Entrevista

Carlos Sánchez: "Aún nos faltan instrumentos para evitar las corruptelas"

El analista político cree que es esencial regular los ‘lobbies’ para fiscalizar a los poderes públicos y asegura que así se resolverían antes algunas tramas que ocupan hoy las portadas de los periódicos

El periodista Carlos Sánchez es director adjunto de El Confidencial.

El periodista Carlos Sánchez es director adjunto de El Confidencial. / LA OPINIÓN

Jaime Ferrán

Jaime Ferrán

Caciquismo, clientelismo, amiguismo, puertas giratorias o tráfico de influencias. Son solo algunos de los pecados que arrastra desde hace más de un siglo un país que no ha conseguido evitar que las élites aristocráticas acaparen buena parte del poder, en detrimento de la calidad democrática. Los periodistas Ángel Montiel y José Luis Vidal Coy, colaboradores de La Opinión, acompañan hoy en Murcia (Salón de actos del Edificio Moneo, 19 horas) a Carlos Sánchez, director adjunto de El Confidencial, que presenta su último libro, Capitalismo de amiguetes.

¿Es este un libro que explica nuestras grandes oportunidades perdidas?

Pretende, como bien dices, responder a una pregunta muy clásica entre los historiadores: ¿Por qué España perdió el tren de la Revolución Industrial y los cambios posteriores? La clave está en que nosotros no llegamos a incorporar al sistema sociopolítico a las nuevas fuerzas que aparecen a principios del siglo XX, fundamentalmente la clase obrera, como sí hacen en otros países de nuestro entorno.

¿Qué nos pasó?

Dos dictaduras que ocuparon casi medio siglo . Eso hizo que la calidad institucional de España fuera muy mala, a lo que hay que sumar el retraso histórico del que veníamos del siglo XIX.

Ofrece una explicación histórica del ’capitalismo de amiguetes’, pero este sigue presente hoy en día en España, ¿no?

Todos los sistemas políticos tienen deficiencias y España no es una excepción. Claro que las élites tienen más fácil acercarse al poder. Lo que diferencia a unos países de otros es la respuesta; es decir, tener un buen sistema institucional que impida que se hagan cosas al margen de los intereses generales. Sigue habiendo capitalismo de amiguetes porque todavía nuestras instituciones de fiscalización de los poderes públicos son muy recientes.

¿No perdimos una oportunidad de oro tras las crisis de 2008?

Hubo un impulso inicial a partir de aquella crisis, con un compromiso por parte de los viejos partidos y, por supuesto, por la presencia de las nuevas formaciones políticas, que plantearon como uno de los objetivos estratégicos de país lo que se ha llamado regeneración democrática. Esta regeneración, al final, ha quedado muy reducida a pequeños detalles. En España todavía nos faltan instrumentos para evitar ese capitalismo de amiguetes, esas corruptelas, ese amiguismo en general. Estoy hablando, por ejemplo, de la regulación de los ‘lobbies’. No conocemos la agenda real de los ministros, ni de los presidentes autonómicos ni de los alcaldes. Son déficits estructurales de transparencia. De hecho, en los últimos meses se está hablando mucho de corrupción y tiene que ver con esto. Algunos casos de corrupción se hubieran resuelto antes si hubiéramos conocido las entrevistas que habían tenido algunos ministros o presidentes autonómicos implicados.

Ha recordado el concepto de regeneración democrática y justo lo acaba de rescatar Pedro Sánchez para anunciar, parece, cambios legislativos. ¿Le tranquiliza?

Como se suele decir, el movimiento se demuestra andando. Habrá que ver qué medidas toma finalmente. Insisto en la necesidad de regular los ‘lobbies’: saber con quién se ha reunido un cargo público, durante cuánto tiempo y de qué han hablado.

"Claro que las élites tienen más fácil acercarse al poder, pero lo que diferencia a unos países de otros es cómo responden"

¿Cree que los grandes partidos (PP y PSOE) están en disposición de ponerse de acuerdo?

Deberían, pero no lo harán porque están en un sistema de máxima confrontación en el que cualquier acuerdo es visto por sus respectivos votantes como una traición. Así romperían su estrategia de polarización. Lo triste es que en sus programas electorales apoyan una mayor transparencia.

En vez de regular los ‘lobbies’, Sánchez está más inclinado a regular los medios.

Forma parte del oportunismo político por lo que ha ocurrido con su mujer, pero esto no es nuevo. La regulación de los medios lleva años hablándose en la Unión Europea y hay una normativa desde diciembre del año pasado. Falta que quiera ponerla en marcha.

¿Se han sentido atacados por el Gobierno en su periódico por lo publicado sobre su mujer?

Injustamente atacados. No ocurre nada si un Gobierno critica el comportamiento de un medio, pero la información que hemos publicado sobre las actividades empresariales de la mujer del presidente son ciertas. Nadie ha desmentido que tuviera algún tipo de participación en que una empresa recibiera una adjudicación pública. Y en segundo lugar, meternos en un saco donde caben todos los periódicos que hacen bien su trabajo y los que no lo hacen es injusto para un periódico que durante 23 años ha demostrado que ha sacado muy buenas noticias. No tenemos demandas judiciales perdidas por haber publicado cosas que no son ciertas.

"Es injusto que metan en un mismo saco a los medios que hacemos las cosas bien con los que no"

¿Qué podemos hacer los medios para terminar con este clima tan desagradable?

Mesura y prudencia, analizar las cosas con frialdad y no caer en eso que muchas veces los políticos buscan, que es la polarización. No hay que olvidar que tenemos un arma increíble que nos permite criticar hasta al presidente del Gobierno. Es un lujo del que ni la presidenta del Santander puede disfrutar.

Hablando de la señora Botín, ¿ella forma parte del capitalismo de amiguetes?

Hubo un tiempos en la historia de España en los que la gran banca, la gran industria, la gran empresa, formaba parte de eso que llamamos capitalismo de amiguetes. Pero creo que en el siglo XXI, ese tipo de empresas como el Banco Santander, como las empresas que cotizan en el IBEX, como las grandes compañías eléctricas, están muy controladas por parte de entidades que están especializadas en fiscalizar. Al Banco Santander, sin ir más lejos, lo fiscaliza nada más y nada menos que el Banco Central Europeo. Evidentemente, tiene capacidad de llegar a los poderes públicos e influir en la legislación, pero no como antes. ¿Son suficientes estos controles? Siempre hay que mejorar.