historia del Arte, y hasta ha escrito un delicioso libro sobre la siesta.

"Viajar está sobrevalorado y me cansa, a veces el mejor lugar del mundo es tu sillón, con un libro"

«Soy del Rincón de Almodóvar, en la pedanía de Los Ramos, la familia de mi madre es de la huerta y la de mi padre de Guadix, yo soy el menor de cuatro hermanos, siendo el mayor, José Antonio Navarro, un importante escultor imaginero. Desde la infancia, he visto mi casa llena de santos y religiosidad. Hubo quien creyó que yo iba para cura porque tocaba el órgano en la iglesia y fui monaguillo. Las esculturas religiosas de mi hermano me motivaron para estudiar Historia del Arte, pero en la carrera descubrí el Arte Contemporáneo. Me distancié de esta tradición religiosa. Lo que sigo siendo es un ‘cristiano cultural’», me dice.

Mundo ajeno y autobiográfico

«En casi todas mis novelas hay unos narradores que están en un mundo que no les pertenece», me cuenta, y añade: «Hay bastante de autobiográfico cuando escribo de gentes que están entre esos dos mundos, con un pie en uno y otro pie fuera: por un lado está la tierra, el origen, la huerta, aquello de lo que nunca puedes huir del todo, y por otro lado el mundo, la cultura, los libros… Es una especie de insatisfacción permanente, pero lo que he descubierto es que puedes estar en ambos lados a la vez. Creo que el arte no tiene que alejarte de la vida y del mundo, y viceversa. No hay que fliparse demasiado con el arte, hay que tener los pies en la tierra».

Miguel Ángel Hernández, fotografiado en Murcia.

Miguel Ángel Hernández, fotografiado en Murcia. / Javier Lorente

«No podría vivir sin libros, pero con mesura, que conste, porque también me gusta la vida y la gente. El arte y la vida están conectados: escribir es vivir, y pasártelo bien con la gente también te ayuda a crear», asegura, y me habla de cómo le inspira la vida a la hora de escribir novelas: «Cuento mis emociones y mi memoria. La gente, en general, no quiere que escriban de ellos. Muchas veces se reconocen en mis personajes, pero yo escribo novelas, no crónicas, así que ellos tienen otra versión, pero si no les gusta la mía, pues que escriban la suya», dice entre divertido y malicioso, y vuelvo a constatar que estoy ante un intelectual, tan dotado para la reflexión, la filosofía, el dolor y la intriga, como para el humor. Le pregunto sobre su proceso creativo y comienza hablándome sus largas horas sentado, leyendo y escribiendo, su poca afición al deporte, aunque lleva años apuntado a un gimnasio por recomendación médica, y su perseverancia: «A veces, tras muchas páginas, uno se da cuenta que ha echado por el camino equivocado y que tiene que volver a empezar, pero nunca el tiempo es perdido, que dice la canción de Manolo García, que hasta de los errores se aprende. En una novela, primero le doy vueltas al argumento, y cuando ya tengo la historia trabajo en su estructura. Primero sabes lo que va a pasar, pero lo importante es convertirlo en literatura: la composición, la perspectiva, el encuadre, la técnica… Como cualquier obra de arte, como siempre digo en los talleres de escritura que imparto. Tengo suerte de no tener demasiada presión por terminar por parte de mis editores».

"Soy escritor"

Me gusta su confesión: «Me siento muy bien en mi trabajo de profesor, me gusta enseñar, lo disfruto y a veces tengo grupos y alumnos maravillosos, me gusta compartir intelectualmente con ellos y hasta compartir otros diálogos y unas cervezas, pero si tengo que elegir, he de decir que me considero, sobre todo, un escritor: en mi cabeza soy escritor. Si pegara un pelotazo al estilo María Dueñas, me dejaría las clases en la universidad para tener más tiempo para leer y escribir. Daría clase de vez en cuando, eso sí, y sin cobrar. Lo que cada vez me gusta menos son las fórmulas y requisitos administrativos y académicos, incluso para publicar. Escribir narrativa me ha hecho más libre y de ello se han contagiado mis escritos de crítica del arte, que poco a poco tiran por el camino de en medio». Ya no son textos que explican, sino textos que acompañan, una suerte de ficción crítica. Creo que ya no sería capaz de escribir Más allá del ocularcentrismo. La antivisión en la Historia del Arte, su tesis doctoral que le dirigió su antes inseparable Pedro Alberto Cruz y que habla de importantes tendencias en el Arte Contemporáneo que usan la ocultación, la reducción y la desmaterialización, en lugar de la acostumbrada evidencia material.  

Sobran poetas mediocres

Como gran aficionado a la música en directo y a los festivales me explica: «El directo de los escritores no es la lectura, que los lectores hacen en soledad, sino cuando das una charla o conferencia, es decir, la reflexión. Eso no pasa con los poetas, claro, que hacen recitales» y ante mi demanda me dice: «Sí, me gusta y leo mucha poesía, y aunque me premiaron en un Murcia Joven, la respeto tanto que no la escribo: sobran poetas mediocres. Hay que hacer como en el cine: todo el mundo se graba vídeos con el móvil, pero no se cree cineasta».

Me quedan 8 folios con maravillosas reflexiones y frases de Miguel Ángel Navarro, imposible de resumir aquí. Hablamos de su generación en la Región, de Moyano, de Marisa López Soria, de Viva Suecia, de Second… De su afición al fútbol, de sus preocupaciones políticas, sociales y medioambientales, me dice que no podemos mirar a otro lado y que las mejoras no vendrán a golpe de tuit, que vivimos en una época en que vuelve el ansia de salvadores y radicalismos, y que respeta a la gente comprometida en acciones concretas por los necesitados, contra las guerras, los desahucios o la censura, y añade: «Esta crisis del capitalismo es insostenible. La abundancia es imposible para la mayoría y además no hace feliz». Y me sorprende: «Viajar está sobrevalorado y me cansa, a veces el mejor lugar del mundo es tu sillón, con un libro».

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