Verderías

Cartagena oeste

Cartagena es grande y, sin duda, llena de retos, pero también de magníficas oportunidades

Herminio Picazo

Herminio Picazo

Justo escribo esto cuando me entero de que el Ayuntamiento de Cartagena, a través de unas declaraciones de su alcaldesa, Noelia Arroyo, ha tomado una clara postura en contra de la pretensión de una multinacional minera de realizar prospecciones en la zona oeste del municipio, con vistas a una posible explotación de puzolana, material a partir del cual se elabora el cemento.

Con las declaraciones de la alcaldesa, el Ayuntamiento se une a los vecinos y a las organizaciones ambientalistas que, desde hace unos meses, venían clamando para que alguien evitara el despropósito. De hecho, las manifestaciones de Noelia Arroyo parece que han sido suficientes como para que la empresa comunicara, a reglón seguido, que aparca el proyecto de investigación minera, al menos hasta que evalúe adecuadamente el alcance de la posición municipal, que ha concretado en la próxima inclusión de toda la zona en los criterios más estrictos de protección a estos efectos de su plan general de ordenación urbana.

Bien por el Ayuntamiento de Cartagena y bien por las personas y los grupos que han empujado hacia la situación actual. Me consta que hoy muchos vecinos, propietarios, pequeños empresarios y comerciantes de la zona respiran algo más aliviados, aunque sin bajar la guardia.

Para la protección de esta zona ante la actividad minera se ha aducido, y con razón, la cercanía de algunas de las catas mineras previstas a espacios naturales o a zonas de reintroducción de especies en peligro. Son buenas razones, pero creo que instrumentales, porque la cosa va más allá.

Se trata de que la zona oeste de Cartagena es un sorprendente y atractivo lugar, cuya vocación no es en absoluto compatible con estas pretensiones industriales de alto impacto. Todo lo contrario. Sus casi 200 kilómetros cuadrados, que engloban a cinco diputaciones cartageneras, más de 50 pequeños núcleos de población y unos 18.000 habitantes, sorprenden por su calidad paisajística, su singularidad cultural y medioambiental, o su patrimonio etnográfico y arquitectónico. La vocación territorial de esta zona es desarrollarse a través de un modelo de sostenibilidad que, precisamente, refuerce esas circunstancias y se base en el dinamismo social de la zona, con emprendedores y asociaciones de turismo rural que están empezando a diseñar un futuro atractivo para el territorio, bajo la condición de que su paisaje se mantenga, se use y se aproveche sosteniblemente en el tiempo.

De hecho, este mismo verano el ayuntamiento presentaba una iniciativa subvencionada por el proyecto Campoder para la promoción e impulso de los elementos patrimoniales de este espacio rural cartagenero, con el turismo como orientación principal. También, son posibles iniciativas para la zona no solo desde el turismo sostenible, sino también, por ejemplo, desde las orientaciones de la agricultura de calidad o del comercio y la industria artesanal de baja escala.

Cartagena es grande y, sin duda, llena de retos, pero también de magníficas oportunidades. Confío que su zona oeste, sostenible y libre de amenazas, participe activamente en los próximos años desde ese favorable lado de la oportunidad.

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