En su rincón

Frédéric Volkringer, la otra mirada

Hace 30 años que un reconocido colorista parisino, que trabajaba para las más prestigiosas firmas de la alta costura, se vino a Murcia por amor

Frédéric en su última exposición en Torre Pacheco.

Frédéric en su última exposición en Torre Pacheco. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Hace 30 años que un reconocido colorista parisino, que trabajaba para las más prestigiosas firmas de la alta costura, se vino a Murcia por amor. No ha perdido su marcado acento francés, su pinta de artista excéntrico y guiri, ni su vocación de bon vivant, lo que sí se dejó fue su dedicación obsesiva al color. A Frédéric Pierre Jean-Marie Volkringer-Legros, que es su nombre completo, siempre le ha gustado la fotografía y a ella se dedica por entero en los últimos años. Con una mirada nueva, como desde fuera, se dedica a fotografiar los barrios, las afueras, las gentes, las acequias, las construcciones, los edificios raros y abandonados, La Manga en invierno o los elementos publicitarios de la carretera… y lo hace con una mirada muy personal, estética, crítica, enriquecida con el humor, la denuncia, la reflexión filosófica y hasta con la ternura que se esconde detrás de sus grandes gafas de pasta. El artista nos presenta lo real que hemos dejado de mirar y nos reengancha a ello como si el tiempo se hubiese detenido en una mezcla de pasado y futuro. Una magia a veces surrealista y única, la suya. 

En Torre Pacheco acaba su exposición Desahucios Iconográficos y aprovecho para volver a verla mientras empieza a empaquetarla con la ayuda de la escritora Marisa López Soria: «Me han hecho una pequeña intervención en la espalda y no estoy aún para hacer demasiados esfuerzos», me dice, y luego nos vamos a una cafetería donde hablamos. «Antes de venir a España, en 1992, mi trabajo estaba en Suiza, me dedicaba a realizar las mezclas de colores para tejidos de lujo, con complicados procesos y alta tecnología, era un trabajo muy especializado, reclamado por los modistos y empresas más prestigiosas. Se requería mucha técnica y mucha creatividad, experiencia y muchos estudios. Trabajé para todo el mundo e impartí clases para técnicos que venían de todos los países. Aprendí que el camino para progresar es cada vez más empinado y estrecho, como un embudo. Era un trabajo muy bonito, pero con el tiempo se apodera de ti el estrés. Perdí visión y capacidades, necesitaba un descanso, así que me volqué en la fotografía, que siempre me había despejado, y cambié totalmente de vida y de país. No me fue difícil, yo nací en París, pero siempre he sido guiri en Italia, Suiza y otros sitios».

"Me empapaba de la revista 'Photo' y aprendía viendo reportajes, como el de Cristina García Rodero, de una España profunda que me subyugó"

Me cuenta que siempre le ha gustado mucho el papel, que le apasionaba el dibujo y hacer cosas con tinta china y que de niño ya quería tener un laboratorio fotográfico: «Tenía un familiar que era farmacéutico y que tenía una cámara de placas, así que se puede decir que llevo las sales de plata en las venas. Mi primera cámara fue el Agfa de fuelle de mi abuelo y a los 20 años me compré mi primera réflex, luego, después, una Leica. La fotografía se convirtió en una excusa estupenda para escapar, para perderme en pueblos solitarios y campos exóticos. Me empapaba de la revista Photo y aprendía viendo reportajes, como el de Cristina García Rodero, de una España profunda que me subyugó. También aprendí de la Bauhaus y de los fotógrafos de Vietnam. Me centré en el blanco y negro porque así descansaba de tanto color en mi trabajo y, además, porque era más barato de trabajar cuando tienes tu propio laboratorio. Asistí a varias escuelas de fotografía, tuve buenos maestros y me asocié a un club de fotógrafos franceses». Y se nos va la conversación hacia los grandes fotógrafos de su país, empezando por Henri Cartier-Bresson, y descubro que Frèdèric sabe mucho del tema: «Marisa y yo vamos a Francia al menos una vez al año. Vemos muchos museos y exposiciones y no nos perdemos las grandes exposiciones de fotografía».

Frédéric en su última exposición en Torre Pacheco.

Frédéric en su última exposición en Torre Pacheco. / Javier Lorente

«Estoy muy a gusto en España, pero me hace tiempo que me di cuenta que mi patria es Europa, aunque reconozco que entiendo mejor cómo funciona la gente francesa». Y empezamos a hablar de gastronomía, de vinos, de quesos, del pan: «Para los franceses el pan se ha convertido en un asunto nacional, ahora se ha protegido la denominación y la receta de las baguettes. Hubo un tiempo que había baguettes que se cobraban a 1,50 euros y otras, incomibles, a 0,40 euros. Ahora se ha distinguido entre panaderías, a proteger, y lugares donde se calienta y despacha pan, que son otra cosa. La calidad es muy importante, tanto en la alimentación como en la cultura y el arte. España también debe ir por este camino de avanzar en la calidad de las cosas y de cuidar lo propio, el patrimonio de aquí». Y, por supuesto, seguimos hablando de vinos, de champagne y cavas. Me confiesa que le apasiona la cocina y que su especialidad es abrir el frigorífico o la despensa y «ver lo que hay», y a partir de ahí, cocinar, aprovechándolo: «Lo único que no hago es paella, eso se lo dejo a los maridos españoles», me dice, divertido.

"Para los franceses el pan se ha convertido en un asunto nacional, ahora se ha protegido la denominación y la receta de las baguettes"

Retomamos la fotografía. Me cuenta que se ha comprado hace poco una cámara de placas, con negativo de 9 x 12 cm. Está montando de nuevo su laboratorio y me invita a que le haga una visita en unos días. Hablamos de sus exposiciones, de la evolución de sus proyectos fotográficos y de algunos de los premios y reconocimientos que está recibiendo a su ya importante trayectoria: «Me han premiado en el Museo Nacional del Traje, en el Centro de Patrimonio Etnológico de Madrid, en diversos concursos de carteles y festivales de Teatro, como el de Molina de Segura y he obtenido varias becas de creación y de proyectos fotográficos, algunos relacionados con el medio ambiente: Ministerio de Cultura y Asuntos Exteriores, Colegio de España en París, Centro Párraga de Murcia, Fundación Valparaiso, Torre Pacheco, etc».

Ha impartido innumerables talleres fotográficos y no le queda sala expositiva de la Región donde no haya asombrado con sus obras. Ha expuesto en lugares como Andalucía, Valencia o Madrid, ha participado en la Feria Estampa, en Foto Encuentros, en Photo España... destacando las últimas en el Palacio Consistorial Cartagena, en el Espacio Molinos del Río Caballerizas Murcia, en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid o en la Fundación Casa Pintada Museo Cristóbal Gabarrón de Mula y en la Fundación Pedro Cano en Blanca. Frédéric es un maestro, un gran artista que no logra esconderse detrás de su timidez y con una profunda mirada cargada de un algo muy especial. 

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