La Opinión de Murcia

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Gema Panalés

Todo por escrito

Gema Panalés Lorca

Una vez escribí un Western

Una vez fui escritora de wésterns y recibí pésimas críticas. En realidad, solo escribí uno y nadie lo leyó, pero fui duramente juzgada. Se me tachó de oportunista y poco seria y, para colmo, se cuestionó la calidad e intenciones de mi inédita obra.

—Era un wéstern barato, un espagueti wéstern o una tortilla de patatas wéstern, si lo prefieres —interrumpe mi compañero de viaje.

Todo empezó un caluroso día de verano. Estaba yo sentada frente al portátil, cuando una idea brillante sacudió mi cabeza: era el intrincado guion de un wéstern contemporáneo. Como fan incondicional de Clint Eastwood, no era de extrañar que la inspiración me sorprendiese en ese sentido. Había un héroe, un villano, una historia de amor, una lucha a muerte y un final en el que triunfaba la justicia. Además, el hilo argumental giraba en torno a la explotación laboral, una temática muy de moda en nuestros días.

—¿Pero vas a contar la verdad? ¿Vas a decir también lo pesada que te pusiste? —inquiere de nuevo mi inoportuno compañero.

Todo será contado a su debido tiempo. Los grandes autores tenemos procesos creativos de gran complejidad —yo me incluyo porque, como he dicho, una vez escribí un wéstern—. Flaubert, sin ir más lejos, seguía una rutina austera y ermitaña, «despojada de todo placer externo», según él mismo confesaba y, sin embargo, solo escribía dos páginas a la semana. Cinco años de trabajo le llevó su inmortal Madame Bovary.

Yo puedo decir con orgullo que mi folletín del lejano oeste tan solo me llevó unos días. Empecé a escribir con tal vehemencia, estaba tan entusiasmada (o ‘poseída’, siendo fiel a la etimología del término) que golpeaba las teclas con un furor inusitado. Y ese fue el problema: llamé la atención de mi compañero de viaje.

—Gema, ¿qué estás haciendo? —me preguntó entonces.

—Estoy escribiendo un wéstern contemporáneo increíble. Me está quedando chulísimo. Muy Clint, ya lo verás.

—Pero, ¿no tendrías que estar estudiando? La semana que viene tienes los exámenes finales de la carrera y hay asignaturas que ni siquiera sabes cómo se llaman…

—Ya, pero es que esto es más importante porque…

—Sí, sí. Que estás dando vueltas para no hincar los codos, procrastinando, vamos. ¡A estudiar!

Mi compañero se estaba vengando porque, unos meses antes, él tuvo sus exámenes finales de carrera y, cuando se distraía, yo le repetía machaconamente: «¡A estudiar!».

—Es que te pusiste muy pesada —insiste él con cierto rencor de villano de wéstern.

Al final aprobé mi segunda carrera, pero perdí el wéstern. Hubo que formatear el portátil y se borró para siempre. Pero no está todo perdido: siempre puedo prepararme unas oposiciones y escribir, de paso, mi primera novela. Total, ya estoy acostumbrada a que me tachen de oportunista y poco seria.

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