DULCE JUEVES

Días perfectos

Si no hay ningún cambio, nada tiene sentido. Lo dicen en la película Perfect Days, una de esas historias que nos ayudan a entender, a través de los límites, qué significa estar vivo en este mundo tan opaco e incomprensible en apariencia

Imagen promocional de 'Perfect Days', la nueva película de Wim Wenders

Imagen promocional de 'Perfect Days', la nueva película de Wim Wenders

Enrique Arroyas

Enrique Arroyas

Una euforia repentina por las posibilidades de la vida. Llega siempre por casualidad, cuando menos lo esperas o cuando más lo necesitas, justo en el momento en el que la vida más aprieta, mostrándonos sus extremos. Puede ser la escena de una película, una frase, un texto antiguo que te llega por los complicados caminos del azar, la situación más cotidiana, un titular de periódico, una imagen. Cualquier pequeño detalle que se pone en primer plano entre las cosas del día, en el minuto más trivial, para producir un clic de reconocimiento, un despertar del narrador que todos llevamos dentro, listo para comenzar un nuevo capítulo que dé continuidad a las cosas que nos pasan y, de esta forma, ponernos en el camino verdadero, el nuestro, donde sentimos que podremos volver a ser felices. Todavía no ha ocurrido nada, nada se ha escrito de este nuevo capítulo, pero sentimos que hay algo por escribir, porque se ha producido algo nuevo. Las misteriosas fuerzas del mundo se han puesto en marcha y tú estás en medio de ellas. Entonces comprendemos cuánta verdad hay en la idea de que, como se dice en Al este del Edén, «todo aquel que espera, termina por ponerse bien». Las cosas más pequeñas entre las que vivimos adquieren un significado nuevo, se abren hacia nosotros con lo que realmente son, pozos de emociones, hilos de la eternidad, grietas por donde asoma el recuerdo de una vida más inocente y sencilla, de cuando no se esperaba nada y todo llegaba.

Si no hay ningún cambio, nada tiene sentido. Lo dicen en la película Perfect Days, una de esas historias que nos ayudan a entender, a través de los límites, qué significa estar vivo en este mundo tan opaco e incomprensible en apariencia. Hirayama trabaja limpiando aseos públicos en Tokio, una ocupación que nadie consideraría la cima del éxito ni el culmen de la dicha. Lleva una vida solitaria y sus días se suceden calcados, pero con ligeras variaciones. Afronta cada día con un ritual tan preciso que parece pensado para asegurar que la repetición haga más liviana una vida rutinaria. Sin embargo, ocurre lo contrario. Es la repetición la que hará brillar lo que de valioso le puede ofrecer el día, como si fuera una especie de conjuro capaz de detener el tiempo y las cosas cotidianas para dar espacio a la magia. La euforia repentina por las posibilidades de la vida. Contra lo que pudiera parecer, las personas de su entorno diario desempeñan un papel central en su vida. Y no solo las personas, también las cosas, el arte y la naturaleza. Lo que no se puede atrapar ni conservar ni gastar: las canciones, los libros, el reflejo de la luz en un cristal, una mirada, la sombra de una rama en el cielo. Cosas que están solo al alcance de quien las busca o simplemente cree en ellas. Cuando llegamos al cine Centrofama había una cola muy larga en la taquilla. Dentro, la sala estaba llena para ver una película japonesa rodada por un cineasta alemán en formato 4:3. Al final, el público aplaudió, como en los viejos tiempos. Pequeños milagros cotidianos.

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