Literatura

"La realidad es más vasta que cualquier ficción, y en la lucha entre ambas siempre gana la primera"

"Esa atracción/repulsión que nos genera lo tecnológico es y seguirá siendo siempre un material fabuloso para la narrativa y el ensayo"

Javier Moreno.

Javier Moreno. / Juan Carlos Caval

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Dice Javier Moreno (Murcia, 1972) que ser prolífico no debería considerarse en sí mismo como un valor literario, que lo importante es que los textos -independientemente de cuántos sean- dejen satisfechos al autor y a sus lectores. Sin embargo, lo cierto es que en la actualidad vive un momento de extrema lucidez, y eso, cuando se es escritor, suele traducirse irremediablemente en nuevas obras. Basta con repasar su bibliografía para comprobarlo: en cuestión de un año ha publicado tres libros, el ensayo El hombre transparente (enero de 2022), una novela titulada Omega (en abril) y, hace unas semanas, un conjunto de tres relatos -o nouvelles, como él prefiere llamarlos-, Magnífica desolación (Candaya, 2023). Este sábado la presentó en casa, en Libros Traperos, y hemos aprovechado su visita para hacerle algunas preguntas al respecto.

Vaya meses lleva, ¿no? El hombre transparente, Omega, Magnífica desolación...

Sí, tres publicaciones que han aparecido prácticamente en un año. Son tres libros de géneros distintos y en distintas editoriales. A veces ocurren estas cosas. Cuando pasan estas cosas, uno teme que pueda llegar a cansar (por agotamiento) a sus lectores...

Teniendo en cuenta que este libro estaba previsto para finales de 2022, entiendo que va a ser difícil que 2023 sea más prolífico que el pasado año en términos literarios, ¿no?

Sí. De hecho, no tengo ningún otro plan de publicación para este 2023. En cualquier caso, ser prolífico o no no debe considerarse por sí mismo un valor. O eso pienso yo. Lo importante es que los libros que aparezcan resulten satisfactorios para el autor y los lectores.

Supongo, entonces, que Magnífica desolación cierra esta suerte de muy particular trilogía en la que, si bien cada libro es un mundo (un ensayo, una novela y, ahora, un libro de relatos), todos estos títulos han redundado en una misma idea: en cómo las nuevas tecnologías transforman nuestra identidad y nuestro entorno. ¿O todavía te queda algo que decir al respecto?

Claro que quedan cosas por decir. Aunque no en exclusiva, en efecto, sí que el tema de la influencia de las nuevas tecnologías en el modo que tenemos de experimentar la realidad y a nosotros mismos es una de las temáticas de las que se nutre mi escritura actualmente... Hay algo de ello también en Magnífica desolación, sí, sobre todo en el relato que cierra el libro, el que lleva por título El cielo de Madrid. Pero, más que una trilogía (la que formarían El hombre transparente, Omega y Magnífica desolación), yo veo una línea de continuidad a la que, de momento, debo decir, no le aventuro final.

Sé que los ritmos literarios son unos y los tiempos editoriales, otros, pero... ¿le ha ido cambiando la percepción de las nuevas tecnologías, las redes y demás desde que inició esta -llamémosle, entonces- ‘etapa’ hasta ahora?

Por supuesto. La investigación que llevé a cabo de cara a la escritura de El hombre transparente ha resultado muy formativa, y no solo en términos ensayísticos, sino también literarios. Aprendí mucho de cuestiones que luego se filtraron (a veces de manera impremeditada) a mi literatura. Una de las consecuencias de esa investigación es que desde hace unos meses publico una sección en Muy Interesante donde hablo de lo que yo llamo ‘Tecnocultura’, de ese terreno de intersección donde interfieren lo tecnológico y lo cultural.

En Omega, que también era ficción, planteaba preguntas. ¿Llega ya el turno de ofrecer respuestas (con Magnífica desolación) o va a seguir haciendo trabajar al lector con estos relatos?

Creo que la escritura de Magnífica desolación es más reposada, más demorada que la de Omega. Creo que es un libro para disfrutar de su lectura, no tanto para sentirse acuciado por preguntas. Pero si hay alguna respuesta en este libro es la que pueden dar los personajes de estas cuatro historias a propósito de sus experiencias vitales.

Por cierto, ¿qué le ofrece el relato (como formato) a la hora de seguir indagando en esta idea que atraviesa últimamente toda su producción literaria? Porque supongo que el haber alternado entre el ensayo, la novela y la narración corta tiene que significar algo en términos de expresión…

Yo, más que de relatos, hablo de nouvelles, un género mixto a medio camino entre la novela y el relato. Pero el relato -aunque sea de largo aliento como este- me permite afrontar una pluralidad de emociones e ideas en escenarios y con personajes distintos. Creo que el cuento facilita esa multiplicidad (con la que yo me siento muy cómodo) mucho más que la novela, por muy cervantina que sea.

Hablemos, ahora sí, de estas cuatro historias que ahora presenta. En primer lugar, hay dos cuestiones clave que atraviesan este libro: por un lado, la difusa frontera que separa lo real de lo imaginado (que también es una constante en su obra) y, por otro, el desengaño amoroso, que sirve como hilo conductor entre los relatos. ¿Por qué?

