DULCE JUEVES

Política ante notario

Pagar un precio no resta legitimidad a una decisión política. Cada apoyo se da a cambio de algo, habitualmente una mezcla de favores personales y beneficios políticos, si no que se lo digan a Pedro Sánchez

Enrique Arroyas

Enrique Arroyas

Es tan absurdo y cutre que resulta difícil de creer. Pero tal como lo ha contado este periódico es todavía más difícil de no creer. En su artículo del domingo, Ángel Montiel desvelaba los pactos con los que el Gobierno regional salvó la moción de censura presentada por sus socios de Ciudadanos. Según su relato, el presidente López Miras acordó con cuatro diputados que serían incorporados a la candidatura del PP en las siguientes elecciones. Los diputados aceptaron el trato y se convirtieron en tránsfugas. Se podría pensar que fue una decisión incómoda, pero también una especie de sacrificio, un mal menor para evitar el mal mayor de una moción de censura que era una traición en toda regla, que no respondía al interés general, sino a la pura ambición de poder. El presidente, por su parte, sobrevivía con un golpe de astucia, la única virtud que va quedando en nuestra política. Líderes audaces y astutos, capaces de engañar a su sombra a costa de lo que sea.

El pacto nunca se hizo público, aunque era evidente que se había pagado un precio. No obstante, pagar un precio no resta legitimidad a una decisión política. Cada apoyo se da a cambio de algo, habitualmente una mezcla de favores personales y beneficios políticos, si no que se lo digan a Pedro Sánchez. La política también está llena de acuerdos rotos, promesas incumplidas, si te he visto no me acuerdo. Simplemente porque se juega en el presente más inmediato, los precios suben y bajan, los votos y las personas se devalúan con gran facilidad. De la necesidad, virtud, se ha dicho con impasible cinismo. Es el pan de cada día. ¿Y dónde quedan los principios? Al lado de la dignidad. En este caso, perdidos ambos en la oficina de un notario.

Aquella mañana en la que el Gobierno se tambaleaba, el presidente citó en una notaría a los diputados, que llegaron acompañados de un abogado. Juntos o por separado, no se ha llegado a saber, pero, sin duda, envueltos en una confusión e ignorancia impropias de personas de su experiencia. Comprendo que el pánico y la desesperación puede llevar a cometer estupideces, pero que sean de tal calibre como esta es muy revelador del concepto que estos políticos tienen del interés general y del servicio público. ¡Si hay una figura más fuera de lugar en la política esta es la del notario! Imaginarlos allí reunidos alrededor de una mesa de despacho firmando un papel, me recuerda a una de esas escenas en las que ‘El Padrino’ recibía con palabras cariñosas a sus lacayos caídos en desgracia, que entraban con actitud suplicante y salían con la sentencia de muerte pegada en la espalda.

El presidente olvida que, de alguna manera, lo que hace él nos representa a todos, sea a la luz o en secreto. Si acepta que su palabra tenga tan poco valor que necesite ser respaldada ante notario, es que ha caído muy bajo. Si los diputados creen que pueden blindar su futuro político como si fuera un contrato privado, no merecen desempeñar ningún cargo público.

La política puede ser muy sucia. Sin embargo, tiene algo que la hace justa e implacable. Está sujeta a la realidad de tal manera que quien quiere aprovecharse de ella olvidando cuál es su dominio, termina perdiendo. Y su dominio es la confianza, no la firma de un notario.

Suscríbete para seguir leyendo