La Feliz Gobernación

Mateos, solo sin acento

La destitución por el alcalde de Lorca de su socio de Cs contra sus propios intereses políticos, pues lo deja en minoría y en manos de una posible confluencia entre los populares y el concejal naranja que trastoque su ruta para los plenos que quedan hasta las elecciones

Mateos y Morales.

Mateos y Morales. / L.O.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Qué raro que en el PP se escandalicen tanto con el Tito Berni por recibir a empresarios de Canarias en el Congreso de los Diputados y cobrarles presuntamente comisiones a través del Mediador. Tal vez sea porque los recibía en la misma sede del Congreso y no enfrente, en el bar del hotel Palace, como hacía el Tito Vicente, quien atendía a empresarios de las eólicas de Castilla y León y les cobraba presuntamente 5.000 euros por cafelito, enriquecido éste por sus ‘informes verbales’. Otra diferencia es que el diputado por Murcia no se los gastaba en putas (¡Sanjosemaría nos asista!), lo cual debe ser un eximente, y otra más es que el PSOE ha sacado al canario de su escaño mientras el PP permitió al Tito Vicente agotar la legislatura, en la que compatibilizó su función de diputado con sus negocios, aunque sería pecado relacionar éstos con su posición de influencia, para después poner en su plaza murciana a su mallorquina esposa.

Es lo que digo. Qué raro que se escandalicen por episodios calcados en su naturaleza. Todo el mundo tiene derecho a elevar escándalo por el caso del Tito Berni menos quienes han protagonizado similares hechos con otros titos, y en su caso sin disponer decisiones políticas de urgencia. Hay, eso sí, una cosa que nos estamos ahorrando, y es que no vamos a escuchar a la diputada por Murcia Isabel Borrego denunciar tráfico de influencias en el Congreso de los Diputados.

Si de rarezas hablamos, también lo que es el PP exija la dimisión del alcalde de Lorca, el socialista Diego José Mateos, por haber reaccionado con extraordinaria prontitud y resolución a la detección de presuntas irregularidades en el seno de su gobierno, protagonizadas por su socio de Cs, Francisco Morales, el mismo político con el que los populares pactaron inicialmente para acceder a la alcaldía de la ciudad, aunque los dejara compuestos en el último instante. Contrasta esta posición del PP con la de la dirección regional del partido afectado, que se ha tomado su tiempo para contrastar los datos y ha anunciado que de observar irregularidades pedirá a su concejal responsabilidades políticas, y esto a pesar de que Morales es miembro relevante de la propia dirección regional. Va pareciendo que, aunque de manera tardía y tal vez ya inútil, Cs quisiera recuperar su espíritu original en favor de la regeneración política, que siempre debe empezar por quienes la predican.

La casuística de las irregularidades, tal como han sido relatadas, toca de lleno la sensibilidad profesional del alcalde en su calidad de secretario municipal y, por tanto, formado para evitar que las actuaciones de los consistorios se lleven a cabo de manera arbitraria en relación a los usos administrativos. Mucho más tratándose del que preside. De modo que, para deducir el rigor de su decisión, hay que sumar a su inquietud como alcalde la competencia de lo que, antes de serlo, constituía su actividad privada.

Se ha de suponer la impresión que impactó en él cuando comprobó que su socio estaba organizando eventos de gran coste económico sin atenerse a los plazos y trámites exigibles. Y dio a Morales la oportunidad de ofrecer explicaciones en la junta de portavoces antes de tomar la decisión que correspondía. De que no hubo respuestas satisfactorias da cuenta la actitud inmediatamente posterior del concejal de Cs, incapaz de intentar de inmediato en rueda de prensa, que la celebró con evasivas y remisiones a la semana siguiente, una réplica consistente al relato del alcalde, y aplicado durante horas con desprecio a la urgencia de una satisfacción coherente a la opinión pública, en algo que le corría más prisa: borrar el contenido de los ordenadores de sus dependencias, lo que antes se resolvía con una siempre sospechosa trituradora de papel.

No es cosa de pedir al PP que felicite al alcalde socialista por haber procedido como debía y de hacerlo incluso contra sus propios intereses políticos, pues la destitución de Morales deja a Mateos en minoría y quién sabe si en manos de una confluencia entre los populares y el de Cs que trastoque su ruta para los plenos que quedan hasta las elecciones. No hay que pedir tanto, pero al menos cabría que los populares actuaran con alguna contención, pues lo hacen con evidente automatismo: habrían pedido igualmente la dimisión del alcalde si éste no hubiera destituido a Morales, y en este caso con razón.

Y sin querer ir mucho más allá, llama la atención la contundencia con que se ha manifestado el PP en este caso cuando tiempo atrás se le percibió una actitud menos precisa, por no decir confusa, con ocasión del asalto de un grupo de ganaderos a la sede municipal en una muy peculiar protesta sobre el futuro de las macrogranjas de porcino.

Tiene gracia que Morales haya pretextado el ambiente electoral para enmarcar su destitución cuando lo que aparece evidente es que su ansia por organizar grandes eventos tenía por horizonte la proximidad de las urnas, más cuando pretendía agotar el presupuesto anual de su departamento antes del 28 de mayo. Más bien, lo que podemos interpretar es que ante la perspectiva del fiasco general de Cs y con objeto de sobrevivir, Morales ha intentado poner todos los medios de que disponía en el Ayuntamiento para una personal campaña electoral de una manera que se ha mostrado improvisada y temeraria, al menos desde las formalidades administrativas.

