Opinión | Agua de mi aljibe

Práctica con tradición

La Berrea, en estos tiempos otoñales, no debería servir para poner paños calientes a lo del colegio mayor de los niños pijos; sí, esos que nos van a gobernar en el día de mañana. En situaciones así deberíamos ejercer mano dura, pues no hay broma que valga, ni embriaguez que lo justifique. He titulado este artículo con una frase del escrito que se ha hecho viral, en el que escribe una pretendida representante de las chicas ofendidas del edificio de enfrente, diciendo que «a pesar de la gravedad de sus palabras, se trata de una práctica con tradición entre los colegios mayores… así que aceptamos las disculpas y rogamos discreción sobre todo esto».

Mira por dónde, esto que dicen que han escrito las chicas y que yo apostaría porque sean de los dueños del negocio de la residencia y ‘su buen nombre’, son las que a mí me parecen más intolerables por muchas razones: porque se supone que no nacen de la enajenación mental de los machos dándose topetazos con los cuernos, sino de la más pausada reflexión. Hay ya tantas cosas que no deberíamos blanquear… («Ay de vosotros, sepulcros blanqueados…»). Hay tantas hermosas y necesarias tradiciones que conservar como costumbres bárbaras, hipócritas, injustas, denigrantes y violentas que, que se disfrazan bajo la capa de la tradición pero que hay que cortar por la raíz antes de que ahoguen el árbol y sus buenos frutos. Os dejaría en blanco lo que me queda de página para que añadierais todo lo que os parece intolerable y que hay que cercenar por lo sano si no queremos sucumbir como personas, sociedad, familias y especie, empezando por lo que nos rodea.

La democracia de nuestro mundo civilizado, que ya sabemos que es la menos mala de las formas de organizarse, promueve, cuando interesa, la participación ciudadana y hasta los Ayuntamientos hacen campañas para dar voz a los vecinos y la posibilidad de elegir por votación popular en qué cosas se emplean unos dineros. Es verdad que nunca son cantidades excesivas, que apenas dan para poner un césped artificial en el campo de fútbol del barrio. Se nos da la posibilidad de elegir entre el césped o unos bancos y unos juegos en la plaza o en el colegio. Es bonito y vienen los políticos y se hacen una foto y sacan una noticia con titulares muy grandes y declaraciones preciosas.

Cuando hay que decidir cosas de más importancia, de mucho más presupuesto o que cambian radicalmente nuestro paisaje natural, rural o urbano, parece que los políticos que nos mandan no terminan de confiar en nuestro criterio o, peor aún, tienen claro que va a ser distinto al suyo, así que se esfuerzan en ir corriendo, aunque sea con nocturnidad, para que nadie les fastidie sus planes por nuestro bien o por el bien de otros o de ellos mismos, ya sabéis: «Todo para el pueblo, pero lo importante, sin el pueblo, que es un fastidio».

No es de extrañar que haya una confluencia mundial en que las gentes prefieren votar al demonio, ya desesperados de ver que los ángeles no les solucionan nada, y dicen «vamos a probar con estos, que dicen que ellos no son políticos, a ver si nos arreglan la situación». Y ahí tienes lo que parecía imposible: que los pobres voten a los criados de los ricos, a ver si les dejan entrar en la mansión, aunque sea para servirlos.

La política está muy mal vista, aunque viene de antiguo. Ya decía el general Franco: «Haced como yo, no os metáis en política», y aún seguimos con ello. Nos dicen que todos los políticos son iguales, que da igual ser de derechas que de izquierdas, que todo es la misma mierda, pero no nos damos cuenta de que hay algunas corporaciones muy interesadas en que la gente se desanime y se encierre en sus casas y en sus pantallas y los deje hacer. El pan y circo sigue funcionando, tenemos fiestas y tenemos películas de Netflix, pero si salvamos el Mar Menor será porque la gente aún resiste.

