La Feliz Gobernación

Que te vote Puigdemont

Si en el paquete que Feijóo ofrezca a terceros en su ronda de negociación para completar mayoría van incluidos ministerios para Vox, López Miras no tendría motivos para negarles consejerías

Puigdemont a lomos de la llave necesaria para hacer Gobierno

Puigdemont a lomos de la llave necesaria para hacer Gobierno / Miguel López Guzmán

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Que se puede gobernar sin ganar las elecciones ni ser la formación más votada lo sabemos muy bien en la Región de Murcia, donde López Miras ha permanecido cuatro años al frente de un Gobierno que fue superado por el PSOE en 2019 tanto en votos como en escaños. Nadie por eso le ha restado legitimidad, ni siquiera cuando en el ecuador de la legislatura pactó de nuevo con los diputados de Cs convertidos en trepatrans, pues en todo caso fueron éstos quienes traicionaron a la marca con la que obtuvieron su representación.

Gana quien tiene más apoyos parlamentarios, asignatura de primero de constitucionalismo, y de hecho es lo que dice Feijóo que va a intentar iniciando un ronda de negociaciones para su investidura, que habrá de contemplar necesariamente a Vox, partido con el que aseguraba no querer pactar, aunque lo hayan hecho sus baronías y alguna de ellas, como la extremeña, necesitara ser empujada por él mismo a hacerlo. En su situación sería imperativo incorporar a Abascal a la vicepresidencia de su Gobierno, lo cual proyecta la paradoja de que ninguno de sus posibles aliados, PNV y regionalistas de derechas, aceptará esa mochila.

Es más, cuando ocurre que la perspectiva de que gobierne Vox ha sido una de las palancas que ha facilitado la resistencia del PSOE, que Feijóo haga visible, aun con la intención, ese propósito, es contradictorio con la posibilidad de un despegue futuro del PP. Si no gobierna con Vox no será porque no lo pretenda, sino porque no le alcanza. Cuando se presente a la investidura, si lo hace, esta viñeta quedará registrada en sesión parlamentaria incluso con toda claridad. Y, además, infructuosamente. Ahí está la cuestión de fondo: ha quedado demostrado que Vox es un lastre para competir con la izquierda, pero sigue siendo necesario para que sume la derecha, y no suma. Un laberinto infernal.

De hasta dónde se perciba que Feijóo está dispuesto a llevar con Abascal podrá deducirse qué hara el PP respecto de Antelo en la Región de Murcia. Si en el paquete que el gallego ofrezca a terceros para completar mayoría van incluidos ministerios para Vox, López Miras no tendría motivos para negarles consejerías. Y si Feijóo cierra el paso a Abascal no contará con sus votos. Un círculo vicioso.

Visto el panorama, lo mejor que podría hacer el líder del PP es no intentar la investidura, pues no la conseguirá llevando a Vox en la chepa, y al llevarlo ya no podrá negar su voluntad de pacto con él en la repetición electoral que podría producirse si Sánchez no culmina sus potenciales acuerdos. Y la izquierda mantendrá su movilización bajo el lema «que viene la ultraderecha».

Pedro Sánchez tiene, a diferencia de Feijóo, mucho campo para la negociación. Pero sufre unos topes en los que hasta ahora ha sabido manejarse con éxito: debe concitar el apoyo parlamentario de nacionalistas e independentistas para propuestas sociales y presupuestos y encomendar las cuestiones de tipo institucional a ‘mesas de diálogo’ en las que dar patás palante a las reivindicaciones soberanistas. Y con la legitimidad de ser la fuerza mayoritaria tanto en Cataluña como en el País Vasco. La derecha montará escándalo con estas cosas, pero no es más ni menos que lo que hizo Rajoy al disponer un despacho en Barcelona para que su vicepresidenta Soraya, convertida en corresponsal del Gobierno para Cataluña con plaza en ese territorio, negociara con Junqueras lo que sea que negociaran. Nunca ha existido una mesa de negociación entre el Estado y Cataluña al nivel de la que constituyó el Gobierno de Rajoy.

La novedad es que mientras durante la última legislatura ni siquiera Bildu ha intentado una negociación acerca del capítulo independentista, la necesaria colaboración del partido de Puigdemont, que ahora tiene la llave, se establecería en ese marco y en ningun otro. Como el PNV, Junts es un partido de derechas, una marca creada para heredar a la CiU de Pujol sin hacerlo con las consecuencias de su corrupción. Las ‘políticas sociales’ de concepción socialista no le interesan, como tampoco las concesiones económicas a Cataluña que han sido la tónica de los Gobiernos de España para el apaciguamiento desde Felipe González hasta el propio Sánchez, incluyendo los de Aznar y Rajoy. Los recursos de gestión los administra la Generalidad, y la Generalidad la gobierna ERC, que es el principal adversario electoral de Junts en el ámbito del independentismo. Y entienden que la colaboración de los de Rufián con el PSOE ha provocado la caída electoral de ERC en favor del socialista Illa, así como ha sido la consecuencia de la distensión política que ha rebajado las reivindicaciones soberanistas en Cataluña, cosa de la que Sánchez presume en sus debates con el PP.

Sólo les interesa la agenda soberanista. Es decir, no se les puede comprar con más competencias ni con más dinero. Piden amnistía y referéndum. Y punto. Sánchez podría intentar ofrecer a medio plazo lo primero, pero lo segundo es un imposible. Así que hay gran expectación por comprobar cómo se las apaña.

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