La hoguera

Aitana o el miedo de los famosos

Aitana Ocaña.

Aitana Ocaña.

Juan Soto Ivars

Aitana, la cantante de OT, nos ha dejado esta semana uno de esos vídeos de apariencia intrascendente que sirven para analizar la época. Está de promoción por su nuevo disco, Alpha, y creo que le preguntan si volverá a darse un beso con una chica en un concierto para reivindicar los derechos del colectivo LGTB. La cantante responde como si la estuviera interrogando la KGB. Lo que vemos, mientras Aitana trata de decir algo parecido a lo que piensa sin hacerse daño a base de paños calientes, retruécanos y apelaciones a su deseo de no ‘apropiarse’ de la lucha LGTB con sus besos de ‘cishetero normativa’, es el pavor del inocente al que un comisario paranoico ha puesto bajo sospecha. El vídeo es valioso no por lo que dice Aitana, sino por lo que muestra: que los famosos viven acojonados.

Como ella misma dice, lo que le da miedo es que la acusen de apropiarse de algo que no es suyo por besarse con otra mujer sin ser lesbiana. Ya solo el hecho de que te puedan acusar de esta tontería y tú prefieras que no te pase nos pone sobre la senda del clima de pavor en el que vive buena parte del famoseo. Todos saben que cualquier cosa dicha o hecha con intención constructiva puede tomarse como afrenta por el más retorcido del fondo de la clase, y muchos aceptan someterse a esta interpretación de los peores.

Motivos para el susto tienen, porque tres días pusieron a caer de un burro a Ángel Martín por decir que una guerra de sexos le parece peor que la concordia entre hombres y mujeres, y a José Coronado por decir que él prefiere seguir siendo amable con las mujeres al antiguo modo caballeroso. Ninguno de estos dos testimonios era como para echar a sus autores por el desagüe de la historia, pero ambos recibieron exactamente esta respuesta: sus palabras levantaron tendencias en Twitter, titulares y descalificativos, y por eso Aitana convertía su respuesta a una pregunta sencilla y de apariencia fácil en una dura negociación. O más bien, en un ruego a esa multitud invisible que se cabrea por cualquier cosa y te bombardea la reputación.

Días antes, en otra entrevista promocional, decía Aitana que le hierve la sangre porque a las mujeres se les exige una perfección que no aplica para los hombres, y yo me pregunto qué otra cosa que exigencia de perfección enfermiza es, precisamente, lo que la induce a hablar con tanto cuidado de la posibilidad de volver a darse un beso reivindicativo en un concierto.

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