Covid

Consuelo espiritual en tiempos de coronavirus

Los capellanes de los hospitales de la Región viven en primera línea el drama de la pandemia, reconfortando tanto a pacientes como a sanitarios: "Dios siempre está de nuestra parte", subrayan

Capellanes del Virgen
de la Arrixaca posan
en el hospital. israel sánchez

Capellanes del Virgen de la Arrixaca posan en el hospital. israel sánchez

Ana Lucas

Ana Lucas

«Un médico me dijo: 'yo no sé cómo no habéis cogido el coronavirus ya', porque al quitarse el EPI es cuando hay más riesgo, hay que llevar muchísimo cuidado. El sacerdote, cada vez que va a una habitación, se tiene que cambiar: yo me cambié 24 veces de EPI en un mismo día». Así se expresa Alfonso Guarinos, responsable de capellanes del Virgen de la Arrixaca de Murcia, que atiende a LA OPINIÓN por teléfono, en un descanso de su labor, consistente en dar consuelo a unos pacientes que permanecer aislados, por lo que muchas veces también ejerce de enlace con sus familias.

«Cada uno de nosotros sabe a lo que se está enfrentando», explica el sacerdote, al tiempo que rememora que marzo «fue dantesco». Se refiere a la primera ola de la pandemia, cuando los curas vivieron «una adaptación continua», dado que «no sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar».

Ahora, en el Virgen de la Arrixaca (donde, junto a Alfonso, están los capellanes Paco, Ángel y David) se hace «una Eucaristía al día. Antes eran dos misas diarias, pero se tuvo que dejar en una, siguiendo todas las normas de aforo y desinfección», tal y como detalla Guarinos.

Consuelo espiritual en tiempos de coronavirus

Consuelo espiritual en tiempos de coronavirus

Capellanes del Reina Sofía, en la puerta del hospital. Israel Sánchez

El Padre Alfonso Pérez Guarinos, coordinador de capellanía de La Arrixaca, explica cómo se han adaptado a la nueva realidad de la pandemia

La Opinión de Murcia

Por otro lado, «los servicios de atención a los enfermos siguen exactamente igual: seguimos entrando a quirófano, a todos los lugares donde se nos solicite. A quirófano es para el sacramento de la unción de enfermos, porque la familia lo ha querido».

Los sacerdotes del hospital han de estar «localizados las 24 horas del día, llevamos un busca», comenta el responsable de capellanes, que «dependiendo de dónde vivan, una vez que han cumplido con su horario, pueden salir o ir a dar una misa fuera, pero siempre con el busca». Cuentan con «unos 25 minutos para atender la urgencia, como los médicos», indica.

Sostiene el religioso que «los momentos difíciles son momentos para la pregunta, te remueven todos los cimientos», así como que «Dios sale a nuestro encuentro en todas las situaciones, tanto en las buenas como en las malas. En estos momentos también, porque es Padre». «Los no creyentes nos han llamado y hemos hecho un servicio humanitario. Nos llaman para desahogarse, para hablar. En la primera remesa de marzo había gente muy mayor, gente bautizada, que quería hablar con nosotros, porque estaban solos, porque su familia no podía entrar. Los hemos atendido también», dice el responsable de capellanes, que apuesta por «escuchar, apoyar, poner el brazo, aunque no demos el Sacramento».

Hace hincapié en que «el mandamiento supremo del Señor fue amaros los unos a los otros como yo os he amado» y recalca que «la fe es un don, es un regalo, no podemos obligar a creer a la gente». «Dios siempre está de nuestra parte», subraya.

Por su parte, Joaquín Robles, uno de los tres capellanes que hay en el Reina Sofía de Murcia, junto con Eduardo y Antonio, admite que, desde que llegó a la Región de Murcia la pandemia, «la experiencia está siendo muy dura, porque nosotros, cuando nos acercamos a la covid, es cuando el paciente está ya falleciendo».

Es duro para los religiosos «encontrarte con una familia en esas circunstancias», mientras ellos van «con el traje puesto y con esta parafernalia», en medio de una situación que «te afecta y no te deja en paz», manifiesta.

Los curas de hospital se han convertido en unos expertos en enfundarse los trajes de protección y ponerse las gafas, viseras, gorros y mascarillas dobles. Son extremadamente disciplinados con las medidas de prevención frente al virus, ya que están expuestos, en primera línea, aunque ellos no sean sanitarios.

Como sacerdote, no obstante, «para mí es un privilegio estar cerca de la gente que sufre y transmitir un poco de paz en medio de esa tormenta», remarca Robles.

«Es gratificante, muy gratificante», insiste, al tiempo que reconoce que «el miedo a contagiarme también está».

No solo los enfermos: también los sanitarios creyentes solicitan ayuda espiritual. Quieren confesarse, comulgar, ser escuchados, llorar y desahogarse.

"Hay un misterio ahí"

Comenta Joaquín Robles que, en la enfermedad y la agonía, «la gente se abre». «Hay un misterio ahí, la gente tiende más a confiar, por un lado en el médico, pero también en Dios», manifiesta el religioso.

En la misma línea, incide en que «los enfermos que están viviendo esa soledad tan grande, en la habitación, completamente solos, se agarran mucho a la fe. La fe en la vida, y la fe en Dios para el que sea creyente».

Rememora que el hijo de un contagiado de coronavirus le dijo, cuando su padre se estaba muriendo: «Más importante que el médico, ahora mismo es usted». «El hombre estaba llorando», recuerda el capellán, que acompañó a ambos, padre e hijo, en el fallecimiento del primero.

Según datos proporcionados por la Consejería de Salud, en el área de salud de Cartagena hay un capellán; en el Morales Meseguer, otro; en el área del Mar Menor, uno, al igual que en el Hospital de Cieza, mientras que en el de Yecla hay un religioso a tiempo completo y otro de forma parcial.

«Se te encoge el alma», especifica el sacerdote del Reina Sofía, que siente «mucha admiración por los médicos y enfermeros», de quienes valora «la entrega, el trabajo que están haciendo sin parar, es de admiración y de darle gracias a Dios». Su fe les proporciona el consuelo, la esperanza y la fuerza que luego ellos tratan de dar a sus pacientes.