Diario apócrifo: una vacuna eficaz

Bernar Freiría

Bernar Freiría

La verdad es que ahora no recuerdo exactamente si llegué a pronunciar expresiones como «golpe de timón» u otras similares. Ha pasado mucho tiempo, y desde esta isla de Nurai todo aquello lo siento ya muy lejano. Es cierto que pensé que había que solucionar como fuera el escenario del que Suárez era en buena parte responsable y que seguramente lo expresaría así delante de la gente con la que discutía la situación. Pero de eso a afirmar, como algunos desgraciados han hecho, que yo fui el ideólogo del 23-F hay un abismo. Abismo al que no pienso saltar. No tengo ese cargo sobre mi conciencia. Y, además, hay que reconocer que el 23-F fue una vacuna eficaz. Nunca más se volvió a oír «ruido de sables» como le gustaba llamar a El País a los rumores de golpe de Estado.

Le han dado muchas vueltas a una frase que le dije a Anna Balletbó, la diputada socialista a la que dejaron salir los guardias civiles que habían entrado en el Congreso porque estaba embarazada, los muy pardillos. Aludí a que alguien se había puesto nervioso y se había precipitado. Y de eso deducen que yo estaba al cabo de la calle del golpe. Pues claro que sabía que algo se preparaba, pero como lo sabía cualquiera que estuviera mínimamente informado. El comentario fue lo primero que se me ocurrió. Pero hay intelectuales listillos que encuentran significados que solo ven ellos en cualquier frase que se nos viene a la cabeza. Claro que había gente que estaba nerviosa. Muchos estábamos nerviosos desde hacía ya bastante tiempo. Pero es que no era para menos, dada la situación del país.

Y ya el episodio de los batasunos cantando el Eusko Gudariak en la Casa de Juntas de Guernica interrumpiendo mi discurso fue la gota que colmó el vaso. Claro que tuve que expresar que aquello no se podía tolerar. Y a todo esto vino a añadirse la dimisión de Suárez que trajo una sensación de vacío de poder que seguramente aceleró los planes golpistas en marcha.

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