La Opinión de Murcia

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Angel montiel

La Feliz Gobernación

Ángel Montiel

En contra de ir a favor

El líder de VOX, Santiago Abascal, durante el acto ‘Viva 24’ de VOX, en el Palacio de Vistalegre, a 19 de mayo de 2024, en Madrid. A. Pérez Meca - Europa Press

Vox estaba muerto hasta que ha resucitado. Y el fenómeno no se ha producido por el hecho de que en Comunidades y Ayuntamientos haya alcanzado cotas de poder por sus pactos de gobernabilidad con el PP. Al revés. Se suponía que poner a arreglar farolas a un partido extremadamente ideológico acabaría rebajando sus expectativas, pues sus electores no los habían elegido para resolver problemas, sino para salvar España. Así ocurrió con Podemos y Ciudadanos, partidos que perdieron su crédito a partir del momento en que se comprometieron con la gestión de los asuntos reales en compañía de sus respectivos pares, el PSOE y el PP. Una cosa es la crítica a la totalidad sobre lo que hacen los demás, y otra la respuesta en la práctica cuando toca promover la alternativa. Ésta siempre es decepcionante, porque, por muchos matices que se intenten añadir, se suele parecer a lo que habría hecho la marca original, bien la de derechas, bien la de izquierdas. El pragmatismo se impone, desde cualquier instancia administrativa, a la utopía e incluso a la distopía.

Sin embargo, Vox parece sobrevivir a las rebajas que su condición de partido gubernamental le proporcionaría. Y esto porque no se trata sólo de Vox. En el marco de las elecciones europeas se percibe una dinámica de expansión de la extrema derecha que avanza en todos los países, incluso en aquellos que por tradición democrática parecían estar blindados al fenómeno. Si hasta ahora la política europea era un dique de contención para estas extravagancias, sólo faltaría que que los ultras se apoderaran de las instituciones supranacionales. De la misma manera que Vox es un partido antiautonomista, pero influye decisivamente en los Gobiernos autonómicos, la nueva perspectiva es que los antieuropeistas se hagan con los resortes de la política europea. Y todo democráticamente, para más inri. 

La pregunta es: ¿por qué avanza la extrema derecha? No puede darse más que una respuesta: por los deméritos de la derecha convencional y, desde luego, de la izquierda. Si la mayoría social no encuentra interés en las fuerzas políticas tradicionales será porque éstas no son capaces de atajar los delirios de la extrema derecha. Véase la estrategia: el PP no ofrece otra cosa que desbancar al PSOE, y el PSOE se legitima en parar a las derechas. Pero ambos carecen de un discurso propio estimulante, salvo el de superar a sus adversarios. No proponen más que salvarse del otro: el voto en contra, mientras Vox pide el voto a favor. Ahí está la clave.

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