Opinión | Desde mi picoesquina

Una UE guerrera y declive suicida de Occidente

Lo que Macron y Von der Leyen nos quieren decir es que la amenaza de guerra puede no ser inminente, pero sí posible, y que, ante Putin, es necesario el puro y duro poder militar

El presidente francés, Emmanuel Macron, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

El presidente francés, Emmanuel Macron, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. / Mohammed Badra / EFE / EPA

Soplan vientos de guerra por el solar europeo. Cuando en pleno siglo XXI creíamos superado el trauma colectivo de las dos guerras mundiales que tuvieron como escenario principal el continente en el pasado siglo, Francia y Alemania, los países de la Unión Europea (UE) que más peso económico y demográfico tienen, se plantean desenterrar el hacha de guerra contra Putin. Por si no quedaba claro, esta belicosidad súbita de Úrsula von der Leyen y Macron -egregios representantes de la fracción hegemónica del capitalismo europeo- nos demuestra que la guerra, como ocurriera en las dos mundiales arriba citadas, es inherente al sistema capitalista, que, de vez en cuando, precisa dotarse de mecanismos para adecuar el crecimiento económico y los consiguientes ciclos de acumulación a realidades cambiantes. Y las guerras sirven para eso.

En lo referente a Europa, parece claro que el miedo a un supuesto enemigo común se convierte en el pretexto de una clase política aliada con la industria militar del continente para emular los ‘éxitos’ del imperio armamentístico estadounidense y sus pingües beneficios económicos -aunque no políticos y estratégicos- para la potencia americana, obtenidos en las guerras, desde Iraq a la actual de Ucrania. La propuesta de Von der Leyen, consistente en una compra conjunta de armas por los 27 y el incremento notable de la inversión militar (en estos momentos, 18 países de la UE ya dedican el 2% del PIB a gastos de defensa) evidencia una nueva estrategia de la industria armamentística europea, que se nutre, cómo no, de la Europa surgida de la guerra de Ucrania. Lo que Macron y Von der Leyen nos quieren decir es que la amenaza de guerra puede no ser inminente, pero sí posible, y que, ante Putin, es necesario el puro y duro poder militar, abandonando la anterior posición adoptada desde los años 50 del pasado siglo, en que Bruselas renunciara a crear una estructura militar defensiva propia, dejándola en manos de la OTAN.

El indisimulado plan de esos dirigentes pasa por el envío de tropas terrestres a una Ucrania que está perdiendo claramente la guerra (se debate, incluso, recuperar el servicio militar obligatorio en algunos países, entre ellos, Alemania); pero, de momento, la mayoría de los miembros de la UE, además de Canadá y EE UU, cuya mayoría republicana en el Congreso tiene bloqueados los fondos de ayuda a aquel país, rechazan ese envío de tropas, porque ello alentaría una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, con el fantasma del uso del arma nuclear pendiente sobre nuestras cabezas.

Parece claro que las sanciones económicas no le han pasado factura a Moscú y sí a una Europa que desarrolló su economía social de mercado gracias a las importaciones de petróleo y gas de Rusia (recordemos que Alemania, tras la voladura del gasoducto Nord Stream, ha sufrido la pérdida del suministro del gas barato ruso y disminuido su poder exportador), la compra de mercancías baratas a China y una defensa dependiente de EE UU. Al mismo tiempo, el debilitamiento de la potencia rusa no se ha producido, pues Moscú cuenta con el apoyo militar de Corea del Norte e Irán, y el económico de China. Además, la inmensa mayoría de los países del ‘Sur’ se han negado a secundar esas sanciones económicas y critican el doble rasero europeo con las crisis de Ucrania y Gaza respecto al genocidio israelí sobre la Franja. 

Suicidio y declive moral de Occidente

Este contexto militarista y de crisis en Europa no es ajeno a la situación del capitalismo mundial y al difícil equilibrio que los distintos actores mantienen en todo el planeta. En este sentido, rescato, por su interés, algunas ideas expuestas por Rafael Poch en un artículo reciente (CTxT, 1-3-2024), con cuyo contenido coincido en gran parte.

Para ese articulista, en estos momentos se está ampliando la brecha entre el bloque occidental (EE UU, UE, Inglaterra, Japón y Australia), para intentar contener a Rusia y China, con el resto del mundo. Estima que la masacre de Gaza y la complicidad occidental política y mediática con ella consagran un suicidio moral de Occidente (y, por supuesto, de la UE, añadiría yo).

Por otro lado, el esfuerzo por excluir a Rusia de Europa y debilitarla se vuelve contra la propia UE, refuerza la ‘Gran Eurasia’ y debilita a Occidente, pues, como se ha dicho arriba, las sanciones se han vuelto contra una UE que importa petróleo y derivados rusos a través de la India, y se ha visto obligada a comprar gas licuado carísimo a EE UU. La UE se muestra más dependiente política y económicamente de EEUU, al tiempo que las sanciones occidentales contra Rusia han alentado la organización industrial de ese país y la integración de ese país junto a China e Irán para programas comunes civiles y militares.

Considera, además, R. Poch que la superioridad militar estadounidense está ahora mismo en cuestión; en caso de guerra, podrían perderla -sonados han venido siendo sus fracasos en Vietnam, Afganistán, Iraq, Siria…-, y ello en el contexto del peligro de una guerra nuclear, mucho mayor que durante la Guerra Fría, pues los frentes abiertos implicarían nada menos que a cinco potencias nucleares: EE UU, Israel, Rusia, China y Corea del Norte.

Por último, opina que, en el fondo, hay un creciente descontento por el sistema de dominio norteamericano de finales del siglo XX y un deseo de sustituirlo por un orden multipolar, sin que sepamos a ciencia cierta a qué nos conducirá ese nuevo orden.

En este contexto, Europa, la vieja Europa, no es sino un actor secundario. Podría haber optado por defender los valores de la paz, la solidaridad entre los pueblos y la defensa de los derechos humanos, pero, como se ha dicho arriba, nuestro territorio alberga una fracción más de ese capitalismo mundial que no renuncia a perpetuarse haciendo uso de las guerras como instrumento privilegiado para su crecimiento y reproducción.

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