Opinión | La Feliz Gobernación

En el rincón de pensar

Pedro Sánchez tiene la piel muy fina, contra lo supuesto y lo presumido. Acorralado por lo que en el PSOE interpretan como bulos, se ha pedido una baja de cinco días

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / Eduardo Parra - Europa Press

A la política se llega llorado. Es la primera máxima de cualquier manual de resistencia, especialmente el de nuestro protagonista. Pedro Sánchez tiene la piel muy fina, contra lo supuesto y lo presumido. Acorralado por lo que en el PSOE interpretan como bulos, se ha pedido una baja de cinco días. Depresión de enamorado, o algo así, de modo que no hagamos bromas. Pero los bulos se desactivan dando explicaciones. Es cierto que el ambiente de polarización está muy enrarecido, pero la polarización es cosa de dos. Hacerse la víctima no excluye la propia responsabilidad. 

Si Sánchez dimite, su probable sustituta será María Jesús Montero, quien hace unos días acusó en sede parlamentaria a la mujer de Feijóo de corrupción citando la información de un diario digital que éste desmintió de inmediato. Tal para cual.  

El desplante de los cinco días obedece, en el mejor de los casos, a una actitud inmadura, propia de quien hasta ahora todo le salía bien y se ve perturbado por una incomodidad de la que no puede deshacerse mediante una explicación convincente. A Xavi le ha salido bien: tanto en los estadios del Barça como del Madrid, el personal ha coincidido en corear «Xavi quédate», en el primer caso por devoción y en el segundo por choteo. Con evidente éxito. Vamos, PSOE.

Pero si realmente dimite, dejará un campo de tierra quemada tanto para su Gobierno y sus coaligados como para su partido. A esto conducen al fin los hiperliderazgos y la acriticidad de quienes los soportan.

Tal vez se trate de un pretexto con el que anticipar lo que le vendría por otras vías: las elecciones catalanas, que podrían crear inestabilidad por el conflicto entre sus aliados nacionalistas, empezando por unos presupuestos que están en el aire, más las europeas, que constituirán en la práctica un referéndum previsible sobre su presidencia. En cualquier caso, nada le privará de tener que pronunciarse sobre la conducta impropia de su mujer, avalista de empresas favorecidas por el Gobierno.

Los sentimientos no debieran ser ajenos a la política, pero la emocionalidad es basura populista.

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