Semana Santa

Los apóstoles desafían a la lluvia en Cartagena

La climatología respetó el desfile pasional que tan solo se topó con algunas gotas y ambiente frío

Traslado de los apóstoles de la cofradía california.

Traslado de los apóstoles de la cofradía california. / Iván Urquízar

La Semana Santa de Cartagena se caracteriza por su orden, su luz, su flor, sus tronos y su hermandad con el estamento militar. Todo ello se dio cita ayer en la procesión del Traslado de los Apóstoles de la cofradía california. Santiago, San Juan y San Pedro volvieron a salir a la calle desde el Gobierno militar, el Parque de Artillería y el Arsenal, respectivamente, como marca la tradición.

Tras todo un día supervisando y actualizando las previsiones meteorológicas, que evidenciaban ligeras lluvias por la zona cartagenera en las horas del desfile pasional, las tres pequeñas procesiones arrancaron a la hora señalada, las 19.22 horas, cuando el último rayo de sol.

Los primeros en abandonar sus estancias militares fueron Santiago y San Juan. El primero salía del Gobierno militar para iniciar su recorrido con la dificultosa Subida de las Monjas como primer gran reto y su paseo por la plaza del Ayuntamiento para crear una foto única junto al Palacio Consistorial. San Juan también cautivó en sus primeros pasos tras abandonar el Parque de Artillería y encaminarse hasta el templo de la patrona, la Basílica de la Caridad, para fundirse en abrazo con la madre de los cartageneros.

En el otro enclave militar, San Pedro abandonaba el taller de calderería para presentarse ante el almirante del Arsenal, Alejandro Cuerda, al que solicitó permiso para procesionar por las calles. Un permiso que tiene vigencia hasta esta noche a las doce, o el santo volverá a quedar arrestado como ocurre ya en uno de los momentos más tradicionales y esperados de la Semana Santa.

Acompañado del siempre marcial piquete de Infantería de Marina, San Pedro se encontró con sus hermanos en la plaza San Sebastián para adentrarse en la calle Mayor. Santiago, paseándose y siempre a hombros de sus caballeros portapasos; San Juan, con su paso más calmado; y San Pedro, más vivo, se encaminaron hasta la iglesia de Santa María.