Erre que erre (rock n roll)

Quebranto

No sale a cuenta destruir una amistad que tanto costó forjar, no sale a cuenta decepcionar a nadie, aunque luego te digan que te hace más fuerte, no los creas, es mentira

Harli Marten / Unsplash

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Jutxa Ródenas

Jutxa Ródenas

Dicen que el éxito más absoluto nos llega después de la mayor desilusión. Aunque estoy convencida de que la auténtica decepción para muchas, en estas fechas tan señaladas, en las que pensamos disponer de la oportunidad perfecta para dejar de lado los propósitos egoístas que nos invaden durante el año, no han sido otra que contemplar los 60 añazos de Brad Pitt. Y dónde encontramos balances tan escalofriantes como es el de que la mayoría de señoras conviven con la tradición que da un compañero con el que apenas se intercambian unos fríos «buenos días». Puede leerse a la inversa, desde la perspectiva del varón, aunque en todos los aspectos y debido a mi soltería vocacional, no es mi caso.

Esto lo escribo en modo ironía, solo por quitar un poco de hierro a un asunto tan desagradable como es el desencanto.

La decepción es pérdida, quebranto y supresión, puede llegar a ser tan dolorosa como la peor experiencia vivida. Sin parar a mirar que ese dolor es parte de la existencia cuyo valor nos educa, y casi nos prepara para, en un futuro, asimilar lo que nos venga. Y nos vienen malas, pero soportamos. Nos han concebido capaces de asimilar situaciones traumáticas con la valentía del luchador, del que, como narraba Cervantes, andaba a la zaga entre la cobardía y la temeridad para salir victorioso.

Todo se supera excepto la traición, esa falta de honestidad que empieza por pisar el respeto de uno mismo y es como durísimo de asimilar. Es la artimaña del ignorante, alguien inteligente tiene recursos de sobra para conseguir su objetivo sin pasar por encima de nadie clavando el tacón de su bota en la dignidad del que tiene sometido. No sale a cuenta destruir una amistad que tanto costó forjar, no sale a cuenta decepcionar a nadie, aunque luego te digan que te hace más fuerte, no los creas, es mentira. Ya has quedado cubierto por una capa de inseguridad, y sabemos que según el atuendo elegido perdemos llegar a parecer más inexpugnable, incluso elegantemente inmunes. Se llama estilo y es innato. Porque el traidor, el que decepciona, por mucha pashmina de cachemira con la que rodee su cuello, la desluce como bufanda rueda con lamparón.

Escribir pensando en canciones, como concepto. Y con esta, me he visto desbordada recordando temas que incluían un desengaño en sus letras, se me hace raro saber que se cuenta entre mis favoritas, cuando soy de las que piensa que nadie, a priori, es un chasco. Tal vez esperamos demasiado de muchos que no tienen por qué estar dispuestos a complacer. Y pienso en Rewind, The Cardigans, dónde, a pesar de todo, existe la disposición de olvidar. Y tarareo You’re So Vain de Carly Simon, en la que el máximo exponente de la decepción es la vanidad del hedonista. Y casi casi bailo Loving Is a Losing Game de Amy Winehouse o Wicked Game de Chris Isaak, en la que la verdadera y única decepción viene tras enamorarse de la persona inadecuada. Todo implica que, antes de una decepción, antes del dolor por perder todos los recuerdos, algo mereció la pena.

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