El ojo crítico

La huída

Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular.

Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular. / MARISCAL / EFE

Fernando Ull Barbat

Se empeñó el, de momento, presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en hacerse cargo de la candidatura a la presidencia del Gobierno a pesar de que sabía que no contaba con los apoyos necesarios para conseguir la mayoría absoluta. Durante este mes de septiembre, que tan largo se le está haciendo a Feijóo a la espera de que, por fin, llegue la tan ansiada investidura (que será fallida), apenas ha llevado a cabo contactos con los partidos políticos con representación en el Congreso de los Diputados. La duda es, por tanto, para qué solicitó al rey Felipe VI ser el candidato si no existe ninguna posibilidad de que llegue a buen fin para el PP. Si el Partido Popular creyese de verdad en la democracia, sabría que el resultado electoral de unas elecciones nunca se puede dar por sabido antes del día de la votación. Por mucho que los dirigentes populares pensasen que una política de tierra quemada, en lo que se refiere a crispación, le daría réditos electorales, y aunque estimaran que con los votantes de la antigua formación Ciudadanos iban a poder lograr la mayoría absoluta con el apoyo de la ultraderecha, la realidad es que nadie quiere pactar con el PP. Largos años despotricando contra todo lo que se movía en el Congreso de los Diputados han impedido que los antaño posibles aliados del Partido Popular se nieguen incluso a sentarse en una mesa con el candidato Feijóo.

Desde la misma noche del 23J, el candidato Feijóo se inventó una realidad paralela en la que poder seguir ostentando la presidencia popular. Comenzó a actuar como si fuera a ser el próximo presidente del Gobierno olvidando todo lo que dijo en la campaña electoral así como que los números no le daban ninguna posibilidad de serlo. De repente, el PNV dejó de ser un partido de aprovechados que esquilman las arcas del Estado gracias a su papel de muleta de apoyo de los gobiernos de Madrid, para convertirse en un partido de Estado con el que se puede dialogar. Junts, que durante la campaña del 23J reunía a un grupo de golpistas que querían romper España con los que no había nada que hablar, pasó a ser un grupo parlamentario más en el que el Partido Popular se puede apoyar para formar Gobierno. Y así hasta el 26 de septiembre.

Si Alberto Núñez Feijóo emprendió el camino de la investidura fallida en el balcón de la calle Génova la misma noche del 23J fue para impedir que comenzaran movimientos telúricos que podrían terminar con su defenestración de la presidencia popular. Gracias a su jugada de presentarse como único candidato posible Isabel Díaz Ayuso se ha quedado sin argumentos, de momento, para comenzar su asalto definitivo a la presidencia del Partido Popular. El último error de Feijóo ha sido declarar que se debe «buscar un encaje del problema territorial de Cataluña». Tuvo que recular de manera rápida cuando se escucharon voces en el partido recriminando semejantes palabras. ¿Dialogar con Puigdemont?¿A quién se le ocurre? A los nacionalismos se les ataca, nunca se pacta nada con ellos excepto cuando hay que formar Gobiernos, es decir, pasando de la nada al todo.

La petición de apoyo de Feijóo al PSOE hubiera resultado un chiste sino fuera por la importancia que para España tiene la formación de Gobierno lo antes posible. El partido socialista bilduetarra y el sanchismo se convirtieron de la noche a la mañana en un partido de Estado. Aún más lamentable resultó el velado intento de conseguir el voto afirmativo de seis diputados del PSOE, propugnando con ello el transfugismo. Sólo faltó al PP decir públicamente qué prebendas entregaría a los diputados tránsfugas.

Esta huida hacia delante del presidente del Partido Popular le va a servir para ganar tiempo y para evitar, como dije antes, que desde dentro de su partido le muevan la silla. Pero Feijóo sabe que al final del pasillo le está esperando su futuro, un futuro que depende de las próximas semanas. Para el Partido Popular, Pedro Sánchez es el peor presidente de la democracia. Un político que miente, engaña y que no tiene ni valores ni escrúpulos para mantenerse en el poder. Pues resulta que frente a un presidente con estas características para el PP, Alberto Núñez Feijóo ha fracasado. Queda por saber qué va a hacer Feijóo en Madrid cuatro años sin ocupación concreta. Una ciudad que no le gusta, con Ayuso opinando sobre cualquier cosa que diga y los periódicos y radios de Madrid pidiendo carnaza a diario. Feijóo llegó a la presidencia del PP afirmando que su mandato iba a estar basado en el diálogo y en el ejercicio de la política limpia. Al poco tuvo que cambiar de discurso. En Madrid le pidieron crispación, insultos y la utilización de ETA como modo de desgastar al Gobierno de Pedro Sánchez. Lo hizo y no va a conseguir la presidencia del Gobierno. ¿Qué le queda? Su única baza es apostarlo todo a una repetición electoral para así poder subsistir unos meses más. La suerte está echada.