Por otro lado, no es posible deducir qué beneficio electoral obtiene Mateos al firmar la destitución de su socio, pues lo que atrae es una crisis de su gobierno y el clima de confusión que a consecuencia de la misma pueda promover el PP, que según las encuestas internas de este partido podría estar pisando los talones al PSOE en Lorca o, en todo caso, en disposición de desplazarlo mediante un pacto con Vox.

Para más señas, en este conflicto han quedado afectadas de refilón las cofradías de Semana Santa, pues una de las actividades comprometidas por Morales consistía en una gran actuación de promoción en Madrid que ha debido ser suspendida en última instancia. En Lorca, el sector cofrade viene a ser un poder fáctico, pues gran parte del movimiento cultural, festivo, social y turístico está ligado a la singularidad de los desfiles bíblico-pasionales. Aunque la reacción de las cofradías ha sido discreta, se puede intuir que sufrirán el lógico malestar por haber permanecido en medio, aunque involuntariamente, de un rifirrafe político con estas consecuencias. En Lorca la polarización admitida y propagada es la existente entre blancos y azules, pero unos y otros son transversales en lo político, si bien, como en la mayoría de las ciudades, los núcleos dirigentes sueles ser adscritos maquinalmente al ámbito conservador. Y aunque las cofradías ‘no se meten en política’, muy poco futuro le espera al político, sea cual sea su adscripción, que perturbe su estatus. Por tanto, también aquí se ha producido una situación delicada que solo la tradicional prudencia de los gestores procesionales permitirá disipar.

Y es que Lorca, en el tobogán preelectoral, es una de las escasas excepciones, junto a Cartagena, de lo que se da por previsible en el conjunto regional. En la tercera ciudad de la Comunidad murciana gobiernan los socialistas gracias al apoyo del único concejal de Cs, ahora destituido. La investidura de Mateos constituyó en 2019 el único caso de coalición PSOE/Cs, lo que se produjo contra el criterio regional del segundo partido y probablemente por incompatibilidad personal de Morales con los representantes del PP, además de que los socialistas fueron extraordinariamente generosos en la cesión de competencias.

Lo cierto es que en estos cuatro años de mandato, Mateos se ha afianzado con una gestión plena de hitos y por su capacidad para estar muy a pie de calle; además, ha demostrado que tiene claro el modelo de futuro del municipio y el papel que corresponde a Lorca en el mapa político regional. Juega en su contra la posición de su partido en la cuestión agua (en un municipio con gran peso del sector agrícola) y otros problemas urbanísticos estructurales en ciertos barrios y en el propio casco central. Pero se ha venido desempeñando sin marcar excesivamente el color de su partido y tratando de abrirse espacio en ámbitos que, en teoría, le serían adversos.

Aun habiendo adquirido, en general, la vitola de buen alcalde, queda por ver si las urnas gratifican sus esfuerzos. Todo indica que la nivelación PSOE/PP persiste, pero esta vez la desaparición de Cs dejará a los socialistas sin otro posible socio que IU/Podemos, un acuerdo que no es fácil en Lorca a juzgar por lo que se ha experimentado en el actual mandato, mientras el PP cuenta de antemano con la posibilidad de sumar mayoría con Vox.

Y aunque el PP local prefiere vivir en las inercias, confiado en que Mateos no conseguirá 'morder' en las plazas conservadoras, la máquina local cuenta con un colaborador extra, el propio Fernando López Miras, natural de la ciudad, y con seguro empeño en contribuir a adjudicársela, no solo por su importancia, sino por el valor simbólico que tiene para él. Esta misma semana ha posado en Lorca para la foto de la suelta de linces, en una imagen muy simpática con la que ha querido inaugurar, a fin de legislatura, una fe ecologista que hasta ahora no lo adornaba, a la misma vez que se anuncia la autorización de un ‘camping resort’ en la zona protegida de Cabo Cope, con la precaución de implicar al Ayuntamiento socialista de Águilas, de tal modo que la posible polémica quede blindada. Es inevitable que la coincidencia temporal lince/cámping nos recuerde al Valcárcel que proclamaba que «el acceso Norte a La Manga se hará por encima de mi cadáver» a la misma vez que promovía una Marina d’Or para Cabo Cope.

Por cierto que el ejemplo de Mateos en Lorca debiera servir de ejemplo a su colega del PSOE en Murcia, José Antonio Serrano, que tiene que aguantar la pupica del concejal de Cs Mario Gómez, quien después de denunciar repetidamente sin éxito a su socio anterior, el popular José Ballesta, insinúa ahora que el ‘contrato de las sillas’ que ha tenido que improvisar el socialista por la incompetencia del autotitulado vicealcalde puede ser irregular. Si Serrano tuviera la mitad del coraje político de Mateos clausuraría de una vez esta penúltima excrecencia de Cs.

En fin, ahora que la Real Academia ha repuesto la tilde a la palabra ‘solo’ cuando actúa como adverbio, al alcalde lorquino, Diego José Mateos, habrá que seguir aplicándosela como adjetivo, es decir, sin acento. Pero es sabido que es mejor estar solo que mal acompañado.

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