El "bicho raro" de Blas Miras tiene cuerpo de pez y pies de pato

El escultor mazarronero ocupa la Cárcel Vieja de Murcia hasta el 31 de marzo con más de cuarenta piezas en torno a uno de sus personajes más icónicos

Blas Miras junto con algunas de sus obras expuestas en la Cárcel Vieja.

Blas Miras junto con algunas de sus obras expuestas en la Cárcel Vieja. / Francisco Peñaranda

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Dice Blas Miras (Mazarrón, 1957) que, cuando era un chaval, “con doce o trece años”, se sentía “un bicho raro”. Es lo que tiene preferir el modelaje con la cera derretida que le guardaba su abuela que bajarse al parque a jugar al fútbol. Pero, por suerte, “con el tiempo uno siempre va encontrando a otros ‘peces pato’”; personaje, por cierto, que ha convertido en un símbolo y al que desde este viernes rinde homenaje en la Cárcel Vieja de Murcia.  

El ‘pez pato’ de Miras hizo su aparición en 2013, dentro de una colección titulada El ombligo de la luna. “Aparecieron de forma muy espontánea en un grabado que en realidad se centraba en un personajillo con paraguas que trae la lluvia. Es una pieza en la que aparecen casi todos los elementos característicos de mi obra, pero este entró de manera casi inesperada, y enseguida me fijé en él. De hecho –añade–, comenzó a obsesionarme, y empecé a preguntarme qué es lo que me quería contar”, recuerda el escultor. Aquella pieza germinal, por supuesto, puede verse estos días en el antiguo centro penitenciario del centro de la capital del Segura, pero los que en ella aparecen no son los únicos ‘peces pato’ que hasta el 31 de marzo ocuparán las salas de la Cárcel Vieja.

“Piezas deben ser unas cuarenta y tantas, pero peces...”, señala entre risas el escultor. “Esta mañana me he puesto a contarlos y he tenido que dejarlo. Ha habido un momento incluso en el que he pensado: ‘Jo, a ver si me he pasado’”, confiesa a carcajadas. Aunque se consuela pensando en la artista estadounidense Georgia O’Keeffe: “Ella venía de una zona desértica de Estados Unidos y, cuando llegó a la gran ciudad, se dio cuenta de que la gente no se paraba a mirar las flores. Y eso la marcó hasta el punto de que en su obra pintaba flores enormes para que las vieran sí o sí. Yo, en este caso, hago algo parecido: quiero darle visibilidad y voz como sea a estos ‘peces pato’”.

Pero ¿qué representa este personaje, este pequeño pez con largas patas de pato? Pues a los “bichos raros” que, como él de adolescente, se sienten solos; a aquellos que se ven a sí mismos fuera de contexto (del agua), “como sapos de otra charca, que se dice en Murcia”. A ellos dedica el título de la muestra, un guiño a Joaquín Sabina: Peces de ciudad. Bueno, más bien, a ellos ha dedicado su trayectoria, tanto artística como profesional. “Como profesor siempre me gustó trabajar en la Compensatoria y en programas de refuerzo con personas que necesitaban ayuda y que, al final, me ayudaban más ellos a mí que yo a ellos”, explica Miras.

Pero estas declaraciones no sorprenderán a quienes le conozcan (a él o a su obra, plástica o literaria). Casi todo lo que ha hecho tiene su base en la firme convicción del artista de que “vivimos en un mundo amplio y diverso”, y este proyecto no es una excepción: “En esencia, la exposición es un alegato en contra del pensamiento único y la homogeneidad, y un grito a favor del respeto a las diferencias”, concreta el mazarronero, que prácticamente nos da la bienvenida con una pieza de gran formato titulada El pez grande ayuda al pez chico y que redunda en su compromiso social. “Es un homenaje a todas las ONG, bancos de alimentos y movimientos vecinales que, en época de crisis, han dado respuesta a los más desfavorecidos”, explica Miras, que sueña con que algún día un Ayuntamiento “adopte” a este pez y pueda acabar adornando alguna plaza público.

Dos personas observan las obras de la exposición de Blas Miras en la Cárcel Vieja.

Dos personas observan las obras de la exposición de Blas Miras en la Cárcel Vieja. / Francisco Peñaranda

En cualquier caso, eso solo sería la guinda de un proyecto, Peces de ciudad, que ya le ha hecho cumplir con un viejo anhelo: “Para mí, poder hacer esta exposición es un sueño hecho realidad. Siempre fantaseé –y llevo cuarenta años en el oficio de escultor– con que algún día mis peces pudieran deambular por algún espacio público potente de Murcia, y ese día por fin ha llegado”, celebra el mazarronero, que acostumbra a presentar todos sus trabajos en su pueblo: “Me siento muy bien acogido siempre por mi gente, y tengo mucho que agradecer a Mazarrón, pero también me apetecía hacer algo así. Además –añade–, creo que ha quedado ideal: hay piezas de suelo fijas, de pared, móviles que cuelgan del techo...”.

Uno de esos móviles es Me andaré por las ramas, una de las pocas obras realizadas ex profeso para Peces de ciudad. La muestra reúne una selección de las piezas que, realizadas a lo largo de estos últimos diez años –desde aquel grabado de 2013–, han explorado las motivaciones de este ‘pez pato’, “que todavía no había llegado a Murcia. Pero yo a mis exposiciones –apunta Miras– llevo siempre alguna pieza nueva”, y esta es particularmente significativa, ya que recoge algunas de las claves del proyecto. 

Para empezar, este móvil de siete brazos que se expanden está hecho con ramas de palmera; es decir, con materiales reciclados, una constante en su carrera. “En esta exposición hay de todo: tuberías de cobre, maderas procedentes de podas, una silla deconstruida y hasta un estropajo. Esta, en concreto, está hecha con ramas recogidas durante un paseo por la playa”, explica el artista. “Con esto –el uso de estos materiales–, reclamo dos cosas: un mundo más ecológico y respetuoso y el derecho a las segundas oportunidades, ya sea para los objetos o, sobre todo, para las personas. Porque a menudo desechamos cosas que son realmente hermosas...”, lamenta.

Por otro lado, está el título de la obra: Me andaré por las ramas. “Tengo un cierto empeño por darle la vuelta a algunos refranes, por romper con el aspecto agorero de frases como esta o la del pez grande que se come al chico. O, muy particularmente, esa que señala como algo negativo eso de ‘estar en una nube’, cuando ese estado como de ensoñación es casi que necesario para la creación”, reflexiona el artista. Y esto está íntimamente relacionado con una tercera clave: “Quería hacer una exposición con interrogantes, que diera que pensar. Me gusta cuando la gente se pregunta por los títulos, o por los símbolos que se repiten en mis obras, o por este ‘pez pato’ que me acompaña”.

Porque sí, aunque en su día fue un “bicho raro”, hoy tiene a un pececito con patas que le sigue allá a donde vaya, así como a otro puñado de perros verdes que algún día se sintieron también “sapos de otra charca” por “pensar el mundo de otra manera” y que hoy “pintan o escriben”, lejos de enfrentarse a un entorno hostil a base de “bocaos”. Entre ellos están Olga C. Rodríguez Pomares, artista y profesora de escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada, y Juan García Sandoval, museólogo y crítico de arte, comisario de esta y otras muestras de Miras. También los diferentes miembros del “magnífico equipo” de la Cárcel Vieja, que se ha “volcado” para que cada pez esté en su sitio (y bien acompañado).