Entrevista | Pedro Vicente Martínez Nuevo presidente de Amuvite y jefe de la Policía Local de Yecla

"ETA se disolverá cuando se esclarezcan los 300 asesinatos sin resolver y sus autores estén entre rejas"

Superviviente del atentado a la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, ahora lidera la asociación que integra a víctimas del terrorismo de la Región de Murcia

Pedro Vicente Martínez, nuevo presidente de Amuvite.

Pedro Vicente Martínez, nuevo presidente de Amuvite. / Juan Carlos Caval

Integrada en la Fundación Víctimas del Terrorismo, la Asociación Murciana de Víctimas del Terrorismo (Amuvite) nació en 2007 como una red de apoyo en la Región. Su nuevo presidente, igualmente víctima, antiguo guardia civil y hoy jefe de la Policía Local de Yecla, Pedro Vicente Martínez, se propone relanzar la entidad bajo un enfoque renovado para así hacer valer su misión principal: mantener viva la memoria de quienes han sufrido atentados o sus consecuencias, el recuerdo de lo que jamás debió suceder ni puede repetirse.

Son cerca de 180 murcianos los que han experimentado la sinrazón terrorista en primera persona. ¿Cuál es su situación en la actualidad?

Es un colectivo muy diverso, ya que hay rangos de edades y damnificados muy diferentes: viudas, huérfanos, personas con secuelas físicas y psicológicas… De hecho, aunque se sepa la existencia de la asociación, muchas víctimas no nos conocemos al ser difícil que nos juntemos todos, porque tenemos la piel tan dura, que cuesta. Por la dejadez, nuestra y del resto, nos hemos ido apartando gradualmente de la sociedad. Somos un colectivo cerrado y a la vez ‘muy defensores’ de lo nuestro.

¿Cuál es el ‘papel’ de las víctimas en la España actual?

El de intentar mantener la memoria. ¿Cómo se hace? Organizando homenajes, publicaciones, actos institucionales, con el recuerdo a las familias… Tratamos de que no se pierda lo poco que hay. Las víctimas rememoran las efemérides de los atentados porque los han sufrido, y pronto será la del último de ETA: el asesinato de dos guardias civiles en Palmanova, en 2009. ¿Quién se acuerda? Los padres, el cuerpo y poco más.

Antes ha mencionado las secuelas psicológicas… ¿Es posible superarlas?

Estoy convencido de que el daño psicológico no se supera. En el caso de la gente que conozco, y en el mío propio, es imposible. Hay miembros de Amuvite que han enterrado a su marido o a su padre. Y si es muerte natural o por una enfermedad… ¿pero porque le hayan pegado un tiro en la nuca? Eso es complicado de superar y de entender.

ETA concluyó su actividad armada en octubre de 2011, ¿sienten que a raíz de ello los políticos y la ciudadanía han olvidado la voz de la víctimas?

Nos sentimos un poco abandonados, un olvido generalizado. En determinadas circunstancias solo se acuerdan de las víctimas cuando interesa. Aunque es cierto que hay personas y organizaciones que actúan de buena fe y se agradece. Y ETA no acabó en 2011, su ideología está en las instituciones. Difícilmente podemos entender que se nos reconoce a las víctimas cuando Josu Ternera goza de libertad vigilada en Francia y aún no se le ha juzgado por el atentado de la casa cuartel de Zaragoza.

¿Amuvite piensa que el legado de ETA continúa?

ETA está activa. Hicieron la pantomima en 2011, pero mientras haya 300 asesinatos sin resolver... Y no hace falta ser víctima para ver que el Gobierno está normalizando a sujetos como Arnaldo Otegui, procesado por secuestro; Pello Otxandiano, quien se negó a condenar a ETA en la campaña electoral vasca; o a Mertxe Aizpurua, actual portavoz de EH Bildu en el Congreso, que fundó el diario Gara y participó en Egin, en cuyas páginas se marcaban objetivos. Por cierto, Aizpurua publicó en 2018 las memorias de Argala, uno de los líderes más sanguinarios de la banda. No es posible normalizar a quienes el año pasado fueron en listas para los comicios municipales aun con delitos de sangre. Gente que asesina son asesinos; sus colaboradores, malnacidos; y quienes los aplauden, se ponen de lado o les da cancha, indeseables. ETA se disolverá cuando se esclarezcan los 300 asesinatos sin revolver y sus autores estén entre rejas.

