Las fuerzas del mal

Los que miran

Este Cristo te mira con ojos inquisitivos y parece que ha planteado una pregunta en cada uno de nosotros

Imagen del Cristo que ha levantado la polémica en Sevilla

Imagen del Cristo que ha levantado la polémica en Sevilla

Enrique Olcina

Enrique Olcina

Un compromiso puede ser un acuerdo, incluso un pacto. Un compromiso es lo que andamos buscando constantemente, por eso nos plegamos a la opinión de los demás cuando intentamos encajar. Yo me callo esto de lo mío y vosotros me aceptáis en esto de lo vuestro. Incluso cuando vamos de auténticos queremos que alguien nos quiera y nos escuche en nuestro genio irreductible. 

Por eso cuando nos ponen en un compromiso también nos ponen en un brete donde tenemos que reconciliarnos con la realidad que nos presenta. Lo valiente es afrontar de frente ese tipo de retos, pero no siempre tenemos cuerpo de Batman cada vez que nos encontramos un Joker para hacerlo, porque ese compromiso puede venir de distintas maneras y en los tiempos más inoportunos

Eso fue lo que le pasó a los cofrades sevillanos cuando se encontraron de frente con el cartel que anunciaba su Semana Santa, que abrieron el móvil en el supermercado, vieron los mensajes de WhatsApp que les mandaban, o en el Facebook traicionero, y lo más contundente que tenían para lanzar era un insulto o un paquete de leche frente al cristo, nunca mejor dicho, que se estaba montando. Mi primera impresión fue de incredulidad y me pregunté, y pregunté a otros que estaban allí, que qué necesidad había de buscar esa polémica

Ustedes lo han visto, ese resucitado de clásica apostura y ademán suave. El caso es que esta semana, discutiendo ese Cristo, ha sido, por lo menos, didáctica, y nos ha enfrentado a la idea de la carne hecha imagen en la Iglesia. Que puede parecer el menor de los problemas que ahora nos acucian pero que es algo con lo que hemos convivido, con más ignorancia que conocimiento. Desde un Cristo resucitado en pelota picada de mármol con veta inoportuna en la cara, el de Minerva, de Miguel Ángel, al más sevillano Cristo resucitado de la parroquia de la Magdalena, con un quiebre de cadera, contrapposto, más acusado que el cartel de marras, con una llaguita mínima, igual que en cartel, perfectamente apolíneo, como recién salido de la sesión de cera y con un color de cara que indica que al señor le sentó bien la resurrección, con el trago que volver de la muerte tiene que ser, según la imaginación de hace más de 400 años.  

En el espacio entre el paño de pureza del Cristo del Cachorro y las potencias del Cristo del Amor que ese Cristo ¿del Cartel? ¿del Escándalo? viste prestadas para anunciar a Sevilla y su Semana Santa había un elemento perturbador que hacía que ese Jesús casi canónico no lo fuera, al menos a aquellos a quienes perturbaba, entre ellos a mí. Y es que, en la inmensa mayoría de todos esos precedentes que se han discutido durante la semana, la mirada del salvador no es directa. Este Cristo te mira con ojos inquisitivos, y parece que ha planteado una pregunta en cada uno de nosotros, poniéndonos en un compromiso que a algunos les altera y les está costando superar, y ya no se sabe en qué ojos está el escándalo. 

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