No se ha parado de luchar, y lo que queda, porque a la primera que paremos a descansar ya nos llenarán nuestra laguna salada de placas fotovoltaicas, la nueva especulación con el disfraz de vamos a promover energía renovable. ¿Qué necesitáis a cambio que nos dejéis establecernos? «Todo esto te daré si me dejas llenar de placas todo lo que alcanza vuestra vista…». Se ha abierto la veda y los brokers tienen mucha prisa.

La prisa es una práctica con tradición, de las más decisivas. Hay políticos que, habiendo sido elegidos por los vecinos, una vez en el poder, sirven, de vez en cuando y en los temas gordos, a los intereses de los poderosos. Hay cosas que no se votan democráticamente porque urgen o porque son demasiado importantes. No se trata de poner unos juegos infantiles, hay cosas que se deciden entre unos pocos representantes, es más fácil convencerlos y hay que hacerlo rápido, antes de que el personal se despierte, o antes de que estén en vigor leyes, como la de protección del Mar Menor, que obliguen a respetar esta hermosa zona.

Es muy triste, pero también indignante, que cincuenta colectivos y asociaciones de defensa del paisaje, el patrimonio, la cultura o la zona del Mar Menor, estén clamando por la ordenación de la invasión apresurada y descontrolada de instalaciones fotovoltaicas que van a inundarlo todo (sólo hay que ver, por ejemplo, las previstas en torno al pueblo de El Algar) y se les llame ‘un colectivo’. Peor aún es que intervengan en el pleno municipal de Cartagena, con un escrito debatido, consensuado y bien justificado, y la única respuesta sea que «si acordamos algo distinto a lo que ya hemos pactado, sería prevaricar». No me creo que ni siquiera se hayan molestado en tener un poco de empatía y decir: «Compartimos vuestra apuesta por las energías renovables y vuestra preocupación por el paisaje, el medio ambiente, el desarrollo de los pueblos y el cuidado del Mar Menor, os agradecemos vuestra colaboración altruista, ya que os debemos nuestros sueldos y nuestros cargos, así que vamos a intentar llegar a acuerdos, encontrar soluciones, buscar lugares alternativos… y hacerlo, como siempre, con la participación ciudadana y con vuestras asociaciones». Pues no, ni molestarse, escuchan la lectura de varias páginas, y a otra cosa. Eso sí, nada más salir, se enzarzan en lo mismo en que estaban cuando llegaron los vecinos: en sus disputas partidistas y sus acusaciones de que en cualquier reivindicación siempre hay ‘política’ de por medio: Se cree el ladrón que todos son de su condición.

Los partidos políticos son necesarios, así lo dice nuestra Constitución y sin ellos no habría democracia, pero también hacen falta vecinos, no solamente para depositar su voto, con la nariz tapada, cada cuatro años. No puede haber democracia real si no se da una participación a los vecinos que, además de estar regulada en un reglamento, debe hacerse efectiva. Está muy feo que cuando un partido está en la oposición se dedique a animar a los vecinos en sus reivindicaciones y, cuando está en el poder, se invente lo que sea para aplacarlos, manipularlos, dividirlos, descabezar sus organizaciones, o ningunearlos. Y no digamos cuando los políticos acusan a los ciudadanos de ‘hacer política’, suena surrealista. Podría dedicar un artículo entero a poner ejemplos de ello. Quién lo probó, lo sabe.

Hay decisiones políticas tan decisivas e irreversibles, que pueden mejorar o arruinar nuestro futuro, como que el tren venga por arriba o por abajo, que el Mar Menor se cuide o se muera, o que la instalación de placas fotovoltaicas sea una oportunidad para nuestra Región o sea la puntilla para los pueblos del Campo de Cartagena y el Mar Menor. El tiempo lo dirá pero, eso sí, dentro de unos años no podremos pedirles cuentas a los políticos de hoy, no quedará nada de ellos, estarán colocados en otras cosas, las cuentas nos las pedirán a nosotros, los ciudadanos que lo consentimos. Como siempre, la democracia la salva el pueblo y nuestro entorno también.

Algunas veces el pueblo creería más en la democracia si fuera escuchado, si le dieran participación en todo, que todo le incumbe, y sobre todo, si, por una vez, saltándose la tradición, fuera respetado.

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