Semana Santa

Miércoles Santo en Murcia: miles de gotas de Sangre que vuelven a brotar por la ciudad

Los Coloraos retornan a las calles un Miércoles Santo más de 1.400 días después

Adrián González

Adrián González

Un reguero continuo de miles de gotas de Sangre nazarena que vuelve a brotar hasta convertirse en un verdadero torrente de pasión ‘colorá’ desmedida por la ciudad de Murcia. Y, ante uno de los desfiles más bellos que se pueden contemplar en la ciudad, ahí estaban los caramelos, las monas, las golosinas y los dulces más deseados, que volvían a las manos de los primeros asistentes que se congregaban a las puertas de la iglesia del Carmen de Murcia.

1.449 días después, la Archicofradía de la Sangre -la más antigua tanto de la ciudad de Murcia como de toda la Diócesis de Cartagena- volvía a tomar las calles tras tres años seguidos sin poder salir. En 2020 y 2021 la pandemia del coronavirus los dejó sin salir y, el pasado año, cuando la esperanza resurgió, la ilusión se nubló de nuevo por la lluvia.

Pero este Miércoles Santo era su momento y nada ni nadie iba a permitir empañar una tarde histórica. Fue un regreso esperado por todos y que desbordó emoción por los cuatro costados: tanto por los más de 3.500 nazarenos, penitentes, estantes y mayordomos que conforman los Coloraos como por todos aquellos que, en la tarde del 17 de abril de 2019, veían por última vez cómo el reguero rojo iba tomando los principales escenarios de la ciudad sin saber que habría que esperar hasta 2023 para volver a verlos salir triunfantes a las calles.

Tambores, cornetas, carros-bocina y miles de capuces y túnicas de color rojo ambientaron así con solemnidad el desfile más ‘huertano’ de Murcia, que se alargó durante unas seis horas, hasta su recogida ya pasada la medianoche. Los niños, con el sonido de sus cascabeles, eran los primeros en salir junto a la Asociación Musical La Verónica de Totana.

Entre muchos de los alicientes para no perderse una de las procesiones más sentidas de la Semana Santa de Murcia estaba también que dos mujeres participaban por primera vez como estantes desde que la Archicofradía de la Sangre se fundase a principios del siglo XV.

La procesión partía puntual, a las seis de la tarde, de la Iglesia del Carmen para atravesar el Puente Viejo, seguir por Cardenal Belluga, Santo Domingo, Plaza del Romea, Santa Catalina o Gran Vía, entre otros de los puntos neurálgicos de la ciudad.

Sus once pasos, relucientes y adornados con distintos motivos florales, fueron aclamados a la salida con aplausos y por cada esquina por la que discurrió la procesión. Pero, como no podía ser de otra forma, el paso que levantó más pasión y que más disparos de flashes de los móviles provocó fue el Santísimo Cristo de la Sangre, obra de Nicolás de Bussy del año 1963. Pero su presencia ante el pueblo se hizo de rogar.

Antes hubo que esperar a que saliesen los pasos de San Vicente Ferrer, La Samaritana, Jesús en casa del Lázaro, El Lavatorio, La Negación de San Pedro, El Pretorio, Las Hijas de Jerusalén y El Cristo de las Penas.

Tras la obra de De Bussy le tocó al turno a San Juan, que dio paso a la imagen de La Dolorosa -de Roque López (1787)-, que también fue una de las protagonistas principales de un Miércoles Santo marcado por una temperatura primaveral -más bien tirando a fresquita- y que se cerró cuando las calles ya dormían.