El blog del funcionario

Éxodo al norte

La costa mediterránea se convertirá en un destino preferencial durante otoño y primavera, pero en época estival terminará siendo un destino de baja calidad

Miguel H. Valverde

Miguel H. Valverde

Hace un año, verano de 2022, los científicos y meteorólogos nos advertían en plenas olas de calor que estábamos asistiendo entonces al preludio de lo que venía, incluso alguno nos animaba a disfrutar de aquel verano, pues el cambio climático se convertiría en el peor enemigo, principalmente en la mitad sur del país.

Un año después estamos viviendo, no olas, sino un clima permanente, con alguna ola que bajaba la temperatura a los 35 grados, con temperaturas por encima de los 38 y hasta 40º, haciendo casi imposible mantener cualquier tipo de actividad entre las doce del mediodía y las ocho de la tarde, con lo que conlleva esta situación para comercios, hostelería, etcétera. Algunos estudios calculan que la actividad económica baja considerablemente con la subida de las temperaturas.

Pero cuando este artículo vea la luz, será el puente de agosto, el día 15 para ser más exactos, un día que marcaba históricamente un antes y un después en la afluencia en las playas, y antesala de la feria de septiembre, y miles de familias murcianas ya han tomado su primera decisión con respecto al próximo verano de 2024: huir al norte el próximo verano.

Si la costa mediterránea, desde la Costa Brava a la Costa de la Luz, junto a las Baleares y las Canarias han copado los destinos turísticos en las últimas décadas, ahora son el Cantábrico y el océano Atlántico los que tomarán el relevo a cientos de miles de turistas españoles, con el boom turístico en la denominada España Húmeda, Asturias, Galicia, Cantabria, País Vasco y Pirineos, que deberían prepararse para recibir una avalancha de turistas en busca de aire que respirar.

Igual ocurrirá con Irlanda, Inglaterra y los países nórdicos, que pueden pasar en pocos años de ser países eminentemente emisores de turistas, a receptores, y los que hemos tenido la suerte de conocer esos países, Suecia, Noruega, Finlandia, Holanda, etc., sabemos que no están preparados para recibir un turismo de masas, y que no solo no comparten, sino que me temo no están dispuestos a asumir, por lo que habrá problemas de ‘overbooking’ turístico en los próximos años.

La costa mediterránea se convertirá en un destino preferencial durante otoño y primavera, pero en época estival terminará siendo un destino de baja calidad, por lo que los miles de turistas que seguirán abarrotando las miles y miles de plazas hoteleras que se asoman al mar Mediterráneo, no olvidemos que ya somos en el planeta más de ocho mil millones de personas, convertirán nuestras calas y playas en lugares de encuentro de música y baños nocturnos, así que si tienen una casa a la orilla del mar, prepárense para el año que viene, y es que la luna sustituirá al sol, y eso significa que el turismo de ‘sol y playa’ será sustituido por el de ‘luna y playa’.

El clima nos está haciendo cambiar a marchas forzadas, la actividad económica, las costumbres y los horarios darán un giro de 180 grados, sería bueno que las administraciones públicas no se limitaran solamente a sacar un comunicado sobre recomendaciones para trabajar cuando las temperaturas superen los 35 grados, pues eso será el pan nuestro de cada día, sino que empecemos entre todos los agentes sociales y económicos a configurar todo un mapa de actividades y recursos para afrontar la emergencia climática que vivimos, salvo que queramos seguir quedándonos en casa con las persianas bajadas a la espera de que pase, no la ola de calor, sino el verano entero, un verano que ya no se limita de julio a agosto, sino de mayo a octubre. 

Seguir abriendo oficinas hasta las 3 de la tarde con más de cuarenta grados, o tener museos cerrados a partir de las ocho de la tarde, cuando deberían ser las horas de apertura, es una decisión que si no tomamos nosotros, el calor la tomará por su cuenta y riesgo.

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