Para una parte de la juventud los atentados etarras, con las campañas estivales que tanto han padecido el sureste península, son ya un pasado remoto…

Es triste, nos da mucha pena. He dado charlas en institutos y no saben quién fue Miguel Ángel Blanco, que en La Manga hubo varios atentados o que en el barrio de Vistalegre mataron a un agente de la Policía Nacional con un coche bomba. No saben lo que es ETA. Tampoco podemos machacar a los jóvenes o culpar a sus padres por no hablarles de que hubo un grupo que asesinó a 854 personas, 22 de ellas niños, provocó 7.000 heridos, 70.000 desplazados del País Vasco según la UPV… La fundación quiere implantar un proyecto en secundaria relacionado con la memoria de las víctimas, pues, como uno de los episodios más negros de la historia contemporánea española, se debería estudiar en el aula, como la dictadura.

Usted servía con 19 años en la casa cuartel de la Benemérita, en Zaragoza, cuando se produjo el atentado con coche bomba del 11 de diciembre de 1987…

Hubo once muertos, seis de ellos menores. Lo cometieron Henri Parot, su hermano y otros dos franceses. En aquella época, el Ejecutivo se encontraba negociando una paz con ETA, las llamadas ‘conversaciones de Argel’. Al explosionar el coche bomba, me cayó una puerta con su marco encima. El olor a quemado lo inundaba todo. No daba crédito; entras en ‘shock’ y no sientes frío ni calor. Y, a continuación, a sacar cuerpos de los escombros. Aquello fue una locura. A uno de los agentes le mataron a sus hijas de tres años, las gemelas Míriam y Esther Barrera, y a su sobrino de 15. Otro de los niños, que perdió a sus padres y a su hermana, fue encontrado a dos kilómetros deambulando descalzo y en pijama. Quise olvidarlo, toda la documentación que tenía de ello la tiré. Pero con la edad te das cuenta de lo difícil que es pasar página y asumir lo que pasó.

En los diferentes cuerpos de seguridad el recuerdo de los ‘años de plomo’ sigue vigente...

Había una gran tensión en aquella época, mataban a un policía cada tres días. Cuando salíamos de trabajar siempre llevábamos el arma encima y aplicábamos las normas SYAP. En el País Vasco asesinaron a un guardia civil, su cabeza reposó sobre el claxon del volante y nadie le socorrió hasta que al vehículo se le acabó la batería. Muchos por miedo, otros por indeseables o por verdaderos terroristas. Fueron años muy duros para toda la sociedad. ¿Y para qué las casi mil muertes? Me gustaría preguntarle a los que están ahora en el Congreso, ¿de qué os ha servido ETA? No habéis conseguido ni conseguiréis la independencia… Conozco a una víctima a menos de 20 kilómetros de aquí que no conoció a su padre, pues lo asesinaron cuando tenía dos años. Cuando hablo con él se echa a llorar, porque hoy tiene hijos con esa edad. ¿Y ahora se pretende ‘blanquear’ a esos sujetos?

Volviendo a Amuvite… Como nuevo presidente tras el mandato de Luis Begaño, ¿qué desafíos tiene por delante?

Queremos seguir con la difusión en centros educativos y hallar financiación para ello, ya que no contamos con recursos económicos. También reunirnos con Fernando López Miras, que se reactive la Estrategia de Apoyo a las Víctimas del Gobierno regional y ver qué derechos es posible conservar y qué apoyos podemos recabar. Hablaremos con ayuntamientos, colegios, universidades… Eso sí, con un enfoque distinto: ser nosotros mismos quienes expliquemos nuestras experiencias y lo ocurrido en este país. Por otro lado, en Murcia, la escultura en tributo a las víctimas, en La Fama, está muy escondida, no es reconocible ni las identifica. Propondremos al Consistorio algo parecido a lo que se hizo en Cartagena con la pieza El zulo, instalada en la explanada del puerto.