En realidad son dos cuestiones que tienen mucho que ver entre sí (la dicotomía realidad/ficción y la del desengaño/amor). Al fin y al cabo, el enamoramiento tiene mucho de ficción: proyectamos sobre la persona amada atributos fantásticos que no siempre tienen su correspondencia en la realidad. Con esto no quiero decir que al amor haya de seguir necesariamente el desengaño, pero sí que el tiempo supone un bautizo de realidad (a veces, un auténtico tsunami...). Y sí, las cuatro historias de Magnífica desolación tienen como trasfondo el desengaño de un amor o una amistad. La realidad es más vasta que cualquier ficción y, por tanto, en la (desigual) lucha entre ambas siempre saldrá victoriosa la primera. Combatir el desamor o la desafección requiere de un esfuerzo constante, de una lucha (antirealista) que pasa por recuperar el encantamiento de los orígenes, por la ficción.

Si me permite, voy a preguntarle (aunque sea brevemente) por cada uno de estos relatos. En Pentimento haces algo en lo que ya ahondó con Null Island (2020): en la cosa literaria, en el hecho de escribir y en cómo un autor se enfrente a su propia obra, a su creación. Cuénteme.

Me fascinó en un momento dado la idea de un escritor que busca replicar el escenario de una de sus obras. En el caso de Pentimento, el protagonista alquila una cabaña en un bosque con la aparente intención de vivir durante unos días en un espacio muy similar al de su última novela. El conflicto surge, como ocurre en los cuatro relatos de este libro, cuando se confrontan la realidad y la ficción. Y hasta ahí puedo leer.

Bueno, pero espero que a usted no te pase como al protagonista de esta historia... ¿O escribir también hace que a veces uno pierda un poco los estribos?

Afortunadamente yo soy mucho más templado que la mayoría de mis personajes.

En Los reinos de lo irreal se enfoca en la historia de otro escritor -y también artista-, éste, real, Henry Darger, y en su ‘relación’ (imaginada) con la fotógrafa Vivian Maier.

Siempre me interesaron estas figuras de artistas que mueren casi en el anonimato y cuya obra se recupera años después de su desaparición. Vivian Maier y Henry Darger son dos de estos artistas. Ella, una niñera que aprovechaba sus excursiones con los niños para hacer fotos; él, un conserje de hospital que quemaba los residuos de las operaciones y que terminó escribiendo en secreto una de las novelas más largas de la historia (y que él mismo se encargó de ilustrar). Los dos vivieron en Chicago. El caso es que, a pesar de la diferencia de edad entre ellos -Darger era mayor que Maier-, fantaseé con la idea de que se conocieran, de que se hiciesen amigos, mientras recorría los escenarios por donde transcurrió parte de sus vidas.

Magreb, el tercero, es, quizá, el más ‘filosófico’ de los cuatro. En su concepto, me hace recordar a Baudrillard, a la idea de simulación, de simulacro, a Gianni Vattimo... ¿Me estoy viniendo arriba o la cosa va por ahí?

Tiene que ver, más bien, con un ejercicio en el que se recrea el modo en el que recordamos, en el que configuramos ese relato al que llamamos ‘yo’ y en el que apoyamos nuestra identidad. Sin embargo, nunca recordamos un suceso del mismo modo, y, sobre esa idea, Magreb es un ejercicio que busca recrear de una quincena de modos distintos una escena entre un hombre y una mujer en el salón de un hotel de Marrakech. ¿Quiénes son? ¿Por qué están allí? Esas son preguntas que animo a que el lector sea capaz de responder.  

Y El cielo de Madrid -que también tiene mucho que ver con la idea de hiperrealidad de Baudrillard, en mi opinión- es quizá el de mayor actualidad, por aquello de que en las últimas semanas, meses, se ha intensificado el debate en torno a la Inteligencia artificial…

Sí. Una de las ideas clave de Magnífica desolación es la hipótesis de que los relatos de este libro fuesen variantes escritas por una inteligencia artificial (una especie de ChatGPT literario) en base a una cadena de búsqueda cuyos elementos serían algunos nombres, ciertos escenarios y un puñado de emociones. De ahí que haya escenarios que se repitan (como la cabaña del bosque y el lago), así como algunos nombres de personajes. En El cielo de Madrid, AltLife es un algoritmo de realidad virtual que permite al profesor universitario protagonista proseguir la aventura que mantuvo con una antigua alumna mientras continúa conviviendo con su mujer y sus hijas.

¿Le tiene alerta todo esto de las IA? ¿Cuál es su postura al respecto?

Me interesa mucho. Investigo y leo todo lo que puedo al respecto. Sin embargo, creo que, a pesar de la espectacularidad de algunos resultados, todavía estamos lejos de la inteligencia artificial general. Las máquinas desconocen el sentido real de las cosas, son incapaces de lidiar con la ambigüedad y siguen siendo muy torpes a la hora de producir contenidos dotados de creatividad.

Una última cosa: ¿de dónde viene esta pequeña..., quizá no obsesión, pero sí fijación por las nuevas tecnologías? Sé que le preocupa la automatización de nuestras vidas profesionales y personales, pero... ¿qué es lo que ha desencadenado esta ‘trilogía’?

Creo que la tecnología está siendo crucial en los últimos tiempos. Siempre lo ha sido, pero sus efectos están siendo especialmente intensos en las últimas décadas. La literatura puede seguir su curso dando la espalda a esas mutaciones psicológicas y sociológicas -de hecho, en tres de los relatos de Magnífica desolación la tecnología es irrelevante o meramente accesoria-, pero creo que esa atracción/repulsión que nos genera lo tecnológico es y seguirá siendo un material fabuloso para la narrativa y el ensayo.