El prisma

El cisma que el PP quiere anular

No cabe escandalizarse de la presencia de Vox en las instituciones o de que esté gobernando en algunas de ellas, como ocurre en Murcia. El Gobierno de Sánchez está integrado por políticos comunistas y apoyado por el peor separatismo, y nadie se escandaliza

El líder de Vox, Santiago Abascal, en un mitin en la Plaza Belluga, Murcia

El líder de Vox, Santiago Abascal, en un mitin en la Plaza Belluga, Murcia / Francisco Peñaranda

Pablo Molina

Pablo Molina

Lo primero que cabe tener en cuenta en el tema que nos ocupa es que Vox es una escisión del Partido Popular y como tal se comporta. El partido de Abascal se nutre de los votantes populares desencantados con los bandazos políticos de su partido que, con Rajoy al frente, alcanzaron cotas de auténtica caza de brujas. En abril de 2008, en plena campaña para presidir el Partido Popular, Mariano Rajoy habló claro y espetó a los asistentes al mitin que estaba celebrando en la ciudad del Turia que «si alguien quiere irse al partido liberal o al conservador, que se vaya», convencido de que ninguna de esas posibilidades tenía visos de convertirse en realidad. Los liberales y conservadores del PP le hicieron caso y así surgió Vox, una iniciativa política que, varias convocatorias electorales después, propinó a su partido matriz un varapalo demoledor. No por el número de escaños obtenido ni siquiera en su momento más álgido, sino porque la captación de esa bolsa ingente de votos, antaño en manos del PP, hacía muy difícil (en realidad imposible), que cualquier candidato popular conquiste una mayoría suficiente para llegar cómodamente a la presidencia del Gobierno.

La escisión del PP que representa Vox ha de diferenciarse diametralmente de su formación de origen, porque en caso contrario no tendría sentido reclamar el voto de los votantes de centro-derecha descontentos. Ahí es donde los dirigentes del partido conservador suelen desbarrar con intervenciones, declaraciones y estrategias de acción política que corren el riesgo de convertir a Vox en una experiencia friki destinada, únicamente, a los votantes muy cafeteros. En ese proceso están en la actualidad.

Pero no cabe escandalizarse de la presencia de Vox en las instituciones o de que esté gobernando en algunas de ellas, como ocurre en Murcia. El Gobierno de Sánchez está integrado por políticos comunistas y apoyado por el peor separatismo y nadie se escandaliza; mucho menos en los medios de comunicación.

Vox cumple su papel y, como tal, orienta obligadamente la política el PP allá donde gobierna en coalición. A pesar de las profecías agoreras, que anunciaban el Armagedón democrático si Vox entraba en algún Gobierno, lo cierto es que allí donde gobierna no se ha producido ningún cataclismo. Más bien todo lo contrario.

Ni Vox va a solucionar los problemas de Murcia, España o Europa con su escasa representación política, ni va a hacer implosionar la democracia liberal en Occidente, como anuncian los ultraizquierdistas de todo pelaje y condición. Las cosas hay que verlas con naturalidad porque, en última instancia, la composición de los gobiernos democráticos es fiel reflejo de lo que queremos los ciudadanos cuando vamos a las urnas, por más que a algunos les escandalicen los resultados. Así que tan legítimos resultan los gobiernos de coalición de PP y Vox, como los del PSOE y EH Bildu en Pamplona y, próximamente, también en el País Vasco.

La democracia consiste, precisamente, en aceptar con naturalidad el resultado de las urnas y si los poderosos se extralimitan en sus competencias, como sin duda está haciendo vergonzosamente Sánchez con su ley de Amnistía, hay mecanismos institucionales más que suficientes para anular los preceptos que van en contra de los derechos de los ciudadanos y el espíritu y la letra de la Constitución.

En el PP están deseando que Vox fracase en las elecciones para dejar el terreno libre a Núñez Feijóo. No diría yo que van demasiado desencaminados, porque los alardes de innecesario y pueril radicalismo a los que estamos asistiendo, pueden pasar una dura factura a Abascal.

A estas alturas es solo cuestión de esperar.

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