Semana Santa

Miércoles Santo en Lorca: encuentro morado

El Cristo de la Misericordia bajaba del Calvario para reunirse con el del Perdón para recorrer esta noche la ciudad

La luna llena parecía marcar anoche el camino de los penitentes hasta el Calvario. Un cielo repleto de estrellas por techo, pero también a los pies, conformado por cientos, miles de pequeñas lucecitas que alumbraban las callejuelas de los barrios del Carmen, del Calvario de San Lázaro. La capilla mayor, la ermita del Cristo de la Misericordia, se mostraba cerrada a cal y canto mientras decenas, cientos de fieles aguardaban a sus puertas la salida de Cristo Crucificado. Una rendija de luz entre los dos grandes portalones anunciaba el inicio del Vía Crucis Penitencial. Y, de nuevo, la más absoluta oscuridad, mientras sonaba una saeta.

Un tambor marcaba el paso a los Hermanos del Socorro que con túnicas moradas iniciaban el periplo procesionil hasta la iglesia de los Carmelitas. Impresionantes las sombras que el Cristo de la Misericordia, una genial pieza de la escultora Isabel Biscar Cuyás, iba dejando a lo largo del trayecto en los muros de piedra, en las fachadas de las últimas capillas que marcan las estaciones en las que Jesús se acercaba al momento de su agonía.

Una mujer, con los pies desnudos, se apoyaba en su hija. Llevaba túnica morada y corona de espinas. Acompañaba al Cristo de la Misericordia por devoción, pero también en acción de gracias. Con dificultades llegaba hasta el Calvario y la bajada no se hace menos complicada para alguien que hasta hace bien poco no podía dar ni siquiera un paso. Es una de las muchas historias que estos días se relatan mientras se alcanza el Calvario en cada uno de los Vía Crucis que se repiten y que parten de la que fuera Puerta de Nogalte, junto a la iglesia de San Francisco.

El Cristo del Perdón en su trono de Alfredo Lerga Victoria dispuesto para desfilar este jueves. | P.WALS

El Cristo del Perdón en su trono de Alfredo Lerga Victoria dispuesto para desfilar este jueves. / Pilar Wals

A hombros portaban los Hermanos del Socorro al Crucificado descendiendo por la larga y empinada cuesta que lleva hasta las inmediaciones de la Placica Nueva. Anoche eran muchos los que se apostillaban en este lugar a la espera de ver pasar el desfile. Los barrios de San Pedro, Santa María y San Juan se veían a lo lejos y coronándolos la vieja muralla del Castillo y esbelta la Torre Alfonsina. Lástima que aún no se haya recuperado la iluminación total del monumento tras el robo que sufría el pasado verano.

Camino del Carmen, ya en la calle Nogalte, se hacía difícil avanzar. La procesión es cada Miércoles Santo más multitudinaria desde que se recuperara hace veintitrés años la tradición de realizar el Vía Crucis Penitencial con la imagen de la Misericordia. Los tambores retumbaban con más fuerza conforme la iglesia del Carmen estaba más cerca. A las puertas del templo el Santísimo Cristo del Perdón, con la cruz a cuestas, esperaba al de la Misericordia. El ‘encuentro’ morado se producía entrada la madrugada mientras las campanas de su fachada anunciaban la llegada del nuevo día.

San Juan, la Virgen de los Dolores, la Magdalena y Jesús crucificado, en el trono del Calvario.

San Juan, la Virgen de los Dolores, la Magdalena y Jesús crucificado, en el trono del Calvario. / Pilar Wals

Las dos imágenes, el Cristo de la Misericordia y el del Perdón, procesionarán este Jueves Santo por la carrera principal en el cortejo que presidirá la Cofradía del Cristo del Perdón, Paso Morado. La Virgen de la Piedad, de Antonio García Mengual, llevará entre sus brazos a su hijo muerto, después de haber descendido de la cruz. Y el Calvario, dispuesto para procesionar, también recorrerá el largo camino que separa la iglesia del Carmen de la arteria principal para mostrar a la Virgen de los Dolores, San Juan Evangelista, María Magdalena y a Jesús crucificado. Los morados pondrán en ‘escena’ el conjunto barroco más importante de la Semana Santa lorquina. Un auténtico alarde con importantes firmas como la de Nicolás Salzillo.

El escultor de Capua es el autor de la Santa Cena que creara en 1700. El grupo llamado ‘La Mesa de los Apóstoles’ fue esculpido inicialmente para la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Murcia. El paso desfiló por las calles de Murcia hasta que, en 1763, al contar la cofradía de la capital con un nuevo grupo hecho por Francisco Salzillo, el primitivo fue vendido a la hermandad lorquina del Santísimo Cristo del Socorro. Del grupo original actualmente solo quedan nueve efigies salidas de la gubia de Nicolás Salzillo, siendo las restantes de Manuel Carrillo y José Gerique Roig.

De la entronización y del montaje de este trono se encarga desde hace la friolera de cincuenta y siete años Fulgencio Martínez, a quien desde hace quince acompaña su hijo Álvaro. En lo más alto, junto a los apóstoles, se mostraba este último, mientras colocaba alcanciles, berenjenas, brócoli y habas en los platos y bandejas de barro especialmente creados para la mesa. «El cordero se hace horas antes en el horno del Paso. Lo cocinamos con todo el cariño como si el Señor y sus apóstoles se lo fueran a comer de verdad», cuenta Fulgencio Martínez. El cordero y el pan serán lo último que se coloque. El pan lo amasan y hornean en su horno de leña las monjas del Monasterio de Santa Ana y Santa María Magdalena de clarisas. «La única premisa que nos marcaron es que se le pusiese también pan a Judas en su plato. Y, desde entonces, lo tiene, porque hasta entonces estaba ‘castigado’», relata la camarera de la Santísima Virgen de la Piedad, Tomasa Lorente.