Opinión | Luces de la ciudad

Día 'horribilis'

Al parecer, es indiscutible que con la edad las resacas se convierten en más incómodas y mucho más desagradables

Max Bohme / Unsplash

Max Bohme / Unsplash

Hoy es uno de esos días en los que, al despertar, siento que mi alma me ha abandonado, que me cuesta mover con normalidad las extremidades y que una bomba de relojería a punto de estallar está alojada en el interior de mi cabeza. Me levanto para saciar una sed inusual y toda la habitación da vueltas. Y entonces, una ráfaga fugaz de lucidez, como una voz divina, me hace comprender: estoy de resaca. ¿Puede que me pasara ayer? No me acuerdo. Mal vamos.

Pienso con desánimo que me queda todo un día por delante al que enfrentarme. Con un poco de suerte y dependiendo de la fortaleza estomacal de esta mañana, podré eludir varias horas de abrazo fraternal con el inodoro. El sudor frío recorre mi cuerpo mientras deambulo por casa como un sonámbulo, con pasos lentos y silenciosos para que no retumben en mi cabeza. La luz solar que se filtra a través de las ventanas agrede sin piedad mi integridad física y, a pesar de permanecer en un interior, llevo las gafas de sol puestas (menos mal que son graduadas). Y una irritante sensación de mala hostia me persigue como una sombra durante todo el día. Mejor que nadie me hable.

En estos momentos, cuando la resaca me está matando, cuando no puedo soportar el peso del mundo sobre mis espaldas, y cuando ni siquiera me reconozco a mí mismo, es cuando me pregunto ¿por qué? ¿Qué he hecho yo para merecer esto si no bebí tanto? Culpo de inmediato al garrafón, cuando lo más simple sería admitir que vamos perdiendo facultades con la edad y que ya no está uno para estos trotes. 

Hace un tiempo, escuché decir al presentador de un conocido programa de televisión que notaba que se había hecho mayor porque las resacas las tenía el mismo día y no al día siguiente. No sé si esto será un síntoma de envejecimiento o no, pero yo sigo teniéndolas indistintamente el mismo día o al día siguiente, según el horario de cierre.

Al parecer, es indiscutible que con la edad las resacas se convierten en más incómodas y mucho más desagradables. Según la ciencia: «al cumplir años, los sistemas de desintoxicación del organismo se van haciendo más lentos y las enzimas que se encargan de metabolizar el alcohol van perdiendo eficacia». Que lástima que tantas cosas se ralenticen con la edad. 

En instantes como estos de post embriaguez aguda, no puedo por menos que recordar cuando tenía 20 años y las resacas, por llamarlas de alguna manera, se eliminaban con facilidad: unas pocas horas de sueño y como nuevo. Pero entonces, los cuerpos eran máquinas perfectas diseñadas para vivir a pleno rendimiento

A pesar de la situación de malestar extremo, desestimo ingerir o practicar alguno de esos conocidos remedios caseros que nunca funcionan. Realmente, no existe ninguna pócima mágica para combatir la resaca, salvo esperar. Esperar a que pase el tiempo y con él los síntomas de este día horribilis. 

Sin duda, el único remedio infalible para no padecerla, la resaca, sería evitarla, es decir, beber poco o nada de alcohol, pero claro, la carne es débil y cuando nos calentamos el morro olvidamos con facilidad que al día siguiente tendremos que pasar por caja y abonar todos los excesos, que de esta nadie se libra. Por tanto, ya saben, después de la fiesta, como cantaba Serrat, «con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas».

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