Pasando la Cadena

¡Qué disparate!

José Luis Ortín

Un viejo amigo, Paco Morga, repetía hace años tal exclamación con su inimitable sonrisa socarrona a la menor oportunidad. Y lo hacía tanto ante asuntos malos como buenos, mostrando preocupación o alegría según el caso. Otras veces respondía: «una cosa que esté bien», cuando le preguntaban qué o cuánto quería, o «tú, pide como si fuera una boda», cuando deseaba invitar a alguien. Ahora hará lo mismo, porque era un pozo de saber y generosidad sintetizando en frases para la emulación y el recuerdo las cosas más cotidianas de la vida, cualidades que se acrecientan con los años.

Vivimos tiempos inclasificables. Una sociedad disparatada con escasos miramientos cuando se trata de criticar, exigir, juzgar, competir, maniobrar o vivir de los demás, según el estamento, las circunstancias o el tema de que se trate. Y con líderes, generalmente, cada vez más radicales y menos empáticos por desnortados. Es, también, el tiempo que nos lleva. Y el fútbol no es una excepción.

Cómo será esto que, en lo menos malo, tenemos al club español más laureado, el Real Madrid, con su indiscutible presidente en cabeza, Florentino Pérez, contra todo y contra todos los estamentos futbolísticos: árbitros, clubes insignes europeos —los clubes estado, dicen—, y hasta españoles como el Barça y el Atlético por cuestiones diversas, Federación española, Liga de fútbol profesional, UEFA y quien ose negarle cualquier pretensión o deseo que se le ponga por montera, con razones reales o aparentes y sin ellas. Y aquí entran tanto cuestiones deportivas como, sobre todo, económicas. Y, además, según el tema, encuentra aliados contra otros rivales entre sus enemigos de cabecera. Los ejemplos más claros son el de Javier Tebas y la Liga contra el Barça, por el asunto Negreira, y al propio Barça con Joan Laporta frente a la UEFA por la Superliga.

Y es que, la pela es la que manda, como ocurre en nuestra sentida España con los nacionalismos periféricos. El trasfondo es querer más parte del pastel dinerario por creerse más importantes o porque algunas ya lo disfrutan.

De menos a más, tenemos al Barça de Laporta enfatizando aquello del madridismo sociológico para defenderse del mayor escándalo competitivo que han conocido el fútbol español y el europeo. Si el caso Negreira acaba sin penas ni sanciones tan graves como su causa: haber pagado millones durante veinte años al número dos de los árbitros españoles por un supuesto asesoramiento, con el propio Laporta triplicándole la mordida en su primera etapa, sería un golpe irrecuperable a la ya debilitada credibilidad de la justicia deportiva con alcance hasta la penal. El mero y acreditado pago ya debería ser considerado un delito grave, simplemente por la intencionalidad de los pagos a quien debía impartir justicia —miembro destacado del máximo organismo de los árbitros, el CTA, —, con el agravante de su oscurantismo original por falta de contrato alguno con ninguna de las sucesivas directivas del Barça en esos años. ¿Alguien entendería, honestamente, que se fueran de rositas sus autores?

Y para no extendernos, llegamos a la cumbre de la corrupción que nos asola. El último cuarto de siglo ha sido testigo de la destitución e ingreso en la cárcel del penúltimo presidente electo de la Federación española de fútbol, Ángel María Villar, y del cese y encausamiento del último, Luis Rubiales, por asuntos que causan sonrojo solo con enumerarlos. Algunos de los viejos bochornos aún siguen pendientes de juicio —el caso Soule, por ejemplo—, y los referidos a Rubiales están en fase de investigación e instrucción con nuevos hallazgos a menudo. ¡Tela marinera, lo que se ya se sabía y fue silenciado por los diferentes poderes y autoridades gubernamentales, y lo que se va sabiendo!

Afortunadamente nos queda el fútbol como deporte y espectáculo. Ahora estamos de selecciones, y a España le supuso un fiasco el amistoso en Londres frente al excelente seleccionado colombiano. Veremos cómo maniobra De la Fuente el martes en el impresionante nuevo Bernabéu ante Brasil. En principio, será un once muy distinto con los pesos pesados en escena. Unai, Carvajal, Gayá, Rodri, Fabián y Olmo saldrán de inicio y nos darán un plus de equilibrio y homogeneidad con los últimos tiempos, lo que invita a la esperanza si sumamos a los jóvenes Nico, Lamine e incluso Cubarsí. Estos imberbes, como los que faltan, también son auténticos disparates, pero de los buenos.

Tal que Vinicius, Rodrygo y un tal Endrick que apunta maneras. ¿Más Bellingham y Mbappé, dice usted, merengón?

¡Qué disparate!

Suscríbete para seguir leyendo