Opinión | Agua de mi aljibe

Sería fantástico

Sería fantástico, como dice el gran poeta del Poble Sec, que los columnistas estuviésemos equivocados y no tuviéramos que escribir de todo lo que nos preocupa, de lo mucho que queda por hacer o de los nubarrones negros que nos amenazan cada vez que miramos al horizonte. Sería fantástico poder escribir del trino de los pájaros, que todos fuéramos vecinos y que no nos encerrásemos en nuestras casas, aislados como en un búnker de comodidad, mirándonos en las pantallas de lo irreal para resistir a la crecida de esa rambla que todo lo arrasa, hasta nuestras vidas, que van a dar al Mar Menor. Sería fantástico que todos tuviesen un hogar, que nadie estuviese solo, que los de tu calle fueran como de la familia y que en ninguna casa nadie sucumbiera al hielo, desenchufado. Sería fantástico que no hubiera ni un crío, ni un viejo, ni una madre, ni una hija, nadie tirado en la puta calle por una mala racha ni por un abuso,ni por un desahucio promulgado por buitres insaciables.

Sería fantástico que no estuviésemos siempre a la gresca, peleados con el de al lado, ni con el de enfrente, que los huertos no estuviesen siempre vallados, que todo el mundo tuviera una naranja que llevarse a la boca y que el pan pudiera ser nuestro, y de todos, cada día, que no estuviera adulterado y que no hubiesen cerrado las panaderías ni las librerías de tu pueblo. Sería fantástico que nuestros barrios no fueran sólo para dormir, que no se perdieran las tiendas de las esquinas y que no nos atrapasen en las redes de los hipermercados. Sería fantástico que comprásemos los melones al vecino, el vino de la tierra y los cestos del esparto de nuestros campos, que por una vez dejásemos de adorar al plástico, que no nos encandilase el engañoso brillo de las marcas y que no fuésemos tan papanatas de creer que lo de fuera siempre es mejor. Sería fantástico que valorásemos lo que merece la pena, el esfuerzo, lo natural y lo que dura, y que no nos dejásemos llevar por el escaparate de lo efímero, ni por el brillo de lo falso con fecha de obsolescencia programada.

Sería fantástico que no nos dejásemos llevar, según soplen los vientos, ni al redil ni al matadero, que desplegáramos nuestras velas latinas y que navegásemos a nuestro libre albedrío a mundos mejores, con la convicción de que se puede salir de cualquier hoyo si te apoyas en los compañeros, que no todo está perdido y que se puede resistir al embaucador canto de sirenas. Sería fantástico que fuésemos un poco más críticos, hasta con nosotros mismos, y que reservásemos un tiempo para avanzar, un tiempo para leer y un tiempo para imaginar.

Sería fantástico que nadie fuera esclavo de nadie, ni nadie dueño de lo de todos. Sería fantástico que las declaraciones de derechos no se quedaran en papel mojado, que nos creyésemos que todos somos tan iguales como distintos y que no hubiera ningún dios ni ningún diablo que nos dividiese, que nos enfrentase ni que nos hiciese mejores ni peores que los demás. Sería fantástico que a nadie se obligase ni a nadie se prohibiera hablar en ningún idioma y que en ninguna lengua se pudiera decir aquello de ‘tanto tienes, tanto vales’. Sería fantástico que no fuesen necesarias ni las puertas, ni los corazones, ni los carros blindados, que la gente hablase las cosas, que los tribunales propiciaran la justicia, que siempre se pusieran de parte de los que más la necesitan y que ninguna mayoría, ni ninguna minoría, pisotease los demás.

Sería fantástico que nuestras banderas se regalasen a los otros, y en señal de amistad, nosotros acogiésemos las suyas, nadie las usara para arremeter contra nadie y que algún día no hubiese fronteras ni en la tierra, ni en los mapas ni en nuestras cabezas. Sería fantástico que prefiriésemos la diversidad a la homogeneización en serie, que cada uno vistiese a su antojo, cantase con su voz distinta, tuviese la tez del color que fuese y todos se alegrasen por ello. Sería fantástico que nuestra única adicción fuese la acogida y que nadie fuese capaz de renunciar a la acogida ni al cuidado de nadie. Sería fantástico que se dedicasen tantos esfuerzos y recursos en sanar todos los dolores de la gente y de la Tierra como en conquistar el Espacio, que el Medio Ambiente fuera una prioridad real y que nuestros campos fueran una macetica y nuestros mares un gigante paraíso protegido. Sería fantástico que desterrásemos las basuras de raíz y si acordásemos un pacto de convivencia y colaboración con todos los seres vivos.

Sería fantástico que la educación fuera una prioridad al alcance de todos, por igual, que la cultura no fuera un adorno, ni una pose, ni un arma arrojadiza, que la tradición no fuera unas anteojeras ni una camisa de fuerza y que ningún árbol del progreso se levantase sobre la aniquilación de las raíces, ni sobre el altar a la dejadez ni a la ignorancia. Sería fantástico que nos parásemos un poco, que desapareciese la obsesión por la velocidad y que aprendiésemos a disfrutar de lo pequeño y de la maravilla de las cosas lentas, que nuestro planeta tarda un año en dar la vuelta al Sol y nada ganaríamos si la diera en seis meses. No llegaremos más lejos ni mejor si nos obsesionamos por un crecimiento sin fin, dejemos la velocidad para el deporte, que en todo lo demás, menos siempre es más.

Sería fantástico que las cosas de todos se acordasen por todos, que la democracia no fuese un trampantojo, ni un engañabobos, sino unos acuerdos siempre en revisión y al servicio de todos, nunca una coartada contra nadie ni al servicio de los amos del cotarro. Sería fantástico que los Parlamentos hicieran honor a su nombre, que fueran el templo de la palabra y el acuerdo, que fueran útiles a la sociedad, que nunca fuesen un ring ni un campo de batalla, que nadie los utilizara contra nadie, sino a favor de todos y que no retorciesen su funcionamiento para aplastar la democracia en nombre del orden o al servicio de los intereses de los más interesados. Sería fantástico que la oposición arrimase el hombro cuando fuese necesario en los momentos difíciles y no estuviese deseando que se hundiese el barco en el que vamos todos, con la pretensión de tomar el timón después.

Sería fantástico que no hubiera ningún rodillo que arrasase nuestras ciudades, nuestros barrios, nuestras calles ni nuestros campos, con la excusa de una falsa libertad, siempre de unos pocos interesados. Sería fantástico que no se arramblara con el paisaje ni el patrimonio, que no se malvendiera nuestro entorno al mejor postor, ni a quienes luego lo dejarán todo perdido, abandonado, destruido y envenenado como la bahía de Portmán, el Mar Menor o como quieren dejar ahora el Campo de Cartagena, infestado de placas fotovoltaicas, especulando con el terreno, arruinándolo para siempre, cuando habría que liberar la tierra y utilizar los tejados de las viviendas, las industrias, los almacenes o los edificios públicos…

Sería fantástico que toda esta ristra de sueños no te pareciese, amigo lector, un compendio de lugares comunes ni imposibles deseos irrealizables ante los que hay que resignarse y mirar para abajo. Sería fantástico que, por una vez, dijésemos basta y nos pusiéramos en marcha, por una vez al menos.

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