Todo por escrito

El factor sorpresa

Gema Panalés Lorca

Gema Panalés Lorca

Cuando voy al cine a ver una película porque me gusta el director o sus protagonistas, no me gusta saber de qué va, ni siquiera visualizar antes el tráiler (por supuesto, evito la crítica de Boyero por todos los medios). Quiero que la historia me sorprenda, llegar virgen y sin prejuicios, dejarme llevar por los personajes y no saber qué va a pasar. 

Lo mismo me sucede con los artículos de periódico y los libros: los que me interesan son aquellos que no puedo predecir, que me dejan fuera de juego y me obligan a pensar diferente. Los textos que van siempre a la contra de unos y a favor de otros, que cada semana son el mismo artículo, me aburren. Escribir bajo un predecible posicionamiento de bandos no es hacer periodismo, es practicar el proselitismo o la uniformidad de pensamiento.

Por eso me gusta tanto la firma insignia de este diario, Ángel Montiel, un maestro en el arte de hacerse enemigos, que lo mismo escribe un escandaloso cuento con el que gana juicios, que un hermoso obituario, un discurso público conmovedor y épico o un análisis de la actualidad que desvela lo mejor y lo peor de la clase política.

Para que un texto o una historia nos divierta, primero su autor ha tenido que divertirse escribiéndola y, para eso, es indispensable el factor sorpresa. El factor sorpresa consiste en asombrar a los demás, pero, sobre todo, a uno mismo. Arriesgar con algo nuevo en lugar de limitarnos a lo conocido, desviarnos del camino y no volvernos esclavos del hábito y el pensamiento circular. 

El inconformismo creativo es arriesgado, claro, un triple salto mortal sin red y sin garantías de éxito. Además, los conformistas que siempre hacen lo mismo (aquellos que no se conceden el lujo de probar cosas nuevas) esperan secretamente que la hazaña fracase y se convierta en un estrepitoso ridículo. 

Cuando empecé a estudiar chino hace unos años, algunas personas me preguntaron por qué lo hacía, cuál era mi objetivo. Yo no sabía qué responderles, ¿acaso tenía un objetivo? Para mí la pregunta era «¿por qué no voy a estudiar chino?». Si cada acción que realizamos tiene una finalidad concreta dejamos de ser humanos, es decir, abdicamos de nuestra libertad para convertirnos en animales o máquinas.

El factor sorpresa nos permite reinventarnos, nos despierta y predispone al cambio. Ser creativo consiste en retarse a uno mismo porque sí, en no conformarse con las reglas que nos dan y, como diría Ortega, en meternos en andanzas que ni nos van ni nos vienen, por el mero placer de jugar